domingo, 13 de septiembre de 2015

CAPÍTULO DOCE

Esa noche apenas puedo comprobar la lista de resultados. En cuanto entro en la habitación, un oleada de gritos, risas y conversaciones me asalta.
Los iniciados osados aún me recuerdan. No solo como la primera saltadora, sino como la chica que se colgó del tren y consiguió salvar su vida por los pelos antes de llegar al complejo de Osadía. Willa y Sheyla son las primeras en llegar a mí, eufóricas, y felicitarme por mi primer puesto. Intento buscar entre tantos cuerpos vestidos de negro la lista de los osados, para saber si he de felicitarlas también o no, pero no lo consigo. Otros dos chicos, Garret y Tony, también se acercan para saludarme. Garret es castaño, con la piel morena, cejas gruesas y un cuerpo demasiado tonificado. Tiene una sonrisa deslumbrante que me recuerda a la del rubio de ojos azules. Tony, por otro lado, es pelirrojo y pálido, muy alegre, con el pelo rapado por los lados. Es muy delgado, salvo por los bíceps que se marcan en su ajustada camiseta negra.
Otros iniciados, sin embargo, no se molestan en acercarse, como es el caso de Estella y el chico que nunca se separa de ella, Brand. Ambos me observan desde el otro lado de la habitación con una mirada que podría cortar un cristal. Además de ellos hay otro chico que tampoco se acerca. Es el más fornido de todos, moreno y de piel pálida. Se dedica a hacer unas cuantas flexiones momentos antes de irse dormir en una de las litera más solitarias.
-¿Quién es ese? - pregunto a Tony y Garret.
-Es Lark. - responde Garret - Es osado de pies a cabeza, y ansía serlo hasta el punto de no relacionarse con nadie.
-Ya sabes. Cuantos menos amigos, menos debilidades – comenta Tony, y asiento. En un principio, esa siempre ha sido mi filosofía.
-Se centra solo y para las pruebas. Ha sido el primero de nuestra calificación. En la pelea del desempate le dio una buena paliza a Dareon.
-¿Queréis no contarle cosas mía?
-Hablando del diablo – respondo con sorna. Dareon acaba de entrar en el dormitorio, con una extrañamente callada Chloe justo detrás. - De tercero a segundo, ¿eh? - le doy unas palmaditas en la espalda, más fuertes de lo necesario - No pierdas la esperanza. Algún día llegarás al primer puesto.
-Lo sé – la sonrisa de Dareon se ensancha con malicia – En cuanto te derrote.
-Como he dicho, no pierdas la esperanza – esta vez, mi tono alcanza los límites de la ironía.
-¡Aquí hay demasiada tensión sexual! - Willa aparece justo detrás de mí, cogiéndome por la cintura y alzándome un par de palmos del suelo – Perdona que te lo diga pero... Ahora tienes muchos más impedimentos para llegar a lo alto, primera saltadora.
-Incluso aquellos que en un momento no lo fueron, ahora podrían ser un difícil obstáculo que superar – Tony señala un chico a un par de literas de distancia. Es Julian, que ha convencido a Morgan para hacer abdominales junto a él.
Me cruzo de brazos llena de curiosidad. Al parecer, el hecho de que su mejor amigo sea expulsado de Osadía ha conducido al iniciado a una tristeza absoluta. Y ahora, Julian, como habría hecho cualquier cordial, trata de subirle la moral a base de acciones osadas. No puedo evitar sonreír con satisfacción.
-Eso lo hará más divertido.
Apenas han sido un par de horas, pero tener aquí a los iniciados hace que el ánimo se me dispare. Me hace feliz. Me hace ser parte de ellos, como siempre he querido. Es tal y como siempre soñé que sería mi iniciación: llena de voces y alegría.
Llena de adrenalina.
Gracias a ellos, consigo olvidarme durante un tiempo de mis problemas, de Pec, de Stan, de Bruce, de Royce e incluso de mi hermana.
Pero todo se desvanece cuando el sueño y el cansancio del día me golpea. Todos están decididos a acostarse ya y, cuando cruzo mi mirada con la de Chloe, ésta la esquiva con el ceño fruncido.
-¿Ocurre algo? - pregunto, intentando que nos escuchen el menor número de personas posibles, lo cual es difícil.
-No – responde con sequedad – Tal vez deberías disculparte ante Royce mañana. Ha llegado tarde de la enfermería, pero no te has dado cuenta. - y posteriormente añade, en un tono mucho más bajo - No deberías haber hecho eso hoy.
-¿A qué viene esto ahora, Chloe? - pregunto alterada.
-¡A nada! Sólo quiero que te des cuenta de las cosas. Puede que lo que para ti parezca muy importante, en realidad no lo sea. Puede que estés pasando por alto todo lo que sí es importante.
-Estoy demasiada cansada de tus charlas filosóficas – respondo, impulsándome con fuerza para subir a mi litera.
-Y yo estoy demasiado cansada de tus imprudencias.

Giro sobre mí misma y me hago un ovillo cuando una voz extraña intenta sacarme de la espesura de mi profundo y calmado sueño. Todo el estrés que he acumulado y esta repentina liberación me han dejado exhausta.
-¡Ey, dormilona! Te vas a quedar sin bocadillos de jamón para desayunar.
Instintivamente, alargo el brazo derecho hacia la voz y golpeo con fuerza el origen de su procedencia. Escucho un quejido de dolor y las sábanas que me cubren desaparecen en seguida.
-Voy a matarte, Julian. Deja de joderme. – susurro, estirándome.
-Si no hago esto, me matarás igualmente por no despertarte. ¡Mueve ese culo ahora!
Me incorporo y dejo mis piernas colgando sobre la cama mientras mis ojos intentan adaptarse a la luz.
-¿A qué viene ese humor?
-Estoy feliz por haber logrado pasar una etapa importante de la iniciación. Y estoy feliz de que tú hayas conseguido tu objetivo también. - lo miro intentando descubrir qué es lo que se esconde tras esa cálida y dulce sonrisa, pero no hay nada detrás. Julian es un chico simple, sin intenciones ocultas. Es eso lo que lo hace tan similar a Chloe, lo que le convierte en un osado con corazón cordial y fácil de tratar.
-¿Y el resto?
-Desayunando. ¡Vamos, Eleanor! Me muero de hambre, y Pec iba a hacer un anuncio en el desayuno. Seguro que ya nos lo hemos perdido.
-¿Y por qué rayos no me ha despertado la estúpida de mi hermana?
Me visto a toda prisa y acabo siguiendo a Julian por los pasillos de Osadía al mismo tiempo que intento atarme las botas de cuero. Ya debe de ser pasado medio día y todo el mundo hace horas que se levantó. Todos salvo yo, demasiado exhausta, y Julian, demasiado dormilón.
-¡Maldición! No quedan bollos rellenos de chocolate. - Julian estampa una mano sobre la bandeja de acero. Inconscientemente, hace un gesto con la boca que me recuerda a mi hermana cuando tenía cuatro años y le escondía los libros de ciencias en lo alto de mi cama.
-Pronto será hora de cenar. ¿No crees que deberías tomar algo más ligero?
-¿Bebida energética? - pregunta, cogiendo un bote con un líquido azul. - Esto tiene que ser invención de vosotros los eruditos.
-No me metas en ese grupo. Gracias. - le cojo el líquido de las manos y Julian se encoge de hombros, agarrando otro y siguiéndome entre las mesas.
Aunque nos hemos despertado tarde, el resto de iniciados tampoco han sido muy madrugadores. Un grupo de ellos, entre los que se encuentra mi hermana, está charlado animadamente en una de las mesas del comedor, con las bandejas vacías.
-Buenos días, bella durmiente. -saluda Tony.
-Y príncipe. – Garret le da un codazo a Julian cando éste se sienta a su lado.
-Gracias por despertarme – le digo con ironía a mi hermana, y la sonrisa que le dedica a Dareon se esfuma cuando nuestros ojos se encuentran. - ¿Y bien? ¿Qué ha dicho Pec?
-Ha dicho que aquellos que estabais haciendo el vago podíais hacerlo en territorio abandonado.
-¿Qué?
-No le hagas caso, Julian. Tiene un sentido pésimo del humor – fulmino a Dareon con la mirada mientras le doy un trago a la bebida. Su sonrisa se ensancha y sus ojos me atraviesan la piel.
-Al parecer este año están probando cosas nuevas con los iniciados. - comienza a contar Tony desde el otro lado de la mesa – A partir de ahora, el entrenamiento consistirá en luchas entre trasladados y osados, y ha dado a entender que no siempre serán individuales.
-¿Qué quiere decir eso? - pregunta Julian.
-¿Qué más da? En la iniciación de Osadía tienes que estar preparado para cualquier cosa – Willa le guiña el ojo a Julian, quien frunce el ceño y me mira gritando auxilio.
-Y por la noche se llevarán a cabo patrullas por parejas. Quieren prepararos para el trabajo en el que seguramente acabéis más de la mitad. - Dareon no ha apartado la mirada de mí en ningún segundo.
-¿Qué pasa? ¿Tú eres tan penoso que ni siquiera acabarás la iniciación?
-No. Yo demasiado osado como para pasar el resto de mi vida patrullando. Yo entrenaré al resto de iniciados.
-Suerte con ello. Te veré desde lo alto. - le respondo con malicia.
-Estos dos van a acabar muy mal – le susurra Sheyla a Willa por lo bajo, junto a mí, y mi sonrisa se ensancha ante el comentario.
Ahora que soy consciente de poder superar esta iniciación, sólo estamos Dareon y yo. El rubio parece saber lo que pienso, y asiente con la cabeza, riendo.
-Esto va a ser divertido.
-Tú esta noche te libras de patrullar, pequeño osado. - Garret pasa el brazo por encima de los hombros de Julian – A la gemela malvada, sin embargo, le toca con el amigo de aquí al lado – Tony, el pelirrojo, a su lado, me dedica un saludo militar, llevándose la mano derecha a la frente.
-Pensaba que era la gemela borde y desagradecida. - comenta Dareon por lo bajo.
-Le va mejor el de malvada después de lo que le hizo a Bruce – aclara su amigo.
-¿Y con quién va la gemela buena? - pregunto con la voz cargada de diversión, satisfecha de mi apodo.
-Tu hermana pasará una increíble noche conmigo como guía por el complejo de Osadía – responde Willa, y estira el brazo para que mi hermana choque los cinco con ella.
-Yo me acordaré de vosotros mientras duermo profundamente. - Dareon se pone en pie, y la mayoría lo sigue enseguida.
-¿Has hablado con él? - pregunta mi hermana, quien sorprendentemente se ha quedado.
-¿Con quién? - la miro interrogante, y la mirada de rencor que me dedica aclara todas mis dudas - ¡Ah, Royce! No lo he visto.
-Tal vez esté en el hospital para alguna revisión.
-O en la sala de entrenamientos – comenta Julian a mi lado, y ambas lo miramos. - Me dijo anoche que quería ser aún más fuerte.
-Será estúpido – respondo poniéndome de pie. - Si tanto empeño tienes en que hable con él, hablaré. Pero no te prometo que alguno de los dos acabe mal parado.
El Pozo está lleno de adultos e iniciados que han salido para disfrutar del tiempo libre que tienen antes de la comida. Los pasillos que me conducen hacia la sala de entrenamientos, por el contrario, están silenciosos y desiertos. Sin embargo, conforme me voy acercando al lugar, escucho ruidos de golpes y quejidos. Asomo la cabeza un poco para conocer a qué tendré que enfrentarme una vez ponga un pie en esa sala.
Royce ha cogido uno de los sacos de boxeos, al que le está dando una buena paliza. SU frente brilla por el sudor, pero no se detiene ni para tomar aire. Va vestido con una camiseta de tirantes anchos y una sudadera remangada y con la cremallera abierta. Los pantalones cortos permiten ver cuando flexiona los gemelos para sumir al saco en otro poderoso golpe. Suelto todo el aire de los pulmones antes de entrar en la sala.
-¿Chloe? - pregunta al verme entrar, pero no tarda en percatarse de quién soy realmente, y aparta la mirada para volver a centrarse en el saco – Vete.
-No eres nadie para decirme que me vaya. Vengo a entrenar. - intento no fijarme en sus nudillos, de los que sale el líquido carmesí que aparece en mis pesadillas.
-Tan solo has venido a molestarme. Si no sales por tu cuenta...
-¿Me obligarás tú? ¿Cómo? Si ni siquiera eres capaz de luchar contra mí.
-¡He dicho que te vayas!
Guardo silencio unos segundos, mientras su voz aún resuena en mis oídos. Sus ojos oscuros se clavan en los míos, desafiantes. Espero y espero, hasta que él acaba rindiéndose y vuelve a concentrarse en el saco, ignorando mi presencia.
-¿Por qué entrenas? Ya eres lo suficientemente fuerte. - me aventuro a avanzar un poco más hacia él. El sonido de los golpes que el saco está recibiendo resuenas secos en las paredes de la gran y solitaria sala.
-Los osados lo son aún más. - en esto tiene razón, pero él es mucho más fuerte que ninguno de ellos, salvo, tal vez, de Lark. Al fin y al cabo, logró tumbar a Stan para salvarme.
-No son los brazos lo que tienes que entrenar.
-No estoy entrenando. - responde finalmente cortante, dejando el lado de saco y mirándome de arriba a abajo.
-¿Entonces?
-Descargo mi ira. - tal vez haya funcionado, o al menos ya no me mira de la misma forma que me miró ayer en los túneles. Ya no me observa como si fuese un monstruo.
-Eso solo conseguirá que no sientas nada en el combate. No tendrás motivación. ¿Para qué, pues...?
-¡Porque no puedo golpearte a ti!
Sus ojos se entrecierran, incapaz de creer que su boca haya dejado escapar tales palabras. Sin embargo, yo no muevo ningún músculo, relajada, y esperando cualquier movimiento. Sus palabras no han tenido ningún efecto sobre mí. Soy perfectamente consciente de por qué se comporta conmigo así, por qué es incapaz de ponerme un dedo encima.
-¿Desde cuándo? - pregunto sin emoción alguna.
-Desde el primer momento en el que te vi defender a tu hermana en el colegio. En ese momento supe que eras como yo, que estabas harta del color azul. Efectivamente, no me equivoqué. - me mira de arriba a abajo, sonriendo con tristeza - Siempre te traté como a una diosa. Eras la única estúpida a la que no le importaba decir claramente lo que pensaba, a la que no le importaba mostrar dónde pertenecía realmente. Deseaba ser lo suficientemente estúpido también como para llegar a mirarte algún día a los ojos.
-Eres débil. - es la respuesta más dulce que se me ocurre darle.
-¡Por eso seguiré entrenando! - con un rápido movimiento, ambas manos se encuentran sujetando mis hombros, acercándome aún más a él. - No me importa cuánta sangre pierda, cuánto daño me cause. Lo único que quiero es ser tan fuerte como tú, y que lo reconozcas.
Sus ojos muestran claramente la lucha interna que está ocurriendo en su interior.
-Si lo haces, te mataré – respondo inmóvil.
Ante mi amenaza parece recobrar la postura y me suelta, alejándose rápidamente de mí y mirando hacia otro lado.
-Sigue luchando – respondo, y me dirijo de vuelta a la puerta para salir – y habrá alguien que reconozca que eres fuerte.
-¿Tú jamás lo harás? - su voz es rota, áspera.
-Nadie será nunca más fuerte que yo. – respondo, desapareciendo de nuevo en los oscuros pasillos de Osadía.
Y no quiero a nadie que sea más débil que yo.

-¡Vamos, gemela malvada! - mi hermana deja escapar un grito ahogado cuando los brazos de Tony la cogen por el gorro de la sudadera negra y la conducen a la fuerza fuera de los dormitorios.
-¡Eh, zanahoria! - Willa sale corriendo detrás de ellos, y yo los sigo lentamente – Abre los ojos y no te lleves a mi compañera.
-¿Chloe? Mierda, no hay quien os diferencie. ¿Por qué no os hacéis un tatuaje en la cara o algo?
-Yo no quiero un tatuaje en la cara. No quiero ningún tatuaje. Y a Eleanor no le gustan las agujas.
-¡Oye! - exclamo, alcanzando a las tres oscuras figuras en el pasillo – No cuentes chorradas sobre mí. Me gusta la idea del tatuaje, aunque no será en la cara.
-¡Así se habla, Eleanor! - el chico me da un golpe en la espalda queme pilla por sorpresa. Traga con fuerza cuando mis ojos lo fulminan en la casi total oscuridad. - ¡Vamos a hacernos un tatuaje ahora!
-¿No se supone que vamos a patrullar? - pregunta Chloe con nerviosismo cuando iniciamos de nuevo la marcha hacia el Pozo.
-Todos sabemos que este trabajo solo sirve para aquellos que acaben patrullando por la valla, o en algún edificio del gobierno. ¿Ese es tu plan para el futuro, Chloe?
-Yo había pensado en buscar un trabajo que facilite las relaciones entre las facciones. O en la relación de Osadía y Erudición, se me da bien tratar con los eruditos.
-No – respondo cortante, y no necesito decir nada más para que mi hermana comprenda sobre qué estoy en contra, aunque esto no la hace más feliz.
-Yo me conformo con un trabajo sencillo – comenta Willa – No pido mucho, salvo superar la iniciación y seguir teniendo el derecho de saltar desde el edificio Hancock.
-Adrenalina como sea, ¿no, Willa? Yo espero acabar siendo más útil que tú para nuestra facción. No me importaría entrenar a los nuevos iniciados. ¿Qué hay de ti, Eleanor?
Frunzo el ceño, pensativa. Jamás había pensado en qué me espera una vez superada la iniciación. ¿Cuál es el objetivo de un osado, a parte de cuidar de su facción? Recuerdo a Sky en la Ceremonia de Elección, y la pasión que había en sus palabras.
-Quiero ser líder de Osadía – respondo con seriedad.
-Pues sí que apunta alto la chica – responde Tony tras unos segundos en silencio.
Llegamos al Pozo, donde Pec nos espera con otras dos parejas de iniciados: Lark con Thais, y Brand con Morgan. Nuestro monitor nos da a cada uno una mochila pequeña con un walkee talkee, gafas nocturnas y una pistola de bolas. Después de advertirnos una y otra vez que sólo usemos el arma en caso de emergencia, y dirigir una mirada amenazadora a Willa, Tony y a mí; nos proporciona a cada pareja un pequeño mapa de la facción de Osadía, en la que solo se han indicado algunas de las salidas. Acto seguido nos asigna a cada pareja un área de la facción, fuera de la cual no debemos salir.
Todos nos ponemos en marcha en cuanto Pec nos da la orden, y Tony y yo corremos por los túneles para llegar a nuestra sección junto a Willa y mi hermana.
-Compartimos límites con la salida del este. - le dice el chico a su compañera mientras me arrebata el mapa de las manos. - Apuesto lo que quieras a que consigo hacerte más moratones con esto que tú. - señala la pequeña pistola de bolas que hay en su cinturón.
-Se supone que no debéis hacer esto – comenta Chloe, negando con la cabeza.
-¡Venga, Chloe! - le doy un golpe sobre el hombro y río con diversión – Todos sabemos que Pec nos ha juntado para que consigamos animarte un poco.
Pec. Con todo lo ocurrido durante el día apenas he tenido tiempo de pensar en él. Después de estar a punto de matarme por desobedecerle delante del resto de iniciados, osé intercambiarme con mi hermana pensando que sería lo suficientemente estúpido como para no darse cuenta. Y aun así, me ha colocado en la primera posición de los iniciados trasladados.

¿Por qué no expulsarme de Osadía?

jueves, 16 de abril de 2015

CAPÍTULO ONCE

No soy consciente del tiempo que paso sentada en el frío y húmedo suelo, frente a la puerta del hospital, con la mirada aún fija en el pasillo por el que ha desaparecido Dareon, pero, en algún momento, las puertas blancas se abren, dejando mi silueta iluminada por las luces de neón que hay tras ella.
No tardo en reconocer a la oscura figura que se cruza de brazos frente a mí.
-No me gusta que ataques a mis amigos.
-Y a mí no me gusta que tengas amigos, y no me quejo – comento poniéndome en pie, lo cual resulta más difícil de lo que esperaba con el catastrófico estado de mi cuerpo y mis piernas engarrotadas por el frío y la falta de movimiento.
-Sí que te quejas – responde secamente mi hermana.
-No tanto como debería – estiro un poco las piernas contra la pared antes de empezar a caminar por el oscuro pasillo.
-Tengo ganas de ver al resto – comenta alegre mi hermana a escasos metros detrás de mí.
-Pues tendrás que aguantarte hasta mañana. Nos vamos directas a la sala de entrenamiento.
-¡Pero si es la hora de la cena!
-Olvídate de probar bocado hasta mañana en la hora del almuerzo.
-Pero, Eleanor, ¿y el desayuno? ¡Necesito desayunar!
-¿Quieres seguir disfrutando de las hamburguesas osadas el resto de tu vida o prefieres comer hoy tu última comida decente antes de entrar en la región de los abandonados?
Mi hermana decide no responder a mi pregunta, lo que le agradezco. Poco a poco comienzo a notar una dolorosa presión a la altura de mis hombros debido al estrés. Va a ser una noche más larga de lo que esperaba.

-¡Fuera! - exclamo en cuanto veo aparecer por la puerta una sombra con el pelo rubio.
-Mira que eres pesada – comenta Dareon, pasando de largo y acercándose a mi hermana, que no ha dejado de golpear el saco de boxeo como le he explicado hace rato.
Tras una hora, a la única conclusión a la que he llegado es que mi hermana no tiene fuerza. Sin embargo, como buena erudita, sabe perfectamente qué partes puede usar para vencer, y cuáles son los puntos débiles del enemigo.
-Necesitas una inyección de simpatía – dice alegre Julian, entrando en la sala, seguido de Royce.
-¿Qué hacéis vosotros...?
-¡Julian! - mi hermana deja abandonado el saco e, ignorando a Dareon, corre hacia Julian, a quien abraza hasta casi asfixiar.
-Cuánta efusividad – Royce viene directo hacia mí. ¿Acaso no pillan la indirecta? ¡No quiero a nadie aquí! Al menos el que fue una vez erudito debería entenderlo.
-¿Qué tal estás? - pregunta.
-Recuperada. ¿No me ves? - aparto su mano de mi hombro con violencia, sin mirarlo a los ojos.
-Vaya. Parece que no estás de humor.
-Me quitáis tiempo de entrenamiento. Así que os agradecería que os fueseis.
-Hemos venido a echar una mano. - responde Julian desde el otro extremo de la sala.
-No necesito ayuda de nadie. - alzo la voz para que me escucho con claridad por encima de la habladuría de mi hermana.
-Pero mira que eres cabezota.
-Cállate, tercero.
Antes de que pueda reaccionar, Dareon ya está al lado de mí, cogiéndome por un hombro con fuerza.
-Mi paciencia tiene un límite.
-Suéltala – Royce lo sujeta por la parte de atrás de la camiseta negra, pero el otro lo ignora por completo, demasiado concentrado en mis ojos.
-No estoy aquí por ti, sino por tu hermana. Lo que menos me apetece es ver tu cara de amargada.
-Imbécil – lo cojo por el cuello de la camiseta, acercando su rostro aún más al mío, hasta que nuestras narices están a punto de rozarse. - ¿Estás sordo? ¡Aléjate de mi hermana!
-¿O qué? - responde en un susurro, sonriendo con malicia.
-¡Chicos, ya basta! - siento un tirón en el brazo que me hace volver a la realidad. Mi hermana se ha metido entre ambos, sin dejar de empujarnos para separarnos. - Eleanor, cuantos más seamos, más ideas se nos ocurrirán.
-He dicho que..
-¡Haremos lo que tú quieras! Solo me ayudarán. - sus ojos brillan ante mi rostro - Deja de ser tan reacia a la hora de recibir ayuda.
-Haz lo que te dé la gana – respondo finalmente, apartándola de mi camino hacia el saco con el que peleaba hasta hace pocos minutos mi hermana. - ¡Pero si lo van a hacer es entretenerte que cojan la puerta y se vayan a dormir!

Trascurren al menos dos horas más en las que Chloe practica sus golpes contra el saco. Cada uno de los presentes intenta enseñarle trucos, o le informa sobre las debilidades que podría tener su contrincante. Al final, todos sabemos quienes son los candidatos a luchar contra Chloe en escasas horas: Thais, Mike o Peny.
La que verdaderamente me preocupa es Thais, con quien mi hermana llegó a establecer un intento de relación. Además, teniendo en cuenta su facción de procedencia, será a la que más se piense en golpear.
-Thais nunca golpea la primera – responde Julian, quien es el que más habla con la trasladada de abnegación. Al parecer, ha dejado por completo sus orígenes cordiales de lado, sin importarle las consecuencias que conllevan el traicionar a sus compañeros.
-Pero con Peny has de tener cuidado – comenta Royce, apoyado en la pared – No es débil, pero todos sus oponentes han sido demasiado fuertes.
-Es demasiado repetitiva en sus golpes – aclaro, recordando que fue le primera contra la que tuve que luchar, hace casi una semana. - Al principio era temerosa, pero perdió el control en cuanto se cabreó. Ese es su punto débil.
-Deja de pensar con la cabeza cuando se va acorralada – dice Dareon, y sin dejar de mirarme añade: - Como a otra que yo me sé.
-¿Y tú qué sabes? - pregunto a la defensiva – Sólo me has visto pelear una vez.
-Y teniendo en cuenta quién era su contrincante, no lo tomes como una batalla real – comenta Julian – Era normal que en esas circunstancias Eleanor perdiera un poco la cabeza.
Le lanzo una mirada, agradecida por sus palabras.
-¿Y ese tal Mike? - pregunta el osado cambiando de tema.
-Es lento – respondemos Julian y yo al unísono.
-Y un enano – añade Royce, que mide casi dos metros, a lo que no puedo evitar reír.
-¿Chicos? ¿Puedo dejar el saco de una vez? - la voz agotada de mi hermana resuena en toda la sala.
-Sólo si dejas de pedir permiso para cualquier cosa que hagas – responde Julian sonriente, corriendo hacia ella para propinar una cadena de golpes al saco.
Observo con atención sus movimientos, llenos de esa vitalidad osada que tanto he ansiado.
-Si ese chico volviese a luchar contra mí, no tardaría en darme una buena paliza – me sobresalto al escuchar a Royce justo detrás de mí. ¿Cómo se ha podido mover tan silenciosamente?
-Ha mejorado mucho – respondo sonriente y, en cierto modo, orgullosa del que una vez fue un cordial.
-Oye, Eleanor. Hay algo que quiero...
-¡A combatir, enana! - exclama Dareon, e ignorando a Royce corro hacia mi hermana, situándome frente a ella.
-Adelante. Demuéstrame qué sabes hacer – respondo, levantando los brazos.
-¿Qué? - pregunta con una mezcla de sorpresa y terror.
-Eleanor, no será capaz...
-Calla, Royce.
-Estás loca – comenta Dareon, que se ha sentado para observar con atención el espectáculo – No lo hará.
-Si solo vas a llenar esta sala de pesimismo, haz el favor de irte. ¡Chloe! - no sé por qué, pero de repente me siento eufórica, llena de vida y fuerza. Llena de esperanza – Si te pego, ¿me lo devuelves?
-¿Qué? - vuelve a preguntar.
-Esto no me lo pierdo – los ojos de Dareon emiten un brillo de diversión.
El golpe la pilla completamente por sorpresa.
-¡Eso ha dolido! - exclama, frotándose el lado de la cara en el que la he golpeado con fuerza. Me sorprendo al ver que grita menos de lo que esperaba.
-Devuélvelo.
-No puedo – responde desesperada, y mi euforia amenaza con desinflarse como si fuera un globo.
-¡Royce! - no pienso perder esta batalla tan fácilmente - ¡Pégame! - se queda paralizado, a medio camino hacia mí.
-¿Qué?
-¡Ahora!
-Yo no...
-¡Joder! - lo miro llena de desesperación y furia. ¿Es que no piensa ayudarme?
Justo en el momento en el que voy a gritar su nombre con fuerza, siento como una mano de largos dedos tira de mi brazo, haciendo girar todo mi cuerpo. Una fuerza devastadora impacta contra el centro de mi cara, haciéndome caer al frío suelo de la sala. Me tumbo boca arriba, mientras toda la estancia gira a mi alrededor y se vuelve oscura.

El impacto contra el suelo provoca que una corriente de dolor sacuda todo mi cuerpo con violencia. Me incorporo con dificultad, sobre la fría, húmeda y sucia superficie. El frío inunda mi cuerpo, pero me concentro en la inquebrantable oscuridad que hay frente a mí, aliviando el temblor de mi cuerpo.
Ante mí se levantan unos destrozados edificios, rodeados de un ambiente de tristeza, angustia y desesperación.
Un rayo ilumina la fantasmal ciudad en ruinas que se alza ante mí, esperando, amenazante, dispuesta a recibirme y a transformarme, a convertirme en un monstruo. Un monstruo capaz de alcanzar todo aquello a lo que aspiro.

-¡Eleanor! - el grito de mi hermana me devuelve a la realidad.
Intento levantarme, pero un dolor atroz me recorre y vuelvo a desplomarme en el frío suelo de la sala de entrenamientos.
Me llevo una mano a la cara, para cubrir mi rostro. Toco con cuidado mi nariz con la mano derecha y, al retirarla, descubro una marca de sangre oscura.
Oh, no.
-Pero, ¿qué te crees que estás haciendo?
-¡Royce, detente! - por el rabillo del ojo percibo dos borrosas fijuras sujetando a un tercero.
-El cordial tiene razón. Es suficiente con un herido.
Siento un intenso pitido en los oídos y toda la fuerza me abandona. Mi brazo cae sin fuerza sobre mi estómago. Cierro los ojos con fuerza, maldiciendo el no poder recuperar la movilidad. Es como volver a pasar por mi pasaje del miedo.
Es eso. Es como una simulación. Sólo tengo que aprender a controlarla y abrir los ojos.
Lo hago en el momento justo para ver a mi hermana, con un rostro tan furioso que no parece suyo, golpeando con fuerza una de las mejillas de Dareon. El chico se tambalea un par de metros, y se lleva la mano a la zona golpeada.
-Mierda. No creí que fueras capaz.
-¡No vuelvas a tocar a mi hermana! - susurra, acercándose a él con ambos puños apretados.
-¿Y qué pasa si lo hago? Me ha encantado pegarle. - responde con malicia.
Siento algo girar bruscamente a la altura de mi estómago. ¿Tanto me odia como para disfrutar pegándome? Yo tampoco lo soporto, y puede que incluso me plazca el pegarle, pero, aún así...
Mi hermana decide no controlarse, y levanta el puño para asentarle otro golpe; sin embargo, Dareon es más rápido y la coge por el codo, haciéndola girar sobre sí misma, bloqueándola.
-No estás lo suficientemente lista como para luchar contra mí, enana.
-¿Sabes cuál es mi problema? - pregunta Chloe con esfuerzo.
-Déjame adivinar. Eres fuerte; pero te falta una razón por la que luchar. ¿Acaso yo te la he dado? No parecías tan defensora de tu hermanita.
Mi hermana nos sorprende a todos cuando consigue librar su brazo izquierdo y le golpea a la altura del estómago. El momento en el que el chico se despista para cubrirse la zona dolorida, mi hermana le asienta un golpe a la altura de la barbilla. Dareon no se deja despistar entonces, e ignorando el dolor que debe sentir en ese momento, golpea a mi hermana en un costado, aunque supongo que con menos fuerza de la que podría.
Chloe se aleja un par de pasos y luego carga contra él, pero él es más rápido y la coge por la cintura, levantándola por encima de su cabeza sin problema. Después, empieza a reír. Es una risa dulce y contagiosa, sin nada de maldad. Mi hermana se queda paralizada al escucharlo, y él la suelta con cuidado sin dejar de reír. Sinceramente, es una risa preciosa.
-Lo has hecho muy bien, enana – responde, enterrando la mano en el pelo de Chloe y despeinándola por completo.
-¿Qué?
-Lo has hecho bien, mocosa.
Mi hermana se gira para observarme con atención al mismo tiempo que levanto un pulgar en señal de aprobación.
-Creo que me he pasado con el golpe – ante mi visión aparece una mano de dedos largos, la misma que me ha golpeado hace escasos minutos.
-Apártate de ella – oigo una fría voz, demasiado cerca.
No dudo en aceptar la mano de Dareon, que tira de mí sin problemas, sin siquiera dignarme a echar un vistazo a Royce.
-¿Qué tal lo he hecho? - pregunta, acercando una mano a mi rostro.
-Bie... ¡Ah!
Me llevo ambas manos a la cara al sentir el intenso dolor que sigue al crujido. Me acaba de colocar la nariz en sus sitio, y aunque aún tengo la cara empapada en sangre, puedo volver a respirar con normalidad.
-Mucho mejor – responde sonriente, y yo asiento.
-Gracias.
-Espera, ¿me has dado las gracias?
Me muerdo el labio y me doy la vuelta, dándole la espalda y fingiendo estar concentrada en mi hermana. Sí, le he dado las gracias, pero ha sido inconscientemente. Maldita sea.
-No me gusta ese chico – Royce vuelve a escabullirse, silencioso, junto a mí - Si te hace algo, ponme al corriente.
-No eres mi padre – respondo cortante, sin mirarle – Ni mi hermano mayor.
-Eso no significa que no pueda preocuparme.
-Preferiría que me dejaras mucha más libertad, ¿sabes? Me asfixias.
-Creía que yo era el que te ayudaba a respirar – responde con el mismo tono cortante que uso yo.
Mi cuerpo se tensa, paralizado por el recuerdo. ¿Qué fue exactamente lo que ocurrió ayer? Él... Él... El calor de su cuerpo... Sus labios... Fueron ellos los que me devolvieron a la vida. Y eso es lo que me aterra. Porque, de alguna forma u otra, sé que por su bien, no debería acercarme a él.
-¡Eh, Eleanor! - parpadeo con fuerza para descubrir el rostro de mi hermana frente a mí. - ¿Estás bien? Te has quedado pillada. ¿Te ha hecho daño? - sus ojos llenos de preocupación investigan mi rostro, en busca de algo que pueda parecer fuera de lugar.
-Estoy bien. Volvamos al entrenamiento. - sugiero, agarrándola por el hombro y obligándola a seguirme.

Dejo que el agua helada caiga sobre mi cuerpo mientra me apoyo en la pared. Ha llegado el momento. En escasos minutos, se descubrirá el destino de mi hermana.
El agua de Osadía es refrescante, y sabe a las sales que arrastra en su eterno viaje a través de las rocas de las cuevas. Mis deseos de quedar bajo esta tortuosa cascada cada vez son más intensos, pero el deber me llama, de una forma u otra, y me obligo a mí misma a salir de mi relajante ducha para enfrentarme a la realidad. Mi dura, cruel y terrorífica realidad.
Seco mi pelo con una toalla negra y me miro en uno de los espejos mientras aliso mi cabello con ayuda de mis manos. Desde que estoy aquí, ha crecido hasta la mitad de mi pecho. A menudo desearía cortármelo o teñirlo como cualquier chica que viva en Osadía. Sin embargo, si quiero seguir protegiendo a mi hermana, es algo que no podré hacer hasta asegurar que ambas hayamos superado la iniciación. Ese será mi premio.
-Eleanor, me he vestido como me has dicho. Creo que es tontería preguntarte por qué tengo que obedecerte porque al fin y al cabo no vas a responder. ¿Me equivoco? – mi hermana se asoma por la puerta de los vestuarios. Lleva unos sencillos pantalones negros y una camiseta de tirantes, cubierta en parte por una sudadera también negra.
-No. Sube esa cremallera – respondo cortante.
Ambas iniciamos juntas el camino hacia la sala de entrenamiento. A diferencia de mí, ella se ha recogido el pelo en una coleta alta que muestra sus impolutas orejas sin piercings.
-Estoy nerviosa.
-No te preocupes – respondo justo antes de entrar por la gran puerta de la enorme sala – Todo irá bien.
Todos estaban esperándonos, pues hemos sido las últimas en abandonar los dormitorios. Los iniciados osados vuelven a estar en la sala, por lo que tenemos que cruzar entre ellos para unirnos al resto. Pec me fulmina con la mirada al tiempo que gira la pizarra que muestra, por última vez, los nombres de los iniciados que lucharán entre ellos.
Busco desesperadamente el nombre de mi hermana entre los extraños garabatos de Pec. Tal y como deseaba, es la última en luchar. Y su contrincante será Mike, el veraz.
Por suerte, no ha sido Thais, quien luchará justo antes, contra Morgan.
Mi nombre se encuentra en segundo lugar, junto al nombre de Royce. Contengo la respiración, con la mirada fija en el panel. He estado tan centrada en mi hermana que ni siquiera he pensado contra quién me tocaría luchar a mí. Habría sido tan sencillo descubrir que los dos únicos que no han perdido ningún combate tendrían que enfrentarse hoy...
-Era lo que intentaba decirte ayer.
Me doy la vuelta para observarlo con dureza. Débil. Su rostro está contraído en una mueca de dolor, mientras que yo siento el fuego de la adrenalina arder en mi interior.
-Será una lucha interesante – respondo con una sonrisa maliciosa.
-No quiero hacerte daño.
-Ni que yo fuese a permitírtelo.
-Eleanor...
-¡¿Qué?! - estallo, aguantando una risa nerviosa. - Al fin y al cabo, estamos aquí para luchar. ¿No es así? - lo cojo por el cuello de la camiseta para obligarlo a aproximar su rostro al mío, mientras sonrío eufórica – He hecho muchas cosas como para que la lástima me venza ahora, Royce.
Lo empujo con fuerza hacia atrás y paso por su lado sin mirarlo, caminando decidida hacia el círculo, en el que Julian se ha situado frente a Peny, ambos expectantes, preparados para cuando Pec dé la señal.
Frente a mis ojos, sus cuerpos comienzan a moverse en armonía, en un extraño baile en el que soy una simple espectadora. Pero mi mente está demasiado ocupada como para prestar atención al espectáculo. Royce me ha salvado dos veces, y en una de ella tuvo que enfrentarse a Stan, con lo que es fuerte, muy fuerte. Pero, para mi desgracia, también es listo. Sabe que al ser más pequeña que él me valdré de la agilidad, y por eso mismo, no tardará en descubrir mis vías de escape y bloquearlas.
Sin embargo, Royce me ha salvado dos veces.
“No te hará daño”, susurra una vocecilla dentro de mi cabeza, y sé que es verdad. Por lo que, esta vez, no puedo ignorarla. Si me mantengo fría como siempre, podré ser la primera en atacar, y habré ganado.
Si gano, seré la primera de mi calificación.
Cuando Julian sale del círculo cargando con una semiinconsciente Peny, me dedica una mirada de súplica. Trago con fuerza para intentar apartar esa imagen de mi cabeza, a él y al sentimiento de culpa que me amenaza. Cuando me sitúo dentro del círculo, siento todas sus miradas clavadas en mí, penetrando a través de mi delicada piel. Cierro con fuerza los puños y observo a mi oponente, sin mirarlo directamente a los ojos.
La voz de Pec es como un interruptor que activa mi cuerpo por completo. Aprovecho la sorpresa inicial de Royce para cargar contra él. Se tambalea un poco tras recibir un puñetazo en la cara y me dispongo a golpearlo de nuevo. Sin embargo, una cálida mano sobre mi cintura me detiene. Es cálida, como todas esas veces que su piel ha rozado la mía. Es cómoda y...
Mi cabeza impacta contra el suelo, y aun agudo grito sale del interior de mi garganta.
-¡Eleanor!
Entre las miles de lucecita que aparecen en mi campo de visión distingo su figura sobre mí.
-Aléjate – gruño con voz ronca, levantando una pierna para interponerla entre ambos. Su cuerpo no deja de temblar, y lo impulso con fuerza lejos de mí.
Él no quiere hacerme daño. Tan solo pretende protegerse hasta que uno de los dos caiga. Es tan claro, tan sencillo. Es demasiado leal.
“Pero él ya te ha hecho daño”.
Royce cae hacia atrás. De un salto, me pongo en pie, intentando ignorar el mareo y mi falta de visión.
Corro hacia Royce cuando éste comienza a levantarse y le asiento un golpe en mitad del pecho con la rodilla, lo que hace que vuelva a caer. Espero impaciente a que vuelva a levantarse, y con cada intento, recibe un nuevo golpe.
No es la pelea más limpia en la que he participado, pero si permito que se levante, seré incapaz de atacarlo.
-Me rindo – susurra mientras tose, con la mano cubriéndose el abdomen.
-No, no te rindes – responde Pec, acercándose a él. - Si lo haces, te quitaré puntos.
-No me importa.
-¡No vas a rendirte! - respondo cabreada, y lo cojo del brazo con fuerza para ponerlo en pie. - Yo voy a vencerte.
Inicio un rápido juego de pies alrededor suya mientras golpeo sus costados, imaginándome a mí misma que es un saca de boxeo, uno de los destrozados sacos con los que Chloe estuvo entrenando anoche. Sus brazos no tardan en seguir mi ritmo, protegiendo su cuerpo. En algñun momento, uno de sus puños se aproxima a mi cara, pero soy lo suficientemente rápida como para esquivarlo.
No estoy dispuesta a tomar el papel de defensa, por lo que me veo obligada a llegar al golpe final. El golpe de gracia con el que terminará todo esto.
Golpeo con fuerza sus piernas a la altura de la rodilla, por detrás, lo que le hace perder el equilibrio y caer sobre sus propias piernas. Me quedo de pie, segura de que no volverá a levantarse. Sus ojos se abren y mira hacia arriba. Están llenos de terror al encontrarse con mi rostro. Terror y... decepción.
“Remátalo”, susurra un grave voz dentro de mi cabeza, y algo me impulsa a no desobedecerla.
Dejo escapar un grito de rabia al mismo tiempo que Royce levanta un poco su cuerpo para incorporarse. Su acción me deja un poco perpleja, pero ya es demasiado tarde. Sus ojos siguen clavados en mí en el momento en el que mi pierna impacta directamente contra su cara, haciéndolo girar sobre sí mismo . Su cuerpo golpea con un golpe seco el frío suelo.
Instintivamente, mi cuerpo se tensa, en alerta, esperando a que vuelva a levantarse. Pero no lo hace. Sería un estúpido si lo hiciese. Mis ojos encuentran imposible el apartarse del cuerpo de mi contrincante, de mi antiguo compañero de facción, del chico cuyo hobby parece salvarme cada vez que me meto en problemas.
-¿Royce? - pregunta Pec, y el chico levanta una mano temblorosa, dispuesto a levantarse. Pero no lo consigue. Sus brazos ceden ante el peso del resto de su cuerpo.
-Lo sacaré fuera, Pec – susurro, obligando a mi cuerpo a avanzar, concentrada en dar cada uno de los pasos correctos en su dirección.
Cuando sus ojos se ciernen sobre mí, sus ojos oscurecen como los túneles de Osadía. Su hermosos iris de color marrón se contamina con una rabia demasiado conocida para mí, una rabia que he visto demasiadas veces en el rostro de Stan, cuando nos separábamos cada noche, justo antes del amanecer. Es la viva imagen del dolor, la rabia y la desesperación personificadas, cuando una persona da todo lo que tiene sin recibir nada a cambio, salvo sufrimiento. Incluso la persona más pura acaba siendo consumida por el odio y el deseo de venganza.
Algo se rompe repentinamente dentro de mí cuando ofrezco mi ayuda a Royce, quien responde interponiendo una distancia aún mayor entre ambos, a pesar de que su magullado cuerpo no le permite realizar movimientos.
-Qué puedo hacer ahora? Lo he perdido. ¿Acaso él no sabía que esto ocurriría tarde o temprano? ¿Acaso no lo sabía yo misma, cuando soy incapaz de permitir que nadie se acerque a mí? Al fin y al cabo, yo no tengo sentimientos. No podía seguir fingiendo ser su amiga. He cortado toda relación que me podía unir a él, y me he llevado conmigo su felicidad, su confianza y su humanidad. Pero no debería de dolerme, al fin y al cabo siempre es igual. Igual de sencillo. Igual de doloroso.
Tal y como esperaba, mi hermana aparece rápidamente junto a mí, para ocupar mi lugar al intentar ayudar a Royce. Con la cabeza en alto giro sobre mis talones, intentando no fijarme durante demasiado tiempo en ellos y en como mi hermana vuelve a cerrar las heridas que yo tan elaboradamente he acabado abriendo. La gente se aparta, con miradas llenas de terror, cuando intento hacer un pasillo entre ellos. Intento centrarme en su terror, en su respeto... Es la mirada que se lleva alguien que quiere ser la número uno en la calificación. ¿Acaso esperaban una lucha amistosa entre Royce y yo? Si piensan así es porque ninguno de ellos merece ser parte de esta facción.
Conduzco a ambos a uno de los túneles que hay cerca de la sala de entrenamiento, donde nadie puede vernos y le hago una señal con la cabeza a Chloe para que deje a Royce en el suelo.
-¿Por qué estás llorando?
-¡No puedo hacer esto! - ni siquiera se molesta en secarse las lágrimas que caen por ambos lados de su cara. En lugar de eso, se da la vuelta y separa los brazos de su cuerpo, haciéndola por una vez, verdaderamente amenazadora - ¡Míralo!
-No – respondo secamente.
-¡Míralo! ¿O acaso te sientes culpable?
-Cállate – espeto, mordiéndome la lengua.
-¿Acaso esto te parece humano? - me coge por el mentón con fuerza y me obliga a bajar la mirada hacia Royce. Su pecho asciende con dificultad, agonístico; y sus brazos, caídos a ambos lados de su cuerpo, terminan en dos temblorosos puños. Su cara me resulta irreconocible, y sus ojos están tan llenos de ira que resulta imposible imaginar que en algún momento adornaron una sonrisa llena de orgullo y suficiencia. - ¡Yo no quiero hacerle esto a nadie! Te has aprovechado de sus sentimientos – el susurro es casi inaudible, pero llega tanto a mis oídos como a los de Royce.
Chloe se arrodilla junto a él, quien no deja de mirarla con desconfianza, y coge uno de sus puños, acariciándolo y masajeándolo hasta que éste se deshace.
-Tienes que hacerlo si quieres ser osada – intento creer ciegamente en mis palabras al mismo tiempo que las pronuncio.
-¿Qué tiene que ver esto con la valentía? ¡Recitame su juramente!
-Chloe...
-¡Recítalo!
Guardo silencio unos segundos antes de empezar a hablar, con el corazón en la palma de mi mano.
-Creemos en los ordinarios actos de valentía, en el valor que lleva a una persona a levantarse por otra. Creemos en gritar por los que solo pueden susurrar, en defender a todos aquellos que no pueden defenderse a sí mismos.
-¿Alguno de esos fundamentos puede aplicarse a esto? - una ligera y desconocida arruga aparece entre sus dos cejas.
-Ninguno. - respondo finalmente – Pero es lo que nos piden para...
-¿No lo entiendes? ¡No quiero convertirme en ti!
Tan rápido como estas cinco palabras salen del interior de mi hermana, ella intenta volver a encerrarlas, devolverlas a la oscuridad cubriendo su boca con ambas manos. Sin embargo, en contra de lo que ella espera, no me hacen sentir absolutamente nada.
-Yo... No quería decir eso.
-Pero lo has dicho – respondo cortante, y un intenso deseo de hacerle daño me invade – Y por mucho que no te guste, tendrás que hacerlo. ¡Quítate la sudadera!
Mi hermana obedece al instante, al tiempo que yo me recojo el pelo en una coleta alta y me acerco a ella para limpiarme el sudor de mi cara en su camiseta de tirantes, idéntica a la mía.
-¿Qué haces? - pregunta sorprendida, bajando su camiseta para cubrir su tripa.
-Suéltate el pelo y humedece tu cara con la humedad de la pared.
Le arrebato la sudadera de las manos y me la pongo, subiendo la cremallera hasta la altura de mi cuello.
-Espera, ¿qué vas a hacer? - mi hermana detiene su acción, mirándome con desconfianza.
-¿Tú qué crees? ¡Suéltate el pelo!
-Lo tenías todo preparado – susurra con voz rota, dejando sus brazos caer a ambos lados. - Sabías que... que no sería capaz de luchar, desde el principio.
-¿Acaso creías que iba a dejarte enfrentarte? - poco a poco, la voz de Royce vuelve a su normalidad. - Tu hermana no iba a arriesgarse.
-No dirás nada – lo fulmino con la mirada, y sus ojos se clavan en los míos con furia.
-No – responde, aunque no fuese una pregunta – Porque si tu hermana sale de Osadía, tú perderás lo poco que te queda de humanidad.
El silencio se estanca entre todos nosotros. Puedo ver por el rabillo del ojo a Chloe, dedicándonos miradas llenas de desesperación a ambos.
-Será mejor que volvamos – anuncio finalmente – Cámbiame tus botas. Chloe, ya sabes lo que tienes que hacer.
-Ser tú – responde en una tono casi inaudible.
-Y será mejor que lo hagas bien. - me acerco a Royce para levantarlo, , aunque en un principio se muestra perspicaz, acaba aceptando mi cuerpo como apoyo. Sabe que es la única forma de entrar a esa sala de nuevo. Debe haber algún extraño motivo por el que ha decidido involucrarse en esto.
Llegamos justo a tiempo para ver como Morgan sale del círculo, ayudando a Thais, quien no deja de llorar y apenas consigue mantenerse en pie. Todo está saliendo tal y como esperábamos.
-¡Chloe! ¡Al centro ahora!
Suelto con delicadeza a Royce en el momento en el que Julian llega hasta mí. Sus ojos se clavan en los míos y algo extraño se dibuja en ellos, como si pidiera ayuda a gritos.
-¡Chloe!
-Sí, sí – respondo, empujando a los iniciados – Lo... Lo siento, Pec.
-Al círculo.
-Sí.
Me sitúo frente a Mike, quien me mira con el entrecejo fruncido, lleno de seguridad. Imbécil. Es realmente bajito, tal y como dijo Royce ayer.
Royce.
Mis brazos caen a ambos lados inconscientemente, y algo fuerte y pesado me golpea justo por encima del hombro, haciéndome caer al suelo de rodillas.
Mierda.
-¿Qué estás haciendo, Chloe?
-Yo... Yo... - me levanto con esfuerzo. ¿Qué ha ocurrido?
Frente a mí está Mike de nuevo, temblando de pies a cabeza. Sus ojos buscan entre los iniciados. Me busta a mí, de quien teme que le pueda dar una paliza por haberme golpeado, por haber golpeado a Chloe.
-¡Vamos enana! - mis ojos se encuentran con el chico de los ojos azules, observándome de cerca. - Si ganas te hago un tour por el complejo de Osadía esta noche.
-¿Qué? - pregunto con una mezcla de sorpresa y rencor.
El segundo golpe es mucho más fuerte, a la altura de mis rodillas.
-¡Oye, tú! ¡Deja a mi hermana en paz, que la estás distrayendo!
Genial, aunque yo habría añadido algún insulto.
-¿Qué pasa? ¿No puedo animarla?
-¿Eres estúpido? - así me gusta - ¡No, no puedes!
Los ojos de Mike se clavan en un punto detrás de mi espalda, donde esos dos están discutiendo.
-Borde, me estás agobiando.
-Te vas a llevar un puñetazo.
-¡Eleanor! ¡Cállate, ya! - Pec parece al borde de su paciencia.
-Es que este creído me pone de los nervios.
-¿Qué he hecho yo ahora?
Aprovechando el jaleo que están haciendo, me acerco a Mike corriendo, deslizándome por su costado y golpeando con el codo en mitad de su cara. El chico, a quien mi golpe lo ha pillado distraído, se cubre ambas manos con la nariz.
-Bien hecho, Chloe.
Las palabras de Pec me recorren la espalda, erizándome el vello.
No puedo golpear con cualquier parte del cuerpo que no sea hueso. Tampoco puedo esforzarme demasiado cuando se supone que he estado cerca de la muerte. Tampoco puedo mostrarme demasiado agresiva. Tampoco puedo perder. Lo único que me queda es agotar a Mike.
No soy consciente del tiempo que permanezco en el círculo, esquivando los golpes de mi contrincante, aunque no todos ellos, y golpeando de ver en cuando con las rodillas o los codos. Cuando finalmente Mike cae al suelo con la nariz rota y dificultades para respirar, Pec da por finalizada la pelea.
-Os quiero a todos en el dormitorio. Ha terminado la primera ronda de lucha y se colgarán las posiciones allí. - hay unas cuantas exclamaciones de sorpresa, tan solo por parte de los iniciados transladados - Cada grupo de iniciados se ha evaluado por separado, con lo que solo un iniciado de cada grupo se marchará esta noche.
Salgo del círculo y me acerco a Chloe, que permanece de pie, con el ceño fruncido, junto a Julian.
-Demasiado lenta – comenta con voz seca. Le dedico una risa falsa y le doy un codazo que sólo ella nota.
-Menudo espectáculo el que habéis liado. - miro a un lado y a otro de la sala, en busca del elemento que me falta - ¿No se ha quedado el de los ojos azules a felicitarme?
-Tenía que ir a no sé dónde – responde con exasperación mi hermana.
-Está bien. ¿Nos vamos?
-¡Chloe! ¿Puedes venir un momento?
Me quedo petrificada a medio camino hacia la puerta.
-Chloe. Querría hablar contigo un momento, si eres tan amable.
Giro con cuidado para encontrarme a Pec, en medio del círculo. Parece dispuesto a esperarme para luchar. Les hago una señal a Chloe y Julian para que se vayan, y ella acaba llevándose al chico casi a rastras.
Me acerco a Pec sin llegar a cruzar el límite del círculo.
-¿Qué tal estás? ¿Te has recuperado bien? - sus labios se han inclinado en una extraña sonrisa. Asiento tímidamente y bajo la mirada hacia las botas de mi hermana – Ha sido una buena lucha. Larga, pero buena. En especial, teniendo en cuenta tu estado y las distracciones.
-Sí, supongo que las distracciones han resultado de ayuda – de repente, mi garganta parece papel de lija.
-La victoria te ha asegurado un puesto en Osadía, ¿sabes?
-Eso está bien - ¿A dónde quiere llegar con esto?
Permanezco de pie, a la espera de que sus palabras rompan el incómodo silencio. Pero, cuando lo hacen, desearía que no lo hubieran hecho.
-¿Sabes que hay cámaras en todos los pasillos de Osadía?
Levanto la cara para encontrarme con su sonrisa de medio lado y su ceja izquierda levemente alzada. Es realmente espeluznante.
-¿Qué quieres decir con eso?
-Con eso quiero decir que no soy tonto. Dile a tu hermana Eleanor, - recalca con especial fuerza mi nombre, haciendo una eterna pausa antes de proseguir – que me debe una.

Corro por los pasillos de Osadía, perdida, desesperada por hallar el dormitorio. Lo sabe. Lo supo desde que regresamos a la sala de entrenamientos. No, lo supo en cuanto nos vio llegar juntas. Lo supo desde el momento en el que le dieron el alta a mi hermana. Supo que yo lucharía por ella.
-¡Chloe! - corro aún más rápido hacia la luz que llena el pasillo, hacia la voz de mi hermana llamándome, donde dos figuras conocidas se hallan frente a mí. Ellos ya habrán visto las listas. Ellos...
Mi cuerpo y el de mi hermana se funden en un fuerte abrazo. Mi hermana no deja de reír, mientras que yo no dejo de temblar, sin poder quitarme la voz de Pec de la cabeza.
-Estoy dentro. Me quedo. Mike se va.
-¿Qué? - mi cuerpo comienza a pesar toneladas. Mi hermana se queda, por lo que no tomará represarias contra ella, sino contra mí.
Mi puesto en Osadía.
-Enhorabuena, gemela borde.
Me s
eparo un poco de mi hermana para mirar a la figura del chico rubio que se ha unido al grupo. Sus ojos se clavan en mí, no en mi hermana, quien supuestamente sigue siendo Eleanor. 
-El primer puesto no está nada mal.
-¿Primer puesto? Espera, ¿se lo has contado? - pregunto, cogiendo a mi hermana por el cuello de su camiseta de tirantes.
-Ahora mismo estoy igual de sorprendida que tú. - responde sin aliento.
-¿Crees que somos tontos? - pregunta Julian.
-¿Tú también? ¿Tan poco convincente he sido? - mi hermana baja la mirada y cruza sus brazos sobre su estómago, protegiéndose.
-No te preocupes, enana. Lo has hecho genial – Dareon se acerca a ella para despeinarla. - Pero es fácil saber qué pasa por la cabeza de tu hermana en todo momento.
-A todo esto, ¿qué haces tú aquí? - doy un paso hacia atrás, alejándome de la pareja.
-¿Aún no lo sabes? A partir de ahora, osados y trasladados competirán juntos. Lo que quiere decir...
No. No. No.

-...que también compartiremos habitaciones. Dormiremos bajo el mismo techo, Eleanor.






¿Por qué? ¿Por qué él? ¿Por qué Dareon?

jueves, 5 de marzo de 2015

CAPÍTULO DIEZ

-No me gusta deberle nada a la gente – susurra Pec al pasar a mi lado. - Pero supongo que con esto la balanza se equilibra, incluso se inclina un poquito a mi favor.
-Lo habría hecho tarde o temprano.
-¿Aunque eso supusiera tu expulsión del complejo?
Levanto la mirada levemente hacia Pec. ¿Por qué hace esto? ¿A caso pretende que yo le deba un favor? ¿Considera eso algo valioso?
-Tienes tres minutos. Lo pararé pasado ese tiempo.
Asiento con la cabeza y compruebo como Bruce me fulmina con la mirada al otro lado de la sala.
-¿Qué te ha dicho?
Julian se aproxima a mí, junto con Royce.
-Que no lo mate. - contesto lo suficientemente alto como para que Bruce me escuche, sin apartar la mirada de él.
Su boca se eleva en una sonrisa irónica, lo que aumenta en mi interior el deseo de matarlo.
Pec no tarda en establecer el orden de las parejas. No me sorprende descubrir que estoy en el último lugar. Supongo que una vez acabado mi combate, Pec tendrá que llevarnos a alguno de los dos arrastrando hasta el hospital.
-Ten cuidado – susurra Royce cuando regresa del círculo, tras haberle dado una breve pero intensa paliza a Mike, el veraz. - Al parecer ha estado entrenando mucho más duro desde que tu hermana está en el hospital.
-Supongo que tenía miedo de que este momento llegase. - susurro. Y camino con decisión hacia el centro del círculo, donde Bruce me espera.
Su sonrisa me hierve la sangre. ¿Qué debería hacer? A partir del primer golpe, solo tendré tres minutos. Tres minutos en los cuales, Pec no me detendrá. Voy a hacer que sufra.
-Tenías ganas de que llegase este momento, ¿verdad?
Dejo que mi mente piense con anterioridad. ¿Qué debería hacer en primer lugar? ¿Atacar o defender?
-¿Qué tal está la erudita de tu hermana?
A la mierda el pensar.
Su táctica, obviamente más inteligente que la mía, era provocarme para atacar en primer lugar. Por eso, él está preparado y esquiva mi patada al aire sin esfuerzo. Pero no acaba ahí, sino que golpea con fuerza cuando mi pierna pasa junto a él, y el golpe en el gemelo me hace caer de bruces al suelo.
Mierda. Levántate, Eleanor, no seas estúpida. No pierdas tiempo.
Veo sus intenciones con demasiada claridad, incluso estando boca abajo, por lo que ruedo hacia un lado para esquivar la patada. Con el pie en el aire, le es imposible atacar. Y también lo es el esquivar mi pierna, que golpea su tobillo con toda la fuerza que tengo.
No puede mantenerse y cae al suelo, mientras que yo me levanto con delicadeza, sacudiéndome el polvo de las piernas. Estoy tentada a golpearle desde arriba, pero, por una extraña razón, me alejo de él un par de pasos. Si voy a ganarle, será limpiamente, y no como él, que siguió pegándole a mi hermana cuando ésta ya estaba inconsciente.
Esa imagen se queda grabada en mi cabeza mientras lo observo levantarse. Uno frente al otro, giramos en torno a la plataforma mientras resuenan los gritos de mi hermana en mi cabeza. ¿Cómo es que no fui capaz de interponerme entre ambos? ¿Por qué Pec no detuvo el enfrentamiento antes?
Hago un amago de atacar por la izquierda, y aprovecho su confusión para darle una fuerte patada en el pecho. Se lleva ambas manos al lugar en el que le he golpeado y se levanta, con dolor, justo para recibir otro golpe en el costado.
Se tambalea un poco, pero no llega a caer.
Sin preocuparme de mi propia defensa me acerco hasta él con paso decidido. Por su culpa, mi hermana podría haber muerto.
¿Es eso por lo que estoy cabreada?
¿O es porque con ello me atacaba indirectamente a mí?
-No vuelvas... - susurro entre diente, respirando entrecortadamente fruto del esfuerzo y la rabia que me recorre por dentro.
Justo cuando su cara se gira para observarme, le doy un puñetazo en el centro de la cara, seguido de una patada en la espinilla que lo hace volver a caer.
Se pone de rodillas, y no lo pienso dos veces. Mi pierna vuelve a golpearle justo en la boca.
-¡No vuelvas...!
Su cuerpo cae de lado con un golpe seco y me agacho para cogerlo del pelo. Estampo su cabeza contra éste una y otra vez, recordando las patadas que le dio a aquel inocente bulto que yo tenía por obligación proteger.
-¡NO VUELVAS A TOCAR A MI HERMANA!
Siento sus manos aferrarse a mis hombros en un movimiento desesperado por defenderse y caigo de espaldas al suelo. Puede que yo tenga fuerza a la hora de golpear, pero él puede levantar objetos pesados sin casi inmutarse.
El dolor del impacto me recorre la espalda, y ahogo un grito de dolor. Bruce aprovecha estos segundos para bloquearme y golpear una vez tras otra mi cara. Siento la sangre recorrer mis mejillas y abro la boca angustiada por la necesidad de respirar. Me ha roto la nariz, y la boca poco a poco se me llena de sangre.
Le escupo, manchando aún más su rostro de sangre, e intento rodar, pero mi cintura está fuertemente sujeta bajo el peso de sus piernas, al igual que mis brazos.
Estoy atrapada. No dudará en matarme y, sin embargo... No puedo rendirme tan fácilmente.
Cierro los ojo unos segundos y veo a Stan sobre mí.
-¿Qué tienes que hacer?
-Girar. Golpearle con las piernas.
-No puedes – susurra cogiéndome del cuello, pero sin llegar a apretar. - Usa otras vías. Eres demasiado calculada. Te comportas como una erudita peleando. ¡Eres una erudita!
-¡AGH! - todo mi cuerpo chirría cuando doblo peligrosamente la columna para aproximarme al rostro de Bruce, sorprendido.
La fuerza del impacto de nuestras cabezas es más que dolorosa, pero estoy mentalmente capacitada para soportar ese dolor.
Salgo de debajo de Bruce y, apoyada en una mano, le vuelvo a golpear con el pie en la cara.
Esta vez, no pienso dejarle que se levante.
Bloqueo sus manos para que no pueda rendirse y comienzo a golpear su rostro. Toda la rabia que una persona pueda sentir. Eso es lo que llevo ahora mismo en mi interior.
No soy una erudita.
No peleo como tal.
No permitiré que nadie vuelva a atacarme.
No permitiré que Bruce vuelva a mirarme siquiera.
No permitiré que mi hermana vuelva a recibir un golpe de este individuo.
No permitiré que Chloe sea atacada en mi lugar.
Los puños comienzan a sangrarme, pero no me importa. Me siento plenamente satisfecha. Le estoy dando la paliza de su vida ¿Qué se siente cuando eres físicamente incapaz de pedir una rendición? ¿Qué se siente cuándo tu posición física te impide lograr algo tan simple como levantar una mano.
Porque ahora sé lo que se siente cuando consigues una venganza.
Y ahora conozco la satisfacción que lograste al dejar a mi hermana inconsciente.
Y por ello, te odio más aun, Bruce.
-¡Déjalo en paz! ¡Se está rindiendo!
Siento un fuerte empujón en el cuerpo que me devuelve a la realidad. Frente a mí ha aparecido una chica de tez morena y pelo anaranjado, con un rostro lleno de furia. La reconozco, es...
-¡Apártate de ella!
Un chico de mediana estatura se sitúa entre ambas y tardo un par de segundos en reconocerlo. A decir verdad, solo lo hago cuando por detrás, Royce me sujeta con fuerza contra su pecho.
-Apártate, cordial. - la voz de la chica está llena de amargura, pero no me extraña después de haber visto como he estado a punto de matar a su primo.
-Soy osado. - Julian suena más que satisfecho al decir estas palabras, y su voz se hace real en toda la estancia. Es una voz poderosa y orgullosa. ¿Quién lo diría, cuando hace apenas unas semanas era un tímido e indefenso trasladado de cordialidad?
-¡Su monitor le estaba gritando que se detuviese! ¡Ella no ha obedecido!
-¡Ella no era consciente!
-Atrás, Estella. Yo me encargaré de los errores de mi iniciada.
Pec ha entrado en el círculo y me fulmina con la mirada.
Estella. Ahora que lo pienso, ¿qué hace aquí? ¡Ella es una iniciada osada!
-Marchaos todos. - escucho decir a Pec, y siento como un gran grupo de gente sale de la sala de entrenamiento. Ahora que miro mejor, hay el doble de gente que lo habitual. ¿Qué hacen los iniciados osados aquí? - Y tú, llévate a tu primo al hospital.
Estella, sin dejar de mirarme y junto a un compañero, ayudan a Bruce a ponerse en pie y, prácticamente, se lo llevan a rastras.
-¿Y vosotros?
-No – responden Royce y Julian al unísono.
-Está bien. Alguien tendrá que llevársela.
Me atrevo a levantar la mirada hacia Pec y, justo en ese momento, recibo un fuerte golpe en el diafragma que me hace caer.
El dolor es horrible y me quedo sin aire en los pulmones. Intento inspirar, pero algo extraño ocurre. Mis músculos no reaccionan. Tan solo siento como el aire me acaricia sin poder atraparlo.
-Me debes una – susurra en mi oído, dejándome allí, sin poder respirar.
-¡Pec! – la grave voz de Royce me sobrecoge.
Emito un extraño sonido, debido a la falta de aire e intento toser. ¿Qué me ha hecho?
-¡Eleanor! - los delgados dedos de Julian aparecen en mi campo de visión, volviéndose borrosos. - Royce, ayúdame. ¡Eleanor, respira! ¡Dale la vuelta!
-No. Se ahogará.
Noto sus manos alrededor de mi cintura, que me elevan un poco para conseguir que me siente.
-Joder. No sé qué es. ¡Pec! ¿Qué le has hecho?
-Tranquilo.- Su voz suena lejana. - No creo que muera por el golpe.
-Capullo – susurra Royce.
-Royce, ¿qué es? ¡¿Qué hago?!
-¡Callarte!
Me ahogo. Maldita sea, me ahogo.
-¡Ayúdame a darle la vuelta!
Me dejan suavemente sobre el suelo y Royce se acerca a mi cara. Abro mucho los ojos cuando pega su boca a la mía. Intento moverme, pero Julian me da la mano, fría como el hielo, e intenta dedicarme una mirada tranquilizadora, aunque es difícil con el rostro tan pálido.
-Tranquila, aguanta un poco, Eleanor.
Siento una corriente de aire llegar a mis pulmones, e intento atraparla rápidamente. Pero al ser tan escasa, da paso a la histeria.
-¡Tranquila!
De nuevo una más, y otra, y poco a poco, comienzo a ser capaz de tomar aire por mí misma, aunque es demasiado escaso.
-Le entra el pánico – susurra Royce, separándose de mí. Y me ayuda a incorporarme hasta quedar sentada.
Poco a poco, mis ojos comienzan a cerrarse, demasiado agotados por el cansancio. Por favor, que esto acabe ya.
-¡Eleanor, no te duermas!
Siento un tirón de mi cuerpo, y el pecho de Royce se pega a mi espalda.
-Respira conmigo – susurra a mi oído, y siento como toma una gran bocanada de aire.
Intento imitarlo, pero acabo tosiendo, dejando que la histeria mi inunde nuevamente.
-¡Vamos! Tú puedes hacerlo, Eleanor. - Julian se deja caer frente a mí, de rodillas, con los ojos llenos de lágrimas.
-Suelta el aire, Eleanor. Y, muy despacio, vuelve a cogerlo.
Intento que mi pecho siga el movimiento del de Royce y, poco a poco, todo a mi alrededor desaparece, salvo su calor corporal y sus movimientos. Siento que su mano derecha se une a la mía con cuidado y, aunque en un momento siento la necesidad de apartarla, acabo por aferrarme a ella desesperadamente.
-¿Recuerdas nuestra conversación de ayer? – pregunta en mi oído mientras sigo respirando junto a él. - Esto no lo haría un amigo. Un amigo se dejaría llevar por la situación, como es el caso de Julian.
Intento concentrarme en sus palabras, pero éstas acaban escapando de mi cabeza. Y, poco a poco, me dejo llevar por completo.
-¡No te duermas! - su mano aferra la mía con más fuerza. Pero no puedo hacerle caso. Estoy demasiado agotada. Demasiado exhausta. Aprieto su mano un momento para después dejarme llevar.
-No puedo... - susurro mientras sigo el ritmo de su respiración – Necesito... Quiero...
Y me dejo llevar.

Cuando abro los ojos, me encuentro en una sala blanca con cortinas. A mi lado, sentado en una silla y con la mano aún aferrada a la mía y pacíficamente durmiendo, se encuentra Royce. Mierda.
Intento soltarme de su mano, lo que hace que se despierte.
-Por fin – susurra, y observa con el ceño fruncido su solitaria mano. - Las viejas costumbres no cambian, ¿no?
-Gracias – susurro haciéndome un ovillo y escondiendo ambas mano.
-¿Cómo has dicho?
-No me hagas repetirlo – frunzo el ceño, mosqueada. ¿No le basta con escucharlo una vez?
-No ha sido nada – su enorme mano pasa por mi cabeza, despeinándome. - Es lo que hacen los amigos, ¿no? Por cierto, han tenido que volver a coserte. Cuatro puntos justo en la frente, por el cabezazo que le diste a Bruce. Por cierto, fue muy bueno.
-Lo sé – susurro agachando la cabeza. Maldita sea. No quiero decir gracias, pero la ocasión lo merece. ¿Cuántas veces piensa salvarme este chaval?
-Y te rompiste la nariz, para variar. Aunque Bruce está mucho peor. Al parecer va a pasar una larga temporada hasta que vuelva. Le diste su merecido.
-Podría haberle hecho mucho más.
Sus ojos se enfrían de forma espeluznante tras mi comentario.
-¿Qué pasa?
-Te dije que tuvieras cuidado.
-No lo he hecho mal. - ¿Quién se cree que es?
-Eso también incluía a Pec, Eleanor. En la vida real, no puedes quedarte tranquila cuando parezca que has derrotado al enemigo. Bajas la guardia muy rápido. No puedes descansar entre batalla y batalla. Deberías de saberlo.
-Menudo sermón. - respondo con altanería.
-Tan solo estoy preocupado. Quién sabe qué habría pasado si Julian y yo no nos hubiésemos quedado.
Es cierto. ¿Qué habría ocurrido? ¿Me habría dejado Pec allí? ¿Habría muerto?
-Por cierto, tu hermana está preocupada.
-Oh, mierda. - me golpeo la frente con el dorso de la mano, lo que hace que un intenso dolor me atreviese el cuerpo - ¡Ay!
-Pero mira que eres tonta – comenta con ligera diversión.
-Odio cuando confabuláis algo entre ambos. - susurro, mordiéndome la comisura del labio.
-Que tengamos algo sobre lo que confabular es culpa tuya.
Royce aparta la cortina que hay detrás de él y, al otro lado, aparece una Chloe bastante sonrojada y un chico rubio sentado a los pies de su cama, riendo a carcajadas.
-Y que lo digas – comento con voz agria. - Se la ve súper preocupada.
-¡Eleanor! - Chloe salta de la cama y llega hasta mí para abrazarme con fuerza.
-¡Oye! ¡Que se supone que estás enferma!
-Ya no. Me dan el alta esta tarde. Por cierto, este es Dareon.
Miro al chico, que aún sonríe. Alto, dentadura perfecta, labio inferior perforado por varios piercings, pelo rubio que contrasta marcadamente con su ropa negra y sus profundos ojos azules. ¿Por qué me es tan familiar?
-Vaya, vaya. - su voz suena como la típica de un chico que ha pasado toda su vida en Osadía, lo que me pone bastante celosa - Pero si es la chica que le ha dado una paliza impresionante a un chico de su grupo. Al fin tengo el placer de conocer su nombre, primera saltadora, o Eleanor.
Mierda. Claro que me suena. Ese maldito tono educado y cargado de ironía...
-¿A quién le has dado una paliza?
Miro a Royce, que se encoge de hombros. ¿No le ha dicho nada? ¿Tendré que tragarme yo el marrón?
-Sólo le he dicho que te mareaste justo después del entrenamiento – susurra Royce, lo suficientemente alto como para que tan solo yo lo escuche con claridad.
Le dedico una gélida mirada en el momento en el que mi hermana vuelve a formular la pregunta, aunque esta vez, con un ligero tono de enfado que no le pega en absoluto.
-A Bruce. - responde el chico rubio como si nada, con esa estúpida sonrisa aún grabada en la cara. Pasa sus brazos por detrás de su cabeza y se deja caer sobre la cama de mi hermana.
Habrá que ser...
-¡¿Qué?! ¿Has peleado contra él?
-¿Y qué querías que hiciera? - estallo, a la defensiva - ¿Que me quedara de brazos cruzados mientras ese chico me daba otra paliza como a ti?
El rubio ríe por lo bajo, lo que hace que me den más ganas de saltar sobre él y borrarle esa sonrisa de un puñetazo.
-¿Y qué le pasa a Pec por la cabeza? ¿Acaso no sabe que podríais haberos matado el uno al otro?
-Normalmente, se eligen los combates por sorteo. Aunque, esta vez ha sido una grandísima coincidencia...
-¿¡Quieres callarte!?
-Es cierto, deberías callarte. - Royce apoya una mano sobre mi hombro derecho. - Ahora que está a punto de acabar la primera ronda, es normal que los instructores decidan enfrentar a los más fuertes para afianzar quién quedará en primera posición.
-Tu novio tiene razón – responde con indiferencia el chico.
-¡No somos pareja! - noto como mi cara comienza a arder.
-Eso mismo – susurra Royce a mi lado, apartando la mano de mi hombro, lo que me deja una extraña sensación de soledad.
-Lo que digas, chica.
-Eleanor...
La apagada voz de mi hermana hace que todos nos fijemos en ella. No ha dejado de jugar con sus uñas mientras discutíamos. Me fijo mejor en su aspecto y me alegra ver que está mucho mejor, casi recuperada. Si le hubiera pasado algo... ¿qué habría sido de mí? Es cierto que no he venido mucho a verla, y que he seguido centrada en entrenar, en hacerme más fuerte. Pero, sin ella... ¿tendría algo por lo que luchar?
Cuanto más tiempo pasaba con los osados, menos la echaba en falta. Una parte de mí, siempre deseó que se marchase a cordialidad, siempre deseó liberarse de la obligación que supone el protegerla. En el fondo, siempre desee ser libre. Pero, en cuanto cruzaba las puertas para entrar en esta habitación tan blanca, y volvía a reencontrarme con su sonrisa, me daba cuenta de que no podría vivir sin ella. Al fin y al cabo, es la única persona que verdaderamente me importa.
-¿Qué ocurre? - hago un esfuerzo sobre humano para levantar mi magullado cuerpo y aproximarme hasta ella, aferrándome a sus diminutas manos.
Guarda unos minutos de silencio antes de hablar, sin dejar de acariciar mis destrozados nudillos con los que golpee la cara de Bruce.
-Dime que no ha sido una venganza.
Es una pregunta estúpida. Ella sabe cuál es la respuesta, sabe que desde el momento en el que le puso un dedo encima he querido darle la mayor paliza de la historia. Entonces, ¿por qué quiere que le diga lo contrario? ¿Para qué mentir?
No conozco las razones, pero si es lo que ella quiere... Estoy a punto de responder que tan solo lo hice para sobrevivir, para quedar delante en la clasificación, pero la fría y socarrona voz de su nuevo amigo no me lo permite.
-La verdad, querida Chloe. Tu hermana parecía la persona más feliz del mundo mientras le daba tal paliza a aquel pobre chico.
-Creo que tú y yo no nos vamos a llevar muy bien, tercer saltador.
-¡Eh! - el chico se incorpora para mirarme con el ceño fruncido, aunque sigue existiendo algo de diversión en sus ojos – Yo habría sido el primer saltador si no te hubieses lanzado tan rápido.
-¿Y a qué esperabas? ¿A una invitación?
-Pero, ¿a qué estás jugando?
Ambos dejamos de lanzarnos miradas de odio y volvemos a fijarnos en mi hermana, que ha bajado la mirada y aprieta con fuerza los dientes.
-¿Qué? - pregunto, soltando sus manos.
-¡Deja de querer vengarte! Entré a Osadía, no puedes evitar que pase por la iniciación, Eleanor. Si en ella se incluyen golpes, los recibiré – levanta la mirada y me observa con lágrimas en el borde de los ojos - ¡Aceptaré las consecuencias de mi decisión!
-Estabas inconsciente mientras él te golpeaba, Chloe. - noto como la furia asciende por mi cuerpo al recordar esos angustiosos segundos - ¿Tampoco puedo vengarme por ello?
-Quiero que dejes de tratarme como a una niña pequeña. ¡Quiero dejar de ser una inútil!
-Esos golpes iban dirigidos hacia mí, Chloe. No me pidas que fingiera que no había pasado nada.
-¿Tanto te cuesta? - las lágrimas acaban desbordándose y discurren por sus pálidas mejillas.
-¡Ey! No llores, Chloe.
El chico rubio se acerca a ella y la envuelve con sus musculosos brazos. Ella se queda inmóvil, sin apartar los ojos llenos de frustración de los míos, absolutamente perplejos.
-Será mejor que me marche – susurra Royce junto a mí, lo que me da una escusa para romper el contacto visual – Seguro que Julian está preocupado y querrá saber si has conseguido sobrevivir a la repentina violencia de nuestro instructor.
-¿Violencia de nuestro instructor? - pregunta Eleanor, deshaciéndose de los brazos de Dareon.
-Y será mejor que le cuentes a tu hermana con más detalles.
-Apenas recuerdo los detalles – susurro más para mí misma que para el resto.
-Lo que tú veas – susurra, y se aleja por el pasillo.
Entonces recuerdo algo. Algo que me hace correr detrás de él hasta alcanzarlo.
-Maldita sea. - Royce me sujeta por los brazos justo cuando llego a él y las fuerzas amenazan con volver a abandonarme - Deja de esforzarte y preocu...
-Eso no es lo que harían los amigos. - digo sin aliento - Los amigos se dejarían llevar por la situación, como Julian. ¿No? ¿No es eso lo que dijiste antes?
Sus ojos se abren sorprendidos, pero recupera la compostura en seguida.
-Al parecer recuerdas más de lo que dices.
-Royce,...
-Habiendo pasado tantos años en Erudición deberías pillar antes las cosas, ¿no? - sus oscuros ojos se clavan en los míos con un extraño brillo – Pero dejaré que sigas pensando sobre ello. Al fin y al cabo, tú solo tienes ojos para una persona.
-¿Qué? - me quedo paralizada conforme los brazos de Royce me sueltan tras asegurarse de que puedo mantener el equilibrio.
-Tú cuidate. Hay personas que siempre se preocuparán por ti, Eleanor, aunque no sea algo recíproco.
Su mano se desliza por mi cabeza, despeinándome. Esta vez, no puedo hacer otra cosa salvo observar como se marcha.
Este chico, a pesar de lo mal que lo he tratado siempre, ¿cómo es posible que siga preocupándose por mi?
Inconscientemente, vuelvo la cama que hay junto a la de mi hermana y me dejo caer sobre ella, sin dejar de repetirme a mí misma la horrible persona que soy. Sé que debería preocuparme por Royce, y una parte de mí no deja de insistirme para que me acerque más a él. Pero me es imposible. Sé qué parte de mí es esa; la misma que me llevó a acostarme tantas veces con un peligroso chico a cambio de entrenamiento. Es mi parte más egoísta y llena de maldad. Al fin y al cabo, para protegerlo de mí misma, debo convencerme de que él no me importa en absoluto.
-¿Ya se ha ido tu chico?
-Vete a la mierda, ¿quieres? - respondo, intentando cortar cualquier tipo de broma; pero el chico no parece pillar la indirecta.
-Parece que estás de mal humor.
-Hay que ser estúpido. Chloe, - me giro para observar a mi hermana, que sigue mirándome con indignación - ¿podrías decirle a tu amiguito que me deje en paz? No estoy de humor.
-Eso ya se ve.
-Tú siempre estás de mal humor, Eleanor.
El comentario de mi hermana hace que Dareon comience a reírse con fuerza.
-Muy bien, enana. Veo que vas aprendiendo.
-Enana – susurro con amargura, lo que provoca que las mejillas de mi hermana se enciendan.
-¿Qué pasa? ¿Tienes envidia? - el chico se sienta con las pernas cruzadas sobre el pulcro colchón de mi hermana – Los siento, pero no se me ocurre ningún mote cariñoso para ti – comenta con sarcasmo.
-Tranquilo – respondo con una irónica sonrisa dibujada en mi cara – No quiero nada cariñoso que venga de ti. En realidad, nada que venga de ti.
El chico se echa hacia atrás para poder reír. Estoy tentada de meter la cabeza debajo de la almohada y dejar de escuchar sus tonterías.
-¡Ya sé diferenciaros! - suspira victorioso – No sois tan parecidas. Chloe es adorable, - le acaricia el pelo como si fuera un cachorro y mi hermana agacha la cabeza, sonrojada - mientras que tú eres una borde. - me dirige una mirada con una amplia sonrisa triunfante.
-Sólo con los imbéciles como tú – le lanzo una mirada de arriba a abajo, con lo que me percato del buen cuerpo que tiene.
-Siempre lo eres.
-Tú a callar, mocosa.
-¿Qué? - mi hermana hace un puchero. Hace años que no la llamo así.
-¿Ves? - Dareon me mira con expresión de “te lo dije”, y agarro con fuerza la almohada, deseando que fuese su cabeza – No te preocupes, Chloe. Todas las mocosas son adorables.
Los ojos de mi hermana parecen estar a punto de estallar de tanto brillar.
-Creo que voy a vomitar – susurro en voz baja para que ninguno de los dos me escuche. - ¿Cuándo has dicho que te darían el alta, Chloe?
-Esta tarde. Supongo que cuando vengan a revisar cómo estás nos dejarán marcharnos a ambas.
-Genial – odio todo lo relacionado con los hospitales y el olor a desinfectante.
-Entonces, ¿mañana lucharéis? - pregunta Dareon con un deje de preocupación, lo que me hace incorporarme y prestar atención a sus palabras.
-¿Ocurre algo?
-En teoría nadie debería saberlo, pero mañana echarán a dos iniciados.
-Mierda – susurro, lanzando una mirada de angustia hacia mi hermana.
-¿Qué? - pregunta esta extrañada.
-Nunca has ganado, ¿verdad? - pregunta Dareon con tranquilidad, sujetándola por el brazo.
Mi hermana niega ligeramente con la cabeza.
-Bruce me dejó inconsciente en mi primer combate. He pasado aquí demasiado tiempo.
Maldita sea. No puedo quedarme aquí parada. Tengo que hacer algo, lo que sea.
-¿Crees que me echarán?
-Mañana será tu última oportunidad.
-¿Y tú como se supone que te enteras de todas estas cosas? - pregunto fulminando al rubio con la mirada, pero me ignora por completo, demasiado ocupado en susurrar palabras de consuelo a mi hermana.
-Si al menos fueran más comprensivos. Desde luego, ese chaval se merecía la paliza que le ha dado tu hermana...
¿Sería esto lo que Bruce quería? ¿Dejar a mi hermana tan inconsciente que fuese incapaz de recuperarse a tiempo? Si lo tuviera ahora mismo delante.
-Lo positivo es que expulsarán a un iniciado de cada grupo. Con que quedes la penúltima de los trasladados, tendrás más oportunidades para remontar en la lista.
-¿Por qué nadie me ha informado sobre ello? - de nuevo, el chico finge que no existo - ¡Eh, estúpido!
-Porque mi grupo sabe cosas que el vuestro no, y que tú seguirás sin saber – añade, al descubrir mi mirada de desconfianza. - Es lo que tiene el haber vivido aquí tanto tiempo. Tenemos privilegios por haber nacido aquí.
-Eso no es justo. - me muerdo la lengua. Creí que una vez hubiera llegado a la Sede de Osadía todo sería mucho más fácil.
-De todas formas, ¿sabes de alguien que no vaya muy bien en eso de las peleas?
-Hay unos cuantos – respondo al instante, con una pizca de esperanza creciendo en mi pecho. - Mike nunca ha ganado, y Thais tampoco.
-Si tuviéramos suerte, mañana harían que Chloe luchase contra uno de ellos. Sería como un desempate para ver quién se queda fuera.
-Pero si son Mike y Thais los que luchan entre ellos...
-Ahí está el problema – finaliza el chico, y se muerde el labio inferior lleno de agujeros.
Pero no es ese el único problema. Miro a mi hermana con temor. No deja de mirarnos a uno y otro alternativamente, hasta percatarse de la forma en la que la miro.
-No me entero de nada – dice finalmente, y me sorprendo al descubrir la poca preocupación que expresa su rostro. Sí que no debe tener idea de lo que se juega en menos de veinticuatro horas.
-Mañana tienes que ganar, sea como sea.
-¿Qué? - al fin, su mente erudita parece haber vuelto a funcionar – Pero si no sé pelear.
Esta vez, fulminarla con la mirada no es suficiente. Salto de la cama y, antes de que se dé cuenta, estoy a su lado, golpeando la parte posterior de su cabeza, lo que la pilla completamente por sorpresa.
-¡Ay! ¿Pero qué...?
-¿Quieres callarte? - susurro entre dientes.
-¿No sabes pelear?
-Bocazas – me doy la vuelta, fingiendo indiferencia. Ojalá pudiera dejarla sola con las consecuencias de lo que acaba de decir. Si no fuera por que es algo mucho más serio de lo que su inocente mente puede llegar a comprender....
-¡Él es de confianza! - exclama, lo que hace que el vello se me erice.
-No, no lo es – respondo con firmeza, sin dar pie a que continúe la conversación.
Chloe se cruza de piernas y brazos, y clava la vista en el suelo. Puedo ver como las lágrimas acuden a sus ojos ante la frustración.
-Cuánto secretismo – susurra el chico que hay a su lado, que se ha quedado sin palabras.
-Callate – insto, lanzándole una mirada asesina. - Y tú – cojo a mi hermana por la barbilla, obligándola a mirarme a la cara – será mejor que descanses ahora que puedes, porque esta noche te toca practicar.
-¿Qué? - me mira aterrorizada y, tras comprobar que hablo completamente en serio, se remueve nerviosa – Eleanor, yo no puedo.
-Mira, no me cabrees – la cojo por el cuello de la camiseta y aproximo mi rostro al suyo – No estoy de humor para tus tontería.
-No son tonterías – susurra con los dientes apretados.
-Chloe no tienes porqué preocuparte – ambas dejamos de mirarnos para observar al chico que hay a nuestro lado. ¿Mea poya? - Yo estaré allí para ayudar.
Mi sonrisa se esfuma en un segundo, y el rostro de mi hermana se ilumina. ¿Cómo puede ser tan...?
-Tú te vas a estar quieto – susurro, dedicándole una intensa mirada, lo que le hace mirarme con el ceño fruncido.
-Si ella no quiere que esté, me iré. Pero no pienso dejarla sola contigo.
-Yo quiero que se quede – susurra feliz Chloe, y aprieto con más fuerza el puño que sostiene el cuello de su camiseta inconscientemente.
-Es mi hermana. - Recalco cada una de las palabras. ¿Acaso ahora este imbécil va a prohibirme estar a solas con mi hermana? - Además, ¿desde cuando eres su protector? Ni siquiera sé quién eres. Esa es mi misión.
-Ella me prefiere a mí.
Mi hermana articula palabras sin sentido al notar como la tensión entre Dareon y yo aumenta peligrosamente. La suelto de la camiseta y doy un paso hacia él, temblando de pies a cabeza.
-¿Pero tú te estás escuchando? ¡Soy su hermana!
-Y una borde, para variar.
-¡Deja de llamarme así!
-Estás loca.
Sin que nadie pueda evitarlo me lanzo hacia la cama de mi hermana. El chico tiene los suficientes reflejos como para esquivarme en el último segundo, rodando por la cama. Lo cojo del brazo, notando un profundo dolor sobre la sien, y el tira de mí intentando huir. En ese momento, aparece una enfurecida enfermera llena de tatuajes al otro lado de la cortina. Me quedo observándola petrificada, con Dareon aún sujeto del brazo.
-¿Por qué siempre tienes que liarla? - susurra mi hermana, mientras pacíficamente se sube a su cama y se arropa como una chica educada.
-Ha sido él – comento sin dejar de mirar a la enfermera a los ojos, y sin soltar al osado.
La enfermera me mira de arriba a abajo y saca un informe de una carpeta marrón.
-Eleanor Stone, supongo.
-Eleanor a secas – la corrijo.
-Veo que estás bastante recuperada. - continúa, ignorando mi comentario.
-En realidad... - cierra de un golpe la carpeta, lo que me hace estremecer.
-¡Fuera! - su potente y decidida voz, acompañada de su brazo señalando hacia la puerta de salida es suficiente para conseguir que libere a Dareon.

-Mira lo que has conseguido – comenta el chico mientras cierran las puertas en nuestras narices.
-Será mejor que te calles si no quieres que te pegue una paliza, imbécil.
-¿Quién te dice que podrías conmigo?
Le lanzo una mirada asesina.
-Me encantaría demostrártelo. - justo antes de que se dé la vuelta, sus labios se elevan en una sonrisa de suficiencia – Te lo digo en serio – lo cojo del brazo con fuerza, haciéndolo girar para enfrentarme cara a cara a él – aléjate de mi hermana.
-Lo que tú digas – responde con sorna, y tira de su brazo para poder marcharse tranquilamente.
Lo observo con atención hasta que la oscuridad del pasillo lo engulle. Tiene un cuerpo delgado, pero sus brazos desnudos no tiene nada que envidiar a los de Pec.

Maldita sea. ¿Qué habrá visto mi hermana en un engreído osado como él?