jueves, 16 de abril de 2015

CAPÍTULO ONCE

No soy consciente del tiempo que paso sentada en el frío y húmedo suelo, frente a la puerta del hospital, con la mirada aún fija en el pasillo por el que ha desaparecido Dareon, pero, en algún momento, las puertas blancas se abren, dejando mi silueta iluminada por las luces de neón que hay tras ella.
No tardo en reconocer a la oscura figura que se cruza de brazos frente a mí.
-No me gusta que ataques a mis amigos.
-Y a mí no me gusta que tengas amigos, y no me quejo – comento poniéndome en pie, lo cual resulta más difícil de lo que esperaba con el catastrófico estado de mi cuerpo y mis piernas engarrotadas por el frío y la falta de movimiento.
-Sí que te quejas – responde secamente mi hermana.
-No tanto como debería – estiro un poco las piernas contra la pared antes de empezar a caminar por el oscuro pasillo.
-Tengo ganas de ver al resto – comenta alegre mi hermana a escasos metros detrás de mí.
-Pues tendrás que aguantarte hasta mañana. Nos vamos directas a la sala de entrenamiento.
-¡Pero si es la hora de la cena!
-Olvídate de probar bocado hasta mañana en la hora del almuerzo.
-Pero, Eleanor, ¿y el desayuno? ¡Necesito desayunar!
-¿Quieres seguir disfrutando de las hamburguesas osadas el resto de tu vida o prefieres comer hoy tu última comida decente antes de entrar en la región de los abandonados?
Mi hermana decide no responder a mi pregunta, lo que le agradezco. Poco a poco comienzo a notar una dolorosa presión a la altura de mis hombros debido al estrés. Va a ser una noche más larga de lo que esperaba.

-¡Fuera! - exclamo en cuanto veo aparecer por la puerta una sombra con el pelo rubio.
-Mira que eres pesada – comenta Dareon, pasando de largo y acercándose a mi hermana, que no ha dejado de golpear el saco de boxeo como le he explicado hace rato.
Tras una hora, a la única conclusión a la que he llegado es que mi hermana no tiene fuerza. Sin embargo, como buena erudita, sabe perfectamente qué partes puede usar para vencer, y cuáles son los puntos débiles del enemigo.
-Necesitas una inyección de simpatía – dice alegre Julian, entrando en la sala, seguido de Royce.
-¿Qué hacéis vosotros...?
-¡Julian! - mi hermana deja abandonado el saco e, ignorando a Dareon, corre hacia Julian, a quien abraza hasta casi asfixiar.
-Cuánta efusividad – Royce viene directo hacia mí. ¿Acaso no pillan la indirecta? ¡No quiero a nadie aquí! Al menos el que fue una vez erudito debería entenderlo.
-¿Qué tal estás? - pregunta.
-Recuperada. ¿No me ves? - aparto su mano de mi hombro con violencia, sin mirarlo a los ojos.
-Vaya. Parece que no estás de humor.
-Me quitáis tiempo de entrenamiento. Así que os agradecería que os fueseis.
-Hemos venido a echar una mano. - responde Julian desde el otro extremo de la sala.
-No necesito ayuda de nadie. - alzo la voz para que me escucho con claridad por encima de la habladuría de mi hermana.
-Pero mira que eres cabezota.
-Cállate, tercero.
Antes de que pueda reaccionar, Dareon ya está al lado de mí, cogiéndome por un hombro con fuerza.
-Mi paciencia tiene un límite.
-Suéltala – Royce lo sujeta por la parte de atrás de la camiseta negra, pero el otro lo ignora por completo, demasiado concentrado en mis ojos.
-No estoy aquí por ti, sino por tu hermana. Lo que menos me apetece es ver tu cara de amargada.
-Imbécil – lo cojo por el cuello de la camiseta, acercando su rostro aún más al mío, hasta que nuestras narices están a punto de rozarse. - ¿Estás sordo? ¡Aléjate de mi hermana!
-¿O qué? - responde en un susurro, sonriendo con malicia.
-¡Chicos, ya basta! - siento un tirón en el brazo que me hace volver a la realidad. Mi hermana se ha metido entre ambos, sin dejar de empujarnos para separarnos. - Eleanor, cuantos más seamos, más ideas se nos ocurrirán.
-He dicho que..
-¡Haremos lo que tú quieras! Solo me ayudarán. - sus ojos brillan ante mi rostro - Deja de ser tan reacia a la hora de recibir ayuda.
-Haz lo que te dé la gana – respondo finalmente, apartándola de mi camino hacia el saco con el que peleaba hasta hace pocos minutos mi hermana. - ¡Pero si lo van a hacer es entretenerte que cojan la puerta y se vayan a dormir!

Trascurren al menos dos horas más en las que Chloe practica sus golpes contra el saco. Cada uno de los presentes intenta enseñarle trucos, o le informa sobre las debilidades que podría tener su contrincante. Al final, todos sabemos quienes son los candidatos a luchar contra Chloe en escasas horas: Thais, Mike o Peny.
La que verdaderamente me preocupa es Thais, con quien mi hermana llegó a establecer un intento de relación. Además, teniendo en cuenta su facción de procedencia, será a la que más se piense en golpear.
-Thais nunca golpea la primera – responde Julian, quien es el que más habla con la trasladada de abnegación. Al parecer, ha dejado por completo sus orígenes cordiales de lado, sin importarle las consecuencias que conllevan el traicionar a sus compañeros.
-Pero con Peny has de tener cuidado – comenta Royce, apoyado en la pared – No es débil, pero todos sus oponentes han sido demasiado fuertes.
-Es demasiado repetitiva en sus golpes – aclaro, recordando que fue le primera contra la que tuve que luchar, hace casi una semana. - Al principio era temerosa, pero perdió el control en cuanto se cabreó. Ese es su punto débil.
-Deja de pensar con la cabeza cuando se va acorralada – dice Dareon, y sin dejar de mirarme añade: - Como a otra que yo me sé.
-¿Y tú qué sabes? - pregunto a la defensiva – Sólo me has visto pelear una vez.
-Y teniendo en cuenta quién era su contrincante, no lo tomes como una batalla real – comenta Julian – Era normal que en esas circunstancias Eleanor perdiera un poco la cabeza.
Le lanzo una mirada, agradecida por sus palabras.
-¿Y ese tal Mike? - pregunta el osado cambiando de tema.
-Es lento – respondemos Julian y yo al unísono.
-Y un enano – añade Royce, que mide casi dos metros, a lo que no puedo evitar reír.
-¿Chicos? ¿Puedo dejar el saco de una vez? - la voz agotada de mi hermana resuena en toda la sala.
-Sólo si dejas de pedir permiso para cualquier cosa que hagas – responde Julian sonriente, corriendo hacia ella para propinar una cadena de golpes al saco.
Observo con atención sus movimientos, llenos de esa vitalidad osada que tanto he ansiado.
-Si ese chico volviese a luchar contra mí, no tardaría en darme una buena paliza – me sobresalto al escuchar a Royce justo detrás de mí. ¿Cómo se ha podido mover tan silenciosamente?
-Ha mejorado mucho – respondo sonriente y, en cierto modo, orgullosa del que una vez fue un cordial.
-Oye, Eleanor. Hay algo que quiero...
-¡A combatir, enana! - exclama Dareon, e ignorando a Royce corro hacia mi hermana, situándome frente a ella.
-Adelante. Demuéstrame qué sabes hacer – respondo, levantando los brazos.
-¿Qué? - pregunta con una mezcla de sorpresa y terror.
-Eleanor, no será capaz...
-Calla, Royce.
-Estás loca – comenta Dareon, que se ha sentado para observar con atención el espectáculo – No lo hará.
-Si solo vas a llenar esta sala de pesimismo, haz el favor de irte. ¡Chloe! - no sé por qué, pero de repente me siento eufórica, llena de vida y fuerza. Llena de esperanza – Si te pego, ¿me lo devuelves?
-¿Qué? - vuelve a preguntar.
-Esto no me lo pierdo – los ojos de Dareon emiten un brillo de diversión.
El golpe la pilla completamente por sorpresa.
-¡Eso ha dolido! - exclama, frotándose el lado de la cara en el que la he golpeado con fuerza. Me sorprendo al ver que grita menos de lo que esperaba.
-Devuélvelo.
-No puedo – responde desesperada, y mi euforia amenaza con desinflarse como si fuera un globo.
-¡Royce! - no pienso perder esta batalla tan fácilmente - ¡Pégame! - se queda paralizado, a medio camino hacia mí.
-¿Qué?
-¡Ahora!
-Yo no...
-¡Joder! - lo miro llena de desesperación y furia. ¿Es que no piensa ayudarme?
Justo en el momento en el que voy a gritar su nombre con fuerza, siento como una mano de largos dedos tira de mi brazo, haciendo girar todo mi cuerpo. Una fuerza devastadora impacta contra el centro de mi cara, haciéndome caer al frío suelo de la sala. Me tumbo boca arriba, mientras toda la estancia gira a mi alrededor y se vuelve oscura.

El impacto contra el suelo provoca que una corriente de dolor sacuda todo mi cuerpo con violencia. Me incorporo con dificultad, sobre la fría, húmeda y sucia superficie. El frío inunda mi cuerpo, pero me concentro en la inquebrantable oscuridad que hay frente a mí, aliviando el temblor de mi cuerpo.
Ante mí se levantan unos destrozados edificios, rodeados de un ambiente de tristeza, angustia y desesperación.
Un rayo ilumina la fantasmal ciudad en ruinas que se alza ante mí, esperando, amenazante, dispuesta a recibirme y a transformarme, a convertirme en un monstruo. Un monstruo capaz de alcanzar todo aquello a lo que aspiro.

-¡Eleanor! - el grito de mi hermana me devuelve a la realidad.
Intento levantarme, pero un dolor atroz me recorre y vuelvo a desplomarme en el frío suelo de la sala de entrenamientos.
Me llevo una mano a la cara, para cubrir mi rostro. Toco con cuidado mi nariz con la mano derecha y, al retirarla, descubro una marca de sangre oscura.
Oh, no.
-Pero, ¿qué te crees que estás haciendo?
-¡Royce, detente! - por el rabillo del ojo percibo dos borrosas fijuras sujetando a un tercero.
-El cordial tiene razón. Es suficiente con un herido.
Siento un intenso pitido en los oídos y toda la fuerza me abandona. Mi brazo cae sin fuerza sobre mi estómago. Cierro los ojos con fuerza, maldiciendo el no poder recuperar la movilidad. Es como volver a pasar por mi pasaje del miedo.
Es eso. Es como una simulación. Sólo tengo que aprender a controlarla y abrir los ojos.
Lo hago en el momento justo para ver a mi hermana, con un rostro tan furioso que no parece suyo, golpeando con fuerza una de las mejillas de Dareon. El chico se tambalea un par de metros, y se lleva la mano a la zona golpeada.
-Mierda. No creí que fueras capaz.
-¡No vuelvas a tocar a mi hermana! - susurra, acercándose a él con ambos puños apretados.
-¿Y qué pasa si lo hago? Me ha encantado pegarle. - responde con malicia.
Siento algo girar bruscamente a la altura de mi estómago. ¿Tanto me odia como para disfrutar pegándome? Yo tampoco lo soporto, y puede que incluso me plazca el pegarle, pero, aún así...
Mi hermana decide no controlarse, y levanta el puño para asentarle otro golpe; sin embargo, Dareon es más rápido y la coge por el codo, haciéndola girar sobre sí misma, bloqueándola.
-No estás lo suficientemente lista como para luchar contra mí, enana.
-¿Sabes cuál es mi problema? - pregunta Chloe con esfuerzo.
-Déjame adivinar. Eres fuerte; pero te falta una razón por la que luchar. ¿Acaso yo te la he dado? No parecías tan defensora de tu hermanita.
Mi hermana nos sorprende a todos cuando consigue librar su brazo izquierdo y le golpea a la altura del estómago. El momento en el que el chico se despista para cubrirse la zona dolorida, mi hermana le asienta un golpe a la altura de la barbilla. Dareon no se deja despistar entonces, e ignorando el dolor que debe sentir en ese momento, golpea a mi hermana en un costado, aunque supongo que con menos fuerza de la que podría.
Chloe se aleja un par de pasos y luego carga contra él, pero él es más rápido y la coge por la cintura, levantándola por encima de su cabeza sin problema. Después, empieza a reír. Es una risa dulce y contagiosa, sin nada de maldad. Mi hermana se queda paralizada al escucharlo, y él la suelta con cuidado sin dejar de reír. Sinceramente, es una risa preciosa.
-Lo has hecho muy bien, enana – responde, enterrando la mano en el pelo de Chloe y despeinándola por completo.
-¿Qué?
-Lo has hecho bien, mocosa.
Mi hermana se gira para observarme con atención al mismo tiempo que levanto un pulgar en señal de aprobación.
-Creo que me he pasado con el golpe – ante mi visión aparece una mano de dedos largos, la misma que me ha golpeado hace escasos minutos.
-Apártate de ella – oigo una fría voz, demasiado cerca.
No dudo en aceptar la mano de Dareon, que tira de mí sin problemas, sin siquiera dignarme a echar un vistazo a Royce.
-¿Qué tal lo he hecho? - pregunta, acercando una mano a mi rostro.
-Bie... ¡Ah!
Me llevo ambas manos a la cara al sentir el intenso dolor que sigue al crujido. Me acaba de colocar la nariz en sus sitio, y aunque aún tengo la cara empapada en sangre, puedo volver a respirar con normalidad.
-Mucho mejor – responde sonriente, y yo asiento.
-Gracias.
-Espera, ¿me has dado las gracias?
Me muerdo el labio y me doy la vuelta, dándole la espalda y fingiendo estar concentrada en mi hermana. Sí, le he dado las gracias, pero ha sido inconscientemente. Maldita sea.
-No me gusta ese chico – Royce vuelve a escabullirse, silencioso, junto a mí - Si te hace algo, ponme al corriente.
-No eres mi padre – respondo cortante, sin mirarle – Ni mi hermano mayor.
-Eso no significa que no pueda preocuparme.
-Preferiría que me dejaras mucha más libertad, ¿sabes? Me asfixias.
-Creía que yo era el que te ayudaba a respirar – responde con el mismo tono cortante que uso yo.
Mi cuerpo se tensa, paralizado por el recuerdo. ¿Qué fue exactamente lo que ocurrió ayer? Él... Él... El calor de su cuerpo... Sus labios... Fueron ellos los que me devolvieron a la vida. Y eso es lo que me aterra. Porque, de alguna forma u otra, sé que por su bien, no debería acercarme a él.
-¡Eh, Eleanor! - parpadeo con fuerza para descubrir el rostro de mi hermana frente a mí. - ¿Estás bien? Te has quedado pillada. ¿Te ha hecho daño? - sus ojos llenos de preocupación investigan mi rostro, en busca de algo que pueda parecer fuera de lugar.
-Estoy bien. Volvamos al entrenamiento. - sugiero, agarrándola por el hombro y obligándola a seguirme.

Dejo que el agua helada caiga sobre mi cuerpo mientra me apoyo en la pared. Ha llegado el momento. En escasos minutos, se descubrirá el destino de mi hermana.
El agua de Osadía es refrescante, y sabe a las sales que arrastra en su eterno viaje a través de las rocas de las cuevas. Mis deseos de quedar bajo esta tortuosa cascada cada vez son más intensos, pero el deber me llama, de una forma u otra, y me obligo a mí misma a salir de mi relajante ducha para enfrentarme a la realidad. Mi dura, cruel y terrorífica realidad.
Seco mi pelo con una toalla negra y me miro en uno de los espejos mientras aliso mi cabello con ayuda de mis manos. Desde que estoy aquí, ha crecido hasta la mitad de mi pecho. A menudo desearía cortármelo o teñirlo como cualquier chica que viva en Osadía. Sin embargo, si quiero seguir protegiendo a mi hermana, es algo que no podré hacer hasta asegurar que ambas hayamos superado la iniciación. Ese será mi premio.
-Eleanor, me he vestido como me has dicho. Creo que es tontería preguntarte por qué tengo que obedecerte porque al fin y al cabo no vas a responder. ¿Me equivoco? – mi hermana se asoma por la puerta de los vestuarios. Lleva unos sencillos pantalones negros y una camiseta de tirantes, cubierta en parte por una sudadera también negra.
-No. Sube esa cremallera – respondo cortante.
Ambas iniciamos juntas el camino hacia la sala de entrenamiento. A diferencia de mí, ella se ha recogido el pelo en una coleta alta que muestra sus impolutas orejas sin piercings.
-Estoy nerviosa.
-No te preocupes – respondo justo antes de entrar por la gran puerta de la enorme sala – Todo irá bien.
Todos estaban esperándonos, pues hemos sido las últimas en abandonar los dormitorios. Los iniciados osados vuelven a estar en la sala, por lo que tenemos que cruzar entre ellos para unirnos al resto. Pec me fulmina con la mirada al tiempo que gira la pizarra que muestra, por última vez, los nombres de los iniciados que lucharán entre ellos.
Busco desesperadamente el nombre de mi hermana entre los extraños garabatos de Pec. Tal y como deseaba, es la última en luchar. Y su contrincante será Mike, el veraz.
Por suerte, no ha sido Thais, quien luchará justo antes, contra Morgan.
Mi nombre se encuentra en segundo lugar, junto al nombre de Royce. Contengo la respiración, con la mirada fija en el panel. He estado tan centrada en mi hermana que ni siquiera he pensado contra quién me tocaría luchar a mí. Habría sido tan sencillo descubrir que los dos únicos que no han perdido ningún combate tendrían que enfrentarse hoy...
-Era lo que intentaba decirte ayer.
Me doy la vuelta para observarlo con dureza. Débil. Su rostro está contraído en una mueca de dolor, mientras que yo siento el fuego de la adrenalina arder en mi interior.
-Será una lucha interesante – respondo con una sonrisa maliciosa.
-No quiero hacerte daño.
-Ni que yo fuese a permitírtelo.
-Eleanor...
-¡¿Qué?! - estallo, aguantando una risa nerviosa. - Al fin y al cabo, estamos aquí para luchar. ¿No es así? - lo cojo por el cuello de la camiseta para obligarlo a aproximar su rostro al mío, mientras sonrío eufórica – He hecho muchas cosas como para que la lástima me venza ahora, Royce.
Lo empujo con fuerza hacia atrás y paso por su lado sin mirarlo, caminando decidida hacia el círculo, en el que Julian se ha situado frente a Peny, ambos expectantes, preparados para cuando Pec dé la señal.
Frente a mis ojos, sus cuerpos comienzan a moverse en armonía, en un extraño baile en el que soy una simple espectadora. Pero mi mente está demasiado ocupada como para prestar atención al espectáculo. Royce me ha salvado dos veces, y en una de ella tuvo que enfrentarse a Stan, con lo que es fuerte, muy fuerte. Pero, para mi desgracia, también es listo. Sabe que al ser más pequeña que él me valdré de la agilidad, y por eso mismo, no tardará en descubrir mis vías de escape y bloquearlas.
Sin embargo, Royce me ha salvado dos veces.
“No te hará daño”, susurra una vocecilla dentro de mi cabeza, y sé que es verdad. Por lo que, esta vez, no puedo ignorarla. Si me mantengo fría como siempre, podré ser la primera en atacar, y habré ganado.
Si gano, seré la primera de mi calificación.
Cuando Julian sale del círculo cargando con una semiinconsciente Peny, me dedica una mirada de súplica. Trago con fuerza para intentar apartar esa imagen de mi cabeza, a él y al sentimiento de culpa que me amenaza. Cuando me sitúo dentro del círculo, siento todas sus miradas clavadas en mí, penetrando a través de mi delicada piel. Cierro con fuerza los puños y observo a mi oponente, sin mirarlo directamente a los ojos.
La voz de Pec es como un interruptor que activa mi cuerpo por completo. Aprovecho la sorpresa inicial de Royce para cargar contra él. Se tambalea un poco tras recibir un puñetazo en la cara y me dispongo a golpearlo de nuevo. Sin embargo, una cálida mano sobre mi cintura me detiene. Es cálida, como todas esas veces que su piel ha rozado la mía. Es cómoda y...
Mi cabeza impacta contra el suelo, y aun agudo grito sale del interior de mi garganta.
-¡Eleanor!
Entre las miles de lucecita que aparecen en mi campo de visión distingo su figura sobre mí.
-Aléjate – gruño con voz ronca, levantando una pierna para interponerla entre ambos. Su cuerpo no deja de temblar, y lo impulso con fuerza lejos de mí.
Él no quiere hacerme daño. Tan solo pretende protegerse hasta que uno de los dos caiga. Es tan claro, tan sencillo. Es demasiado leal.
“Pero él ya te ha hecho daño”.
Royce cae hacia atrás. De un salto, me pongo en pie, intentando ignorar el mareo y mi falta de visión.
Corro hacia Royce cuando éste comienza a levantarse y le asiento un golpe en mitad del pecho con la rodilla, lo que hace que vuelva a caer. Espero impaciente a que vuelva a levantarse, y con cada intento, recibe un nuevo golpe.
No es la pelea más limpia en la que he participado, pero si permito que se levante, seré incapaz de atacarlo.
-Me rindo – susurra mientras tose, con la mano cubriéndose el abdomen.
-No, no te rindes – responde Pec, acercándose a él. - Si lo haces, te quitaré puntos.
-No me importa.
-¡No vas a rendirte! - respondo cabreada, y lo cojo del brazo con fuerza para ponerlo en pie. - Yo voy a vencerte.
Inicio un rápido juego de pies alrededor suya mientras golpeo sus costados, imaginándome a mí misma que es un saca de boxeo, uno de los destrozados sacos con los que Chloe estuvo entrenando anoche. Sus brazos no tardan en seguir mi ritmo, protegiendo su cuerpo. En algñun momento, uno de sus puños se aproxima a mi cara, pero soy lo suficientemente rápida como para esquivarlo.
No estoy dispuesta a tomar el papel de defensa, por lo que me veo obligada a llegar al golpe final. El golpe de gracia con el que terminará todo esto.
Golpeo con fuerza sus piernas a la altura de la rodilla, por detrás, lo que le hace perder el equilibrio y caer sobre sus propias piernas. Me quedo de pie, segura de que no volverá a levantarse. Sus ojos se abren y mira hacia arriba. Están llenos de terror al encontrarse con mi rostro. Terror y... decepción.
“Remátalo”, susurra un grave voz dentro de mi cabeza, y algo me impulsa a no desobedecerla.
Dejo escapar un grito de rabia al mismo tiempo que Royce levanta un poco su cuerpo para incorporarse. Su acción me deja un poco perpleja, pero ya es demasiado tarde. Sus ojos siguen clavados en mí en el momento en el que mi pierna impacta directamente contra su cara, haciéndolo girar sobre sí mismo . Su cuerpo golpea con un golpe seco el frío suelo.
Instintivamente, mi cuerpo se tensa, en alerta, esperando a que vuelva a levantarse. Pero no lo hace. Sería un estúpido si lo hiciese. Mis ojos encuentran imposible el apartarse del cuerpo de mi contrincante, de mi antiguo compañero de facción, del chico cuyo hobby parece salvarme cada vez que me meto en problemas.
-¿Royce? - pregunta Pec, y el chico levanta una mano temblorosa, dispuesto a levantarse. Pero no lo consigue. Sus brazos ceden ante el peso del resto de su cuerpo.
-Lo sacaré fuera, Pec – susurro, obligando a mi cuerpo a avanzar, concentrada en dar cada uno de los pasos correctos en su dirección.
Cuando sus ojos se ciernen sobre mí, sus ojos oscurecen como los túneles de Osadía. Su hermosos iris de color marrón se contamina con una rabia demasiado conocida para mí, una rabia que he visto demasiadas veces en el rostro de Stan, cuando nos separábamos cada noche, justo antes del amanecer. Es la viva imagen del dolor, la rabia y la desesperación personificadas, cuando una persona da todo lo que tiene sin recibir nada a cambio, salvo sufrimiento. Incluso la persona más pura acaba siendo consumida por el odio y el deseo de venganza.
Algo se rompe repentinamente dentro de mí cuando ofrezco mi ayuda a Royce, quien responde interponiendo una distancia aún mayor entre ambos, a pesar de que su magullado cuerpo no le permite realizar movimientos.
-Qué puedo hacer ahora? Lo he perdido. ¿Acaso él no sabía que esto ocurriría tarde o temprano? ¿Acaso no lo sabía yo misma, cuando soy incapaz de permitir que nadie se acerque a mí? Al fin y al cabo, yo no tengo sentimientos. No podía seguir fingiendo ser su amiga. He cortado toda relación que me podía unir a él, y me he llevado conmigo su felicidad, su confianza y su humanidad. Pero no debería de dolerme, al fin y al cabo siempre es igual. Igual de sencillo. Igual de doloroso.
Tal y como esperaba, mi hermana aparece rápidamente junto a mí, para ocupar mi lugar al intentar ayudar a Royce. Con la cabeza en alto giro sobre mis talones, intentando no fijarme durante demasiado tiempo en ellos y en como mi hermana vuelve a cerrar las heridas que yo tan elaboradamente he acabado abriendo. La gente se aparta, con miradas llenas de terror, cuando intento hacer un pasillo entre ellos. Intento centrarme en su terror, en su respeto... Es la mirada que se lleva alguien que quiere ser la número uno en la calificación. ¿Acaso esperaban una lucha amistosa entre Royce y yo? Si piensan así es porque ninguno de ellos merece ser parte de esta facción.
Conduzco a ambos a uno de los túneles que hay cerca de la sala de entrenamiento, donde nadie puede vernos y le hago una señal con la cabeza a Chloe para que deje a Royce en el suelo.
-¿Por qué estás llorando?
-¡No puedo hacer esto! - ni siquiera se molesta en secarse las lágrimas que caen por ambos lados de su cara. En lugar de eso, se da la vuelta y separa los brazos de su cuerpo, haciéndola por una vez, verdaderamente amenazadora - ¡Míralo!
-No – respondo secamente.
-¡Míralo! ¿O acaso te sientes culpable?
-Cállate – espeto, mordiéndome la lengua.
-¿Acaso esto te parece humano? - me coge por el mentón con fuerza y me obliga a bajar la mirada hacia Royce. Su pecho asciende con dificultad, agonístico; y sus brazos, caídos a ambos lados de su cuerpo, terminan en dos temblorosos puños. Su cara me resulta irreconocible, y sus ojos están tan llenos de ira que resulta imposible imaginar que en algún momento adornaron una sonrisa llena de orgullo y suficiencia. - ¡Yo no quiero hacerle esto a nadie! Te has aprovechado de sus sentimientos – el susurro es casi inaudible, pero llega tanto a mis oídos como a los de Royce.
Chloe se arrodilla junto a él, quien no deja de mirarla con desconfianza, y coge uno de sus puños, acariciándolo y masajeándolo hasta que éste se deshace.
-Tienes que hacerlo si quieres ser osada – intento creer ciegamente en mis palabras al mismo tiempo que las pronuncio.
-¿Qué tiene que ver esto con la valentía? ¡Recitame su juramente!
-Chloe...
-¡Recítalo!
Guardo silencio unos segundos antes de empezar a hablar, con el corazón en la palma de mi mano.
-Creemos en los ordinarios actos de valentía, en el valor que lleva a una persona a levantarse por otra. Creemos en gritar por los que solo pueden susurrar, en defender a todos aquellos que no pueden defenderse a sí mismos.
-¿Alguno de esos fundamentos puede aplicarse a esto? - una ligera y desconocida arruga aparece entre sus dos cejas.
-Ninguno. - respondo finalmente – Pero es lo que nos piden para...
-¿No lo entiendes? ¡No quiero convertirme en ti!
Tan rápido como estas cinco palabras salen del interior de mi hermana, ella intenta volver a encerrarlas, devolverlas a la oscuridad cubriendo su boca con ambas manos. Sin embargo, en contra de lo que ella espera, no me hacen sentir absolutamente nada.
-Yo... No quería decir eso.
-Pero lo has dicho – respondo cortante, y un intenso deseo de hacerle daño me invade – Y por mucho que no te guste, tendrás que hacerlo. ¡Quítate la sudadera!
Mi hermana obedece al instante, al tiempo que yo me recojo el pelo en una coleta alta y me acerco a ella para limpiarme el sudor de mi cara en su camiseta de tirantes, idéntica a la mía.
-¿Qué haces? - pregunta sorprendida, bajando su camiseta para cubrir su tripa.
-Suéltate el pelo y humedece tu cara con la humedad de la pared.
Le arrebato la sudadera de las manos y me la pongo, subiendo la cremallera hasta la altura de mi cuello.
-Espera, ¿qué vas a hacer? - mi hermana detiene su acción, mirándome con desconfianza.
-¿Tú qué crees? ¡Suéltate el pelo!
-Lo tenías todo preparado – susurra con voz rota, dejando sus brazos caer a ambos lados. - Sabías que... que no sería capaz de luchar, desde el principio.
-¿Acaso creías que iba a dejarte enfrentarte? - poco a poco, la voz de Royce vuelve a su normalidad. - Tu hermana no iba a arriesgarse.
-No dirás nada – lo fulmino con la mirada, y sus ojos se clavan en los míos con furia.
-No – responde, aunque no fuese una pregunta – Porque si tu hermana sale de Osadía, tú perderás lo poco que te queda de humanidad.
El silencio se estanca entre todos nosotros. Puedo ver por el rabillo del ojo a Chloe, dedicándonos miradas llenas de desesperación a ambos.
-Será mejor que volvamos – anuncio finalmente – Cámbiame tus botas. Chloe, ya sabes lo que tienes que hacer.
-Ser tú – responde en una tono casi inaudible.
-Y será mejor que lo hagas bien. - me acerco a Royce para levantarlo, , aunque en un principio se muestra perspicaz, acaba aceptando mi cuerpo como apoyo. Sabe que es la única forma de entrar a esa sala de nuevo. Debe haber algún extraño motivo por el que ha decidido involucrarse en esto.
Llegamos justo a tiempo para ver como Morgan sale del círculo, ayudando a Thais, quien no deja de llorar y apenas consigue mantenerse en pie. Todo está saliendo tal y como esperábamos.
-¡Chloe! ¡Al centro ahora!
Suelto con delicadeza a Royce en el momento en el que Julian llega hasta mí. Sus ojos se clavan en los míos y algo extraño se dibuja en ellos, como si pidiera ayuda a gritos.
-¡Chloe!
-Sí, sí – respondo, empujando a los iniciados – Lo... Lo siento, Pec.
-Al círculo.
-Sí.
Me sitúo frente a Mike, quien me mira con el entrecejo fruncido, lleno de seguridad. Imbécil. Es realmente bajito, tal y como dijo Royce ayer.
Royce.
Mis brazos caen a ambos lados inconscientemente, y algo fuerte y pesado me golpea justo por encima del hombro, haciéndome caer al suelo de rodillas.
Mierda.
-¿Qué estás haciendo, Chloe?
-Yo... Yo... - me levanto con esfuerzo. ¿Qué ha ocurrido?
Frente a mí está Mike de nuevo, temblando de pies a cabeza. Sus ojos buscan entre los iniciados. Me busta a mí, de quien teme que le pueda dar una paliza por haberme golpeado, por haber golpeado a Chloe.
-¡Vamos enana! - mis ojos se encuentran con el chico de los ojos azules, observándome de cerca. - Si ganas te hago un tour por el complejo de Osadía esta noche.
-¿Qué? - pregunto con una mezcla de sorpresa y rencor.
El segundo golpe es mucho más fuerte, a la altura de mis rodillas.
-¡Oye, tú! ¡Deja a mi hermana en paz, que la estás distrayendo!
Genial, aunque yo habría añadido algún insulto.
-¿Qué pasa? ¿No puedo animarla?
-¿Eres estúpido? - así me gusta - ¡No, no puedes!
Los ojos de Mike se clavan en un punto detrás de mi espalda, donde esos dos están discutiendo.
-Borde, me estás agobiando.
-Te vas a llevar un puñetazo.
-¡Eleanor! ¡Cállate, ya! - Pec parece al borde de su paciencia.
-Es que este creído me pone de los nervios.
-¿Qué he hecho yo ahora?
Aprovechando el jaleo que están haciendo, me acerco a Mike corriendo, deslizándome por su costado y golpeando con el codo en mitad de su cara. El chico, a quien mi golpe lo ha pillado distraído, se cubre ambas manos con la nariz.
-Bien hecho, Chloe.
Las palabras de Pec me recorren la espalda, erizándome el vello.
No puedo golpear con cualquier parte del cuerpo que no sea hueso. Tampoco puedo esforzarme demasiado cuando se supone que he estado cerca de la muerte. Tampoco puedo mostrarme demasiado agresiva. Tampoco puedo perder. Lo único que me queda es agotar a Mike.
No soy consciente del tiempo que permanezco en el círculo, esquivando los golpes de mi contrincante, aunque no todos ellos, y golpeando de ver en cuando con las rodillas o los codos. Cuando finalmente Mike cae al suelo con la nariz rota y dificultades para respirar, Pec da por finalizada la pelea.
-Os quiero a todos en el dormitorio. Ha terminado la primera ronda de lucha y se colgarán las posiciones allí. - hay unas cuantas exclamaciones de sorpresa, tan solo por parte de los iniciados transladados - Cada grupo de iniciados se ha evaluado por separado, con lo que solo un iniciado de cada grupo se marchará esta noche.
Salgo del círculo y me acerco a Chloe, que permanece de pie, con el ceño fruncido, junto a Julian.
-Demasiado lenta – comenta con voz seca. Le dedico una risa falsa y le doy un codazo que sólo ella nota.
-Menudo espectáculo el que habéis liado. - miro a un lado y a otro de la sala, en busca del elemento que me falta - ¿No se ha quedado el de los ojos azules a felicitarme?
-Tenía que ir a no sé dónde – responde con exasperación mi hermana.
-Está bien. ¿Nos vamos?
-¡Chloe! ¿Puedes venir un momento?
Me quedo petrificada a medio camino hacia la puerta.
-Chloe. Querría hablar contigo un momento, si eres tan amable.
Giro con cuidado para encontrarme a Pec, en medio del círculo. Parece dispuesto a esperarme para luchar. Les hago una señal a Chloe y Julian para que se vayan, y ella acaba llevándose al chico casi a rastras.
Me acerco a Pec sin llegar a cruzar el límite del círculo.
-¿Qué tal estás? ¿Te has recuperado bien? - sus labios se han inclinado en una extraña sonrisa. Asiento tímidamente y bajo la mirada hacia las botas de mi hermana – Ha sido una buena lucha. Larga, pero buena. En especial, teniendo en cuenta tu estado y las distracciones.
-Sí, supongo que las distracciones han resultado de ayuda – de repente, mi garganta parece papel de lija.
-La victoria te ha asegurado un puesto en Osadía, ¿sabes?
-Eso está bien - ¿A dónde quiere llegar con esto?
Permanezco de pie, a la espera de que sus palabras rompan el incómodo silencio. Pero, cuando lo hacen, desearía que no lo hubieran hecho.
-¿Sabes que hay cámaras en todos los pasillos de Osadía?
Levanto la cara para encontrarme con su sonrisa de medio lado y su ceja izquierda levemente alzada. Es realmente espeluznante.
-¿Qué quieres decir con eso?
-Con eso quiero decir que no soy tonto. Dile a tu hermana Eleanor, - recalca con especial fuerza mi nombre, haciendo una eterna pausa antes de proseguir – que me debe una.

Corro por los pasillos de Osadía, perdida, desesperada por hallar el dormitorio. Lo sabe. Lo supo desde que regresamos a la sala de entrenamientos. No, lo supo en cuanto nos vio llegar juntas. Lo supo desde el momento en el que le dieron el alta a mi hermana. Supo que yo lucharía por ella.
-¡Chloe! - corro aún más rápido hacia la luz que llena el pasillo, hacia la voz de mi hermana llamándome, donde dos figuras conocidas se hallan frente a mí. Ellos ya habrán visto las listas. Ellos...
Mi cuerpo y el de mi hermana se funden en un fuerte abrazo. Mi hermana no deja de reír, mientras que yo no dejo de temblar, sin poder quitarme la voz de Pec de la cabeza.
-Estoy dentro. Me quedo. Mike se va.
-¿Qué? - mi cuerpo comienza a pesar toneladas. Mi hermana se queda, por lo que no tomará represarias contra ella, sino contra mí.
Mi puesto en Osadía.
-Enhorabuena, gemela borde.
Me s
eparo un poco de mi hermana para mirar a la figura del chico rubio que se ha unido al grupo. Sus ojos se clavan en mí, no en mi hermana, quien supuestamente sigue siendo Eleanor. 
-El primer puesto no está nada mal.
-¿Primer puesto? Espera, ¿se lo has contado? - pregunto, cogiendo a mi hermana por el cuello de su camiseta de tirantes.
-Ahora mismo estoy igual de sorprendida que tú. - responde sin aliento.
-¿Crees que somos tontos? - pregunta Julian.
-¿Tú también? ¿Tan poco convincente he sido? - mi hermana baja la mirada y cruza sus brazos sobre su estómago, protegiéndose.
-No te preocupes, enana. Lo has hecho genial – Dareon se acerca a ella para despeinarla. - Pero es fácil saber qué pasa por la cabeza de tu hermana en todo momento.
-A todo esto, ¿qué haces tú aquí? - doy un paso hacia atrás, alejándome de la pareja.
-¿Aún no lo sabes? A partir de ahora, osados y trasladados competirán juntos. Lo que quiere decir...
No. No. No.

-...que también compartiremos habitaciones. Dormiremos bajo el mismo techo, Eleanor.






¿Por qué? ¿Por qué él? ¿Por qué Dareon?