viernes, 26 de diciembre de 2014

CAPÍTULO NUEVE

-¿Dónde vamos? - pregunto pasados unos minutos en los que he caminado detrás de Pec en silencio por los oscuros túneles del complejo de Osadía.
En realidad, es una pregunta retórica. Sé que me conduce a alguna puerta por la gritarme y expulsarme de aquí. Al principio, la idea me aterrorizaba, como en mi pasaje del miedo. Sin embargo, ahora lo acepto y de lo único de lo que me arrepiento es de no haber estampado mi puño contra la cara de Bruce.
Finalmente, llegamos a una puerta blanca que contrasta fuertemente con la oscura piedra de las paredes, y que se abre al detectar que nos acercamos.
Entrecierro un poco los ojos ante tanta luz, pero me sorprendo al descubrir que no es la luz del sol la que me ciega, sino la potente luz de lámparas de neón.
-Cama ocho. Está inconsciente por los medicamento, pero aseguran que despertará conforme las dosis vayan disminuyendo.
Y dicho esto se da la vuelta y desparece por el oscuro pasillo. ¿Cómo? ¿No me ha echado de Osadía? ¿Permanezco aquí? ¿Hasta cuándo?
La euforia que siento por saber que aún me queda una larga temporada que pasar atrapada entre estas rocas se esfuma en cuanto entro en la estancia iluminada y el primer enfermo con el que me encuentro se inclina sobre la cama para vomitar una gran cantidad de sangre.
Me veo tentada de salir de aquí corriendo, pero me contengo al recordar el estado en el que Pec se llevó a mi hermana tras la pelea. ¿Acaso no ha servido para nada el pasar todo el día mortificándome por ser una hermana espantosa? Trago con fuerza e ignoro las hileras de camas que hay en la estancia hasta que llego a la cama ocho, que está casi al final. Tumbada, demasiado pálida en contraste con su ropa y con aspecto de cadáver, yace mi hermana enchufada a una máquina de oxígeno y a un goteo que le suministra los medicamentos. Se me cae el alma a los pies al verla sin su vitalidad.
Echo un rápido vistazo al informe. Al parecer, Bruce le ha dañado algún conducto respiratorio, por eso le suministran oxígeno directamente, y, aparte de todos los moratones del cuerpo, le ha roto un par de costillas. Hay un apartado en el informe en el que habla de una ligera posibilidad de daño cerebral. Me sobrecojo al leerlo. ¿Se significa eso? Podría quedarse inconsciente o paralítica. O, ¿acaso es posible que determinen su divergencia a través de las pruebas? Suspiro con fuerza y me dejo caer sobre la cama. Verla en este estado me hace actuar de forma paranoica. Tal vez debería impedir que mi personalidad osada devorara con tanta velocidad mi capacidad para pensar con claridad y calma, eso que he aprendido a interiorizar a base de convivir durante dieciséis años con una familia de eruditos.
Busco la mano de mi hermana y me aferro a ella con fuerza. Prometí protegerla hace años, a ella, a la única persona que me importa en este mundo, a la única persona a la que no odio. Y ahora, si está aquí, seguramente sea por mi culpa. ¿Seguramente? No cabe duda de ello.
-¿Qué te he hecho? - susurro con voz rota.
Ni siquiera me he preocupado por venir a visitarla en cuanto salí de la sala de entrenamientos. En lugar de eso, decidí esconderme, aislarme y quedarme totalmente sola, acompañada únicamente de la oscuridad y de mis pensamientos de culpa, a los cuales ni siquiera he concedido la menor importancia. Si de verdad se la hubiera concedido, habría venido en seguida en vez de esperar a que Pec fuese a buscarme. Ahora que lo pienso, podría haberme echado sin siquiera permitirme despedirme de ella. ¿Y quién la hubiera protegido? Tal vez me esté esperando en cuanto salga de aquí para anunciarme que, a partir de entonces, seré una abandonada. Ahora mismo, no estoy aquí por mí. Tengo que seguir con la misión que juré hace tantos años. Tengo que garantizar la supervivencia de Chloe y la posibilidad de que pueda llevar una vida normal dentro de lo que cabe.
Aún así, soy la peor hermana del mundo.
¿Cómo es que fui incapaz de imaginar que elegiría Osadía por mi? ¿Cómo pude ser tan tonta? ¿Por qué no pude analizar las cosas tal y como lo habría hecho ella? ¿Ahora su divergencia a alcanzado tal nivel que me es imposible llegar a comprenderla?
Pero, ¿es eso lo que verdaderamente quería? ¿Alejarla de mí? Sí, por supuesto. Eso es lo único que puedo asegurar, porque lejos de mí, a pesar del dolor y la falta que habría supuesto, ella habría estado a salvo. Aquí no solo se juega el ser una abandonada, sino también su propia vida. Si no hubiera estado toda mi vida diciéndole qué hacer, habría sido capaz de tomar su propio camino sin miedo a las consecuencias, sin miedo a perderme, sin el peligro de no saber qué hacer. Siempre seré culpable de todo lo que le ocurra.

No voy a cenar, sino que sido cogida de la mano de mi hermana hasta que una enfermera me pide que me vaya. A pesar de mis protestas, las puertas del hospital se cierran ante mi rostro y no puedo hacer nada. O tal vez, no soy lo suficientemente decidida como para hacer algo.
Camino inconscientemente de vuelta al dormitorio de los iniciados. Todos me miran fijamente cuando entro, pero los ignoro a todos. Por mi cara de derrotada, todos deben pensar que vengo a recoger mis cosas o, al menos, que Pec me ha dado una charla que no olvidaré en mucho tiempo. Ilusos. Como si no hubiese cosas más importantes. Parece mentira que hayan tenido que darle tal paliza a Chloe para ser consciente de que esto, la iniciación, no es lo más importante.
A la mañana siguiente soy la primera en entrar en la ducha, de tal forma que al salir, la mayoría siguen durmiendo. Me pongo unos ajustados pantalones elásticos que encontré el otro día y una camiseta negra bastante ancha que me deja moverme con libertad.
Tampoco voy a desayunar, sino que me marcho a la sala de entrenamiento directamente y comienzo a calentar hasta que los dedos me arden y los nudillos me sangran de tanto golpear el saco. Mis minutos en soledad me parecen demasiado cortos. Siempre me lo han parecido y siempre me lo parecerán.
Esta vez, peleo con Thais, a la que dejo inconsciente al primer golpe.
Julian, por su parte, protagoniza una de las peleas más espectaculares que jamás se ha vivido en Osadía contra Morgan. El veraz, que es bastante grande y fuerte, se especializa en su capacidad de adelantarse a todos los movimientos de los adversarios contra los que ha tenido que luchar. Hasta este día.
Julian es diferente, bien por su inteligencia sobrecogedora, su personalidad en parte cordial o su agilidad, mantiene a la perfección el ritmo de la lucha. El clímax llega cuando Morgan comete un ligero error que lo hace trastabillar y Julian le da una firme patada bajo la mandíbula. Ahora que me fijo mejor, el chico es un claro ejemplo de osado capaz de pensar por sí mismo. Dentro de unas semanas, cuando haya olvidado por completo de dónde procede, será uno de los mejores iniciados. No puedo evitar sentirme feliz por él, aunque eso lo convierta en mi enemigo. En cierto modo, esto me proporciona esperanzas. Tal vez mi hermana pueda llegar a evolucionar, como lo ha hecho él.
Descubro a Royce observándome sonreír por el rabillo del ojo, lo que extingue mi entusiasmo. Aun recuerdo todo lo que le dije ayer, y sus sentimientos hacia mí no deben de ser muy positivos.
Desearía pasar todo el día en el hospital con mi hermana, pero dentro de mi cabeza ha surgido un recuerdo que me obliga a hacer una locura. Ha pasado una semana desde que llegué.
-Hola. - me siento junto a Willa, la iniciada osada junto a la que me senté el Día de la Elección, a la hora de comer. Tengo que reprimir mis ganas de sentarme sola.
-¡Eleanor! ¿Qué tal? ¿Cómo va la iniciación? - la chica está eufórica como siempre, a pesar de una sinuosa cicatriz bajo su ojo derecho.
-Bien. - respondo con sequedad.
-A una de mis compañeras no se le ocurrió otra cosa que pegarme con un anillo afilado – comenta como si nada al descubrir que observo su nueva marca. - Es un recuerdo de la batalla.
Durante la comida, Willa y su amiga Sheyla no dejan de charlar animadamente sobre la iniciación y hacerme preguntas a las que respondo con monosílabos Cuando me preguntan por mi antigua facción, les lanzo a ambas una mirada amenazadora que las deja algo petrificadas. Pero recuperan su capacidad de parlotear enseguida. Al parecer, esta noche, todos los iniciados osados pasarán por el puesto de tatuajes para recordar esta etapa de sus vidas. Tatuarme la piel siempre ha sido algo que me ha fascinado, aunque desde que llegué aquí no he tenido tiempo para hacer tal cosa.
Cuando termino de comer, apoyo ambos brazos en la mesa y, disimuladamente, dejo que el cuchillo con el que he cortado la hamburguesa se cuele por la manga de mi negra chaqueta de cuero.
-Willa, necesito tu ayuda - susurro sin mirarla. - ¿Podrías acompañarme?
La chica se disculpa ante Sheyla y el resto de los compañeros osados que se han ido incorporando al grupo para acompañarme al exterior del comedor, al Foso, donde el ruido de la agua impide que nos oigan.
-Necesito encontrar una salida. Una puerta o algo para salir a las calles. ¿Podrías ayudarme?
-Eso está prohibido - no lo dice con miedo, sino con una chispa de emoción. Es extraño poder ver cómo alguien tiene las mismas reacciones que yo tenía en Erudición, cuando decidía escaparme por las noches. Siento una punzada de celos tan solo de pesar que ella lo ha podido hacer libremente toda su vida. Si hubiera nacido aquí, las cosas serían tan diferentes. En el fondo, poco a poco, comienzo a enamorarme de esta facción, aunque los entrenamientos no me permitan disfrutar de los detalles más osados, como un simple tatuaje o una charla animada entre colegas. Mi lado solitario y el osado han iniciado una lucha interna que parece no tener fin.
Willa me conduce por los oscuros y sinuosos pasillos de osadías hasta una puerta oculta en las sombras.
-Detrás de esta puerta hay unos escalones que te llevan al exterior. - al tirar con fuerza para abrir la puerta, ésta produce un sonido chirriante y el sonido se propaga por los túneles, que ahora están en un silencio demasiado absoluto. ¿Cuánto hace que alguien no pasa por aquí? - Buena suerte con lo que sea que vayas a hacer. Intentaré cubrirte.
Casi podría decir que me guiña el ojo, aunque no puedo verlo a causa de la oscuridad total. Antes de iniciar mi ascenso por la escalera de metal, me giro para observar el túnel, demasiado oscuro y silencioso para encontrarse en el complejo de Osadía. El vello de la nuca se me eriza y reprimo el impulso de echar a correr.
Los escalones son resbaladizos y tras la eterna subida me topo con otra puerta igual de ruidosa. A diferencia de lo que esperaba, no me inunda la luz solar, sino que aparezco en una extraña habitación destrozada y polvorienta. Estoy en una de las casas destruidas que hay en la zona del pantano, en la sección Osada. No tardo en dar con la salida, aunque cuando lo logro, soy incapaz de salir al exterior. Me quedo completamente paralizada en mitad de una estancia amplia y polvorienta. Justo en la puerta de la casa está mi maleta, la maleta que le di a Stan hace una semana exactamente.
Debería cogerla, para eso he salido. Ya hace una semana que llegué al complejo de Osadía y él la ha traído, tal y como le pedí. Pero, es extraño, ¿dónde está? ¿Por qué no está aquí? Ni me planteo el que se haya marchado sin hablar conmigo. No. Debe estar en alguna parte, cabreado. Muy cabreado.
Apenas afirmo este pensamiento, siento un golpe en la espalda que me desarma. Ahogo un grito y apoyo ambas manos en el sucio suelo para no caer. Entonces, un pesado pie me golpea en el estómago, dejándome sin aire y haciéndome caer. Intento ponerme en pie, pero una helada mano me coge por el cuello y me levanta sin esfuerzo como si mi cuerpo no pesara más que el aire.
Mi espalda se estrella una y otra vez contra la pared de ladrillo y no puedo respirar. Me quedo sin aire y mi visión se llena de oscuros puntos negros que me impiden ver nada. El dolor es atroz y la cabeza no deja de darme vueltas. Estoy muriendo. Poco a poco. Muy poco a poco.
Entonces todo cesa. Mis pies vuelven a tocar el suelo y la presión en el cuello desaparece, siendo sustituida por un brazo que me presiona sobre el pecho, impidiéndome el movimiento. Intento sujetar el cuchillo de la manga, pero estoy tan débil que acaba resbalando entre los dedos.
-Cuánto te queda por aprender, cielo.
Escucho un golpe metálico y supongo que ha lanzado el cubierto lejos de mi alcance. Me conoce demasiado bien. ¿Cómo he podido ser tan tonta? En teoría, yo debería de conocerlo tan bien como él a mí.
-Dime algo, cariño. - su voz provoca escalofríos por todo mi cuerpo.
-Voy a...
Pero no ne deja terminar. Presiona su cuerpo contra el mío de forma asfixiante y me besa de forma brusca. Mi cuerpo se debate entre el dolor y el placer, llegando hasta mi mente, que es incapaz de mantener una idea clara. La explosión de sensaciones me impide mantenerme consciente, y vuelvo a sentir que todo a mi alrededor comienza a girar velozmente.
-¿De verdad quieres matarme? - pregunta separándose unos milímetros, aunque vuelve a fundirse enseguida - No sabes las ganas que tenía de volver a oírte amenazarme. La diferencia entre ésta y la última vez es que no vas armada, no podrás apuñalarme.
-Lo lamentarás - respondo sin aliento, luchando contra la fuerza que me arrastra hacia la inconsciencia.
-¿Qué vas a hacer? - ahora suena enfadado, lo que pocas veces le ocurre. Vuelve a cogerme por el cuello y golpea mi cuerpo contra la pared - Tú y yo teníamos un trato. - Abro los ojos lo suficiente para encontrarme con su mano sujetando una fotografía. Todo es borroso, pero puedo distinguirnos a Chloe y a mí con nueve años, vestidas de azul y jugando en nuestro dormitorio. Es la única foto que he guardado en mi cuaderno de dibujo - Chloe Stone. ¿No era así? - escuchar el nombre de mi hermana en su boca me provoca nauseas - Alguna vez me mencionaste que tu hermana era demasiado erudita, aunque me prometiste encontrarla en Abnegación. - empiezo a temblar, incapaz de tranquilizarme. No puede ser... - Después de comprobar que no está en ninguna de esas dos facciones he deducido que tu hermanita tiene un pequeño secreto - se acerca a mí aún más, aunque no rompe el contacto visual - Divergencia.
No puedo evitar abrir los ojos presa del miedo.
-¿Así que ya sabías que es eso? Los altos cargos de erudición también lo saben, y están muy interesados en ello. ¿Qué ocurriría si encontrase a tu hermanita y les hablara de ella? - esta vez si rompe el contacto y se aproxima hasta que sus labios rozan el lóbulo de mi oreja - Sabes que la encontraré.
-Cabrón. - intento resistirme como puedo, pero mis intentos resultan patéticos y lo único que consigo es debilitarme más aún y que Stan me zarandee al reír a carcajadas. ¿Qué me hará ahora? No me cabe duda de que intentará abusar de mí. Nada puede detenerle. Ni siquiera yo. He sido una estúpida por confiar en él y pensar que me libraría para siempre de su presencia cuando llegara a Osadía. Tratar con los abandonados no es ningún juego de niños.
Aunque algo está claro: no pienso suplicarle.
Vuelve a presionar su cuerpo contra el mío y su boca me muerde por toda la clavícula, ascendiendo por el cuello e ignorando mi resistencia. Cierro los ojos ante la desesperación.
Entonces, el peso de mi cuerpo desaparece y caigo al suelo con un golpe seco, clavándome todas las rocas en las mano y los brazos desnudos. Permanezco inmóvil, derrotada, esperando alguna patada en el costado o la presencia de su cuerpo sobre el mío. Pero los minutos pasan y no hay nada, tan solo un agudo pitido en mis oídos. No abro los ojos, sino que me rindo por completo a la oscuridad.
Escucho golpes a mi alrededor y un grito de dolor que me recorre la espalda. Estoy completamente inmovilizada, sin fuerzas para levantarme siquiera.
El silencio regresa y tan solo abro los ojos cuando escucho una voz cálida susurrar mi nombre, una voz que no pertenece a mi atacante. Una mano fría y húmeda me acaricia con suavidad el brazo y un dolor atroz me recorre, aunque estoy demasiado débil incluso para gritar. Toso con fuerza, provocando que una nube de polvo entre en mi nariz, y siento que las fosas nasales me arden.

-Eleanor...
Parpadeo para acostumbrarme a la luz hasta que, finalmente, consigo distinguir al chico que hay frente a mí.
-¿Royce? - pregunto en un susurro ronco.
Se inclina sobre mí y pasa una mano por debajo de mis piernas, levantándome como si no pesara nada.
-Menos mal. Pensaba que había llegado demasiado tarde. - me aprieta contra su pecho, lo que no consigo soportar.
-Bájame - susurro en seguida.
El chico no se resiste y me ayuda a estabilizarme sobre el suelo. ¿Cómo me ha encontrado? Ahora no es el momento de preguntárselo.
Miro a un lado y a otro. Royce ha conseguido dejar inconsciente a Stan, cuya cara está llena de sangre. ¿Cómo ha podido vencerle? Siento una punzada de celos. Yo debería haber sido quien le diera tal paliza.
A continuación, todo ocurre demasiado rápido. Veo el afilado cuchillo en la mano de Stan y no lo dudo ni un segundo. Aparto a Royce a un lado y me giro para enfrentarme a él en el momento en que se levanta.
Noto el afilado objeto recorrer mi brazo derecho, aunque consigo derribar a Stan cargando en mi hombro toda la fuerza que me queda, la cual parece ser suficiente. El joven, ya de por sí debilitado, choca con la pared medio derruida que hay justo a su espalda y cae al suelo, dejando que el cuchillo haga un ruido metálico al caer.
Ni siquiera me molesto en recapacitar. No me importa la sangre que recorre mi brazo, solo puedo pensar en golpearle una y otra vez, aunque mis golpes no son todo lo fuertes que a mí me gustaría.
Este cabrón ha amenazado a mi hermana.
Quiere entregarla a los eruditos.
Tengo que matarlo antes de que eso ocurra.
Royce me había quitado la oportunidad de vengarme.
Ahora puedo hacerlo.
-¡Déjalo ya! - los brazos del osado me levantan de nuevo, como si nada. Aun así, sigo golpeando al aire, intentando zafarme de él.
-¡Tengo que matarlo! ¡TENGO QUE MATARLO!
-Estás herida, estúpida - nada más soltarme siento una fuerte bofetada en la mejilla que me hace caer hacia atrás – E histérica. Y él está inconsciente. Tenemos que irnos antes de que vuelva en sí. No se atreverá a seguirnos.
¿Por qué no me deja matarlo? No sería la primera vez. Puedo hacerlo sin problemas. Pero está claro que Royce no está dispuesto a permitirme cruzar ese límite.
-Aun no - susurro sin aliento, arrastrándome con dificultad hasta el cuerpo inconsciente de Stan.
Escucho a Royce resoplar y caminar detrás de mí, dispuesto a llevarme a rastras. Sin embargo, se detiene sorprendido cuando comienzo a rebuscar en los bolsillos de Stan.
-¿Qué buscas? - no respondo, sino que me dejo dominar por la histeria con cada bolsillo nuevo que descubro en su ropa, amarilla cordial y gris abnegada. - Eleanor, ¿qué estás buscando?
Sus manos sujetan las mías un par de segundos, lo que me altera aún más. No hay tiempo.
-¡Una foto! Estoy buscando una fotografía. Me la ha enseñado. Tiene que tenerla en algún lado.
Royce no duda ni un segundo en echarme una mano, y ambos rebuscamos por los bolsillo de los pantalones, la camisa y la chaqueta.
-¡La tengo! - apenas dejo que Royce la mire. Se la quito y la aprieto contra mi pecho protegiéndola - Ahora sí que nos vamos, Eleanor.
Royce me conduce hasta la puerta casi sin darme cuenta. Justo antes de cruzarla caigo en la cuenta.
-¡La maleta!
El chico estaba preparado para sujetarme por si acaso. Se inclina un poco y clava sus ojos oscuros en los míos.
-Iré yo.
-Ten cuidado - susurro cuando ya se ha marchado y sé que no puede oírme.
¿A qué ha venido ese momento de debilidad? Bajo los escalones resbaladizos con cuidado. Royce me ha salvado, y yo lo único que he hecho por él ha sido tratarlo fatal. Desde que íbamos al colegio juntos, el chico ha intentado acercarse a mí. ¿Vería dentro de mí a una osada como lo era él? ¿O tal vez había otro motivo? O puede que tan solo intente ayudarme para quitarse a una enemiga en la iniciación.
-¡Eleanor!
-¡Estoy aquí abajo! - exclamo cuando se asoma a lo alto de la escalera. He llegado al final casi sin darme cuenta, de nuevo. Sigo demasiado aturdida por los acontecimientos.
-Vale. Pensé que te habías escaqueado de nuevo.
Su frase es seguida por un chirrido y una oscuridad total. Pocos segundos después, siento que una mano fuerte me coge de la mano y tira de mí, guiándome por la oscuridad de los túneles. Pero no avanzo durante mucho tiempo, sino que sus brazos vuelven a cogerme en seguida y pierdo la noción de todo lo que me rodea.

Cuando recupero la consciencia, me encuentro sentada en un duro e incómodo colchón, rodeada de claras luces blancas y con una enfermera a mi lado sujetando una afilada aguja.
Grito ante la sorpresa y tiro del brazo, lo que me produce un dolor horrible y los puntos negros reaparecen en mi campo de visión.
-Tranquilízate – los fuertes brazos de Royce me sujetan a la cama mientras la enfermera trata de terminar de coserme la larga y profunda herida que Stan me ha echo en el brazo. - Esto te pasa por correr por las escaleras húmedas.
-No conozco a muchos osados que se mareen con la sangre – susurra la enfermera, cuyo rostro está lleno de piercings y no transmite mucha confianza.
-¡¿Qué?!
-Eso me ha dicho tu compañero.
Miro a Royce con la boca abierta. ¿Cómo lo ha sabido? Y entonces sus ojos me miran maliciosamente y sonríe divertido. Genial, se lo acabo de confirmar.
-No me he mareado con la sangre – susurro, más para mi que para ninguno de ellos – Ha debido ser el golpe.
La enfermera pasa un eterno tiempo cosiendo mi herida y untándome una pomada cordial que hace que se me duerma el brazo. Durante todo ese tiempo, Royce permanece a mi lado, bien sujetándome el brazo, momento incluso en los que estoy tranquila, o bien charlando conmigo, aunque yo no participe muy activamente en la conversación. Sin embargo, cuando llega el momento de que la enfermera cure a Royce, quien no ha salido tan ileso como parecía de la pelea con Stan, no puedo soportar ver la herida emanar de sus heridas y, sin apenas mirarlo, me marcho en busca de la cama ocho.
Me sorprendo al encontrarla con sus enormes ojos oscuros divagando por la estancia.
-¡Eleanor! - exclama con voz ronca.
Me quedo boquiabierta. ¿Cómo es posible? Ayer parecía un vegetal, conectada a cientos de tubos; y ahora vuelve a tener ese brillo de vitalidad en los ojos.
-Te mataría – me acerco a ella y la abrazo, incapaz de contener la emoción. Incluso así, metida en una cama de hospital, sigue siendo igual de... ¿qué? ¿Ilusa? ¿Adorable? ¿Ambos al mismo tiempo? Pero eso no es lo que importa ahora. Lo único que importa es que está viva y feliz, y que no me ha abandonado. - Siento no haber estado hoy contigo, he tenido que hacer una cosa.
-No te preocupes. Apenas hace un par de horas que desperté y Dareon me ha estado haciendo compañía – abre mucho los ojos cuando me separo de ella y sus ojos se centran en mi brazo. - Pero, ¿qué te ha pasado?
-Esto... Bajaba corriendo por una escalera húmeda y ya sabes, las escaleras de piedra están algo afiladas – es la misma escusa que al parecer Royce ha intentado colarle a la enfermera, aunque con poco éxito, al igual que yo a mi hermana.
-¿Y esos moratones en el cuello?
-Una pelea – eso no es falso en absoluto.
-Pensaba que no estaba permitido ahogar a los iniciados. ¿Contra quién peleabas? - ¿Cómo puede ser tan lista?
-¡Chloe deja de interrogarme! - intento reír despreocupada, fracasando por completo, por lo que intento cambiar de tema cuanto antes – Por cierto, ¿quién es Dareon?
-Un chico. - responde dejándose caer en la cama y cerrando los ojos, lo que hace siempre que no quiere que descubra lo que realmente piensa.
-No me digas – el sarcasmo de mi voz la hace sonreír, lo que me desarma por completo.
-Es un iniciado osado. Su hermano está justo ahí al lado. - señala el biombo que separa su cama de la de al lado. - Cayó por las escaleras, de verdad, y se rompió el fémur.
-Deja de insinuar que miento – digo como si nada, alejándome un poco para asomarme a la cama de al lado, donde un chico de pelo rubio duerme tranquilamente con la pierna escayolada.
-En el fondo, el hecho de que intentes colarme tus trolas tiene algo bueno, ¿sabes? Odiaría tener una hermana veraz.
-¿Colarte mis trolas? ¿Desde cuándo hablas así? - pregunto incapaz de no sonreír.
-Así es como hablan los chicos de aquí. ¿No decías que tenía que acostumbrarme a ellos?
-¿De verdad? ¿Así es como hablan los chicos de aquí según tú, que llevas dos días aquí encerrada? ¿O así es como habla ese tal Dareon?
-Tal vez lo sabrías si no pasaras tanto tiempo sola, Eleanor – Chloe me fulmina con la mirada, lo que empieza a confirmar mis sospechas.
-Por cierto, ¿cuántos años tiene el chico?
-Nueve. ¿A que es adorable? - sus ojos vuelven a abrirse de forma exagerada y sonríe de oreja a oreja.
-Odio a los niños – sentencio.
-Eres odiosa.
-Lo sé. Tú te llevaste toda la carisma.
-Eleanor Stone mostrando algo de sentido de humor. Esto sí que es nuevo.
-¡Hola Royce!
Me doy la vuelta y fulmino con la mirada al chico alto y de pelo despeinado que acaba de asomarse por el biombo. Tiene la camiseta negra rasgada, lo que me permite verle un pulcro vendaje blanco bajo ésta.
-Hola, Chloe. Me alegra ver que estás bien.
-Bueno. Aún me queda pasar aquí un par de días. ¿Qué te ha pasado? - mi hermana me mira a mí y al vendaje alternativamente, con el ceño fruncido.
-Esto me pasa por intentar seguirle el ritmo a tu hermana.
Mierda. Eso es suficiente para que saque sus conclusiones infalibles.
-Interesante.
-¡No! - exclamo – No es interesante.
-¿Esa no es la maleta de mi hermana?
Esto mejora por momentos.
Royce se descuelga la maleta de la espalda y, tras mirarme dubitativo, acaba dándomela a mí.
-Necesitaba unas cosas – susurro, apretándola contra mi pecho.
-¿Y has ido a por ella? ¿Has visto a mamá?
-Por supuesto que no he vuelto a pisar esa facción – respondo sin disimular la arrogancia.
-¿Entonces? ¿Te la han traído? ¿A quién mandaste?
-A un chaval. Pero no era de erudición, a no ser que se hiciera pasar por abandonado. - vocalizo un “cállate” hacia Royce, intentando que Chloe no me vea. Pero ya es demasiado tarde.
-¿Un abandonado? ¡Eleanor! ¡Son peligrosos!
-No me hables como si fueras mayor que yo – pongo los ojos en blanco y me apoyo contra la pared, despreocupada. Al final ha acabado averiguándolo.
-Soy mayor que tú.
-Pues no lo pareces. El hecho de que yo naciera antes y por ello supuestamente tú seas mayor no te hace más madura, Chloe.
-Aun así, eso no me impide querer protegerte.
-Esta discusión no nos lleva a ninguna parte. - canturreo.
-El echo de que sigas tratando con abandonados tampoco te lleva a ninguna parte.
-¿Cómo? - pregunta Royce, que hasta este momento tan solo se ha dedicado a mirarnos interrogante, y ahora se centra en mí - ¿Tienes trato con abandonados?
-¡No! - respondo, intentando controlarme – Tan solo le pedí a uno de ellos que me hiciera el favor de traerme una mochila. ¡Ya está!
-No entiendes nada – susurra Royce, negando con la cabeza y con mirada penetrante. Después mira a mi hermana, quien le devuelve la mirada y niega con la cabeza, de acuerdo con él. Perfecto. Ahora los tengo a ambos aliados contra mí.
-Eleanor. Los abandonados son extremadamente recelosos. No harán nada sin pedir algo a cambio, y menos aún ayudarte a conseguir un puesto por el que ellos lucharon en algún momento.
-¿Cómo? - la sorpresa de Royce parece haber alcanzado el clímax.
-¡Crees que no me he dado cuenta de ello hoy! - susurro alterada.
Mi hermana tarda un par de segundos en recapacitar sobre a qué me refiero.
-¿Qué ha intentado hacerte? - sus tono de voz me pilla por sorpresa. Mi hermana suena enfadada. ¿Desde cuándo?
-Tranquilízate – susurro al mismo tiempo que Royce decide hacer estallar la bomba.
-¿A parte de darle una paliza? Abusar de ella.
-¡No ha abusado de mí! - intento no gritar en mitad del hospital, pero mi voz va a aumentando de tono considerablemente.
-Porque yo he llegado a tiempo, que si no... - se apoya en el extremo de la cama y se cruza de brazos. ¿Qué espera? ¿Un gracias? ¿Después de lo que ha liado?
-Podría haber cuidado de mí misma. - intento sonar segura de mí misma, pero fracaso estrepitosamente.
-No parecía eso. - ¿A quién quiero engañar?
-No sé por qué me seguías.
-Sabía que tramabas algo cuando te vi coger el cuchillo. - Pero...
-¡Deja de vigilarme!
-¿Y si no quiero? - ¿qué tiene este tío contra mí?
-Acosador.
-Traidora. - Ahora sí que lo mato.
-¡Imbécil! - mi hermana mi coge por el brazo y, como no tiene fuerza, acaba clavándome las uñas para aferrarse a mí.
-¡Enfermera!
-Se supone que todos iniciamos el camino en esta facción siendo unos novatos, ¿sabes?
-Haber sido más listo que yo.
En ese momento llega la enfermera. Apenas soy consciente de cuándo decide soltarme mi hermana, ni de cómo consigue la mujer sacarnos a Royce y a mí y evitar al mismo tiempo que acabemos matándonos.
-¡No te importa lo que yo haya hecho antes o después de llegar aquí! - exclamo con todas mis fuerzas una vez hemos vuelto a los oscuros túneles.
-Al menos podrías agradecerme el haberte ayudado allí arriba. Quién sabe lo que te habría hecho ese...
-¡Claro! Si quieres también te agradezco el que seas un acosador.
-¡Sólo intentaba ayudarte!
-¡Yo no te he pedido ayuda!
-¡Me preocupo por ti, Eleanor!
Toda mi rabia desaparece de golpe. ¿Preocupado por mí? ¿Y esto a qué viene ahora?
-¿Por qué? - a pesar de mi esfuerzo por sonar enfadada, es imposible. Ahora es cuando todo se acumula en mi cabeza. Es como aquellos momentos en los que intento enfadarme con mi hermana. ¿Por qué me pasa esto? Nunca me he encariñado con nadie, y ahora... aquí...
-Me preocupo por ti porque eres mi amiga. O porque quiero que lo seas. Defínelo como quieras. Estoy cansado – Royce se da la vuelta y desaparece por una esquina, por la que se cuela una tenue luz que pertenece al Foso.
¿Puedo considerarlo un amigo? No. ¿No puedo? ¿O no quiero?

Unos minutos más tarde recorro el camino por el que Royce acaba de desparecer. Está claro. No quiero tener amigos. Llevo años sin confiar tanto en alguien como para llamarlo “amigo”. ¿Por qué iba a hacerlo ahora que tengo todo lo que siempre he deseado y no necesito la ayuda de nadie?
Cuando llego al solitario comedor para cenar, descubro a Royce sentado en una de las mesas más alejadas de la puerta. Aunque me siento tentada a fingir que no lo he visto, acabo acercándome con mi bandeja llena de comida.
-Parece que no vas a dejar de seguirme hoy, ¿no? - intento sonar divertida, pero Royce me dedica una mirada fría como el hielo – Está bien. Esto no se me da nada bien, ¿vale? Pero siento que te debo algo. Así que gracias por ayudarme antes con Stan.
-Stan – susurra con una voz llena de odio.
-Sin embargo, no puedo considerarte amigo mío. Llevo años sin catalogar a nadie con esa palabra.
-Tal vez haya llegado el momento de hacerlo, ¿no crees?
-Soy una loba solitaria.
-No hace falta que lo jures – la comisura de su boca se inclina en una tímida sonrisa.
-Es complicado. Y soy demasiado egoísta. No quiero tener ninguna relación con nadie a no ser que consiga algo con ello.
-Salvo con Chloe, ¿no?
-Chloe es mi hermana. - susurro jugando con el tenedor en mi mano.
-La relación entre hermanos y amigos no es tan diferente, Eleanor.
Nos mantenemos la mirada el uno al otro durante unos eternos minutos.
-Tal vez... Con el tiempo.
-Me aseguraré de que cambies de parecer. - se pone de pie con la bandeja vacía y me observa sonriente desde arriba - ¿Vienes?
-Será un placer – recojo mi bandeja, intacta, y me levanto junto a él. A decir verdad, el chico es bastante alto.
-Deberías comer. Mañana hay combate.
-Tengo el desayuno. Y prefiero desayunar fuerte. Algo me dice que mañana va a ser un día importante – sonrío satisfecha mientras salimos del comedor e iniciamos el camino hacia los dormitorios.
Y no me equivoco. Al día siguiente, tras el desayuno, ha llegado el momento de mi venganza.

En la pizarra, mi nombre aparece junto al de Bruce.

jueves, 30 de octubre de 2014

CAPÍTULO OCHO

Golpeo con fuerza el saco una y otra vez. Por el rabillo del ojo descubro que mi hermana intenta imitar cada uno de mis movimientos, sin conseguir el mismo resultado. Yo soy musculosa, mientras que mi hermana es demasiado huesuda.
-Dale con los codos y las rodillas, Chloe - le digo cuando le dé al saco con el antebrazo, y contiene un grito de dolor.
Me mira perpleja y empieza a golpear con los codos. Sigue apretando la mandíbula para contener el dolor, pero el saco comienza a balancearse con algo más de fuerza.
En ese momento, Pec llega a nuestra altura para evaluar nuestro trabajo. Me observa atentamente unos minutos antes de girarse hacia mi hermana.
-Será mejor que entrenes duro, chica. Esos bracitos de niña pequeña no durarán ni un asalto.
La cara de mi hermana se vuelve del color de los sacos, rojo chillón, y yo no puedo evitar sonreír al ver a mi hermana en una situación tan incómoda.
El entrenamiento dura toda la mañana. A la hora de comer, estoy realmente hambrienta, y engullo mi hamburguesa con ansia. Mi hermana llega algo después, porque ha decidido ir a darse una ducha. Sus movimientos resultan casi robóticos, y una mueca de dolor se plasma permanentemente en su cara.
Por la tarde, volvemos a la sala de entrenamiento con nuestros inseparables sacos. Los músculos empiezan a entumecérseme, pero no me importa. Me encanta esta sensación.
Cuando Pec nos deja marchar, voy al dormitorio y me doy una rápida ducha de agua fría. Tenemos el resto de la tarde libre, hasta la cena.
-¿Vienes a dar una vuelta? - me giro y contemplo al chico que hay justo detrás de mí. Royce.
-¿No estás cansado? - pregunto con sarcasmo, y no puedo evitar echar una mirada a la litera de abajo, en la que mi hermana está completamente dormida.
-Para nada. Esto ha sido una especie de calentamiento para lo que se avecina. - le dedico una sonrisa y asiento con la cabeza.
Nos dirigimos al foso y entramos en una tienda de ropa. Me compro varios conjuntos oscuros y unas botas con cordones. Royce se prueba una chaqueta de cuero negra que le queda perfecta, y yo me compro una igual. Nos topamos con una tienda de tatuajes y contemplo con fascinación los diseños que se exponen en el escaparate. Ambos estamos dispuestos a entrar, pero la cola formada por iniciados es enorme, así que nos marchamos para regresar otro día.
Decido tomar una cena ligera, aunque resulta difícil con el tipo de comida que sirven los osados.
Pasamos los siguientes días practicando duramente. Alternamos los sacos con clases de lanzar cuchillos y disparar. Fallo a caso hecho los primeros lanzamientos de cuchillos, para que no se note que controlo esto desde hace años. Mi hermana no es tan mala como esperaba, principalmente porque sé que hace todo tipo de cálculos en su cabeza antes de lanzar. Al fin y al cabo, hay algunas cosas de los eruditos que pueden resultar útiles aquí.
El primer día que disparamos, el retroceso del arma de Julian hace que la culata le impacte en la frente. Se lo llevan al centro médico, aunque por la noche ya está de nuevo en el dormitorio, con un feo moratón sobre los ojos. A mí lo de disparar no se me da tan bien, principalmente porque en el sector abandonado no hay armas con las que entrenar. Aun así solo paso unos minutos antes de acostumbrarme al arma y acertar.
Poco a poco voy conociendo más a mis compañeros. Thais, la abnegada, no es muy competente; mientras que Julian, a pesar de haber sido cordial, mejora de forma considerable. Mi hermana tiene sus altibajos, pero no es tan mala como me temía. Hay cuatro veraces: Peny, la única chica, no es muy buena, aunque al menos es mejor que Mike, uno de los chicos de su misma facción. Morgan y Bruce, el odioso veraz, se caracterizan por un afán de superioridad. Son buenos, pero no tanto como Royce y yo.
Un día, cuando llegamos a la sala de entrenamiento, Pec nos espera en el área central, junto a una pizarra. Estamos en la zona de batallas cuerpo a cuerpo. Cuando llegan todos los iniciados, Pec hace girar la pizarra y observamos las parejas de combate. Al ser impares, uno no lucha hoy: Mike. Yo lucho con Peny, Royce con Julian y Chloe con Bruce.
Maldigo en voz alta justo en el momento en el que Pec anuncia que Peny y yo somos las primeras en combatir. La lucha durará hasta que una de las dos no pueda seguir luchando o se rinda. En cuanto entramos en el círculo pintado en el suelo y Pec da la señal, me acerco a Peny, en posición defensiva. Ella no me ataca, sino que me mira nerviosa, esperando mi reacción para defenderse y atacarme por "sorpresa".
-Me estoy aburriendo - exclama Pec pasados unos minutos.
Ese es el momento. Peny lo mira asustada y yo aprovecho y le golpeo el costado con una pierna. La chica cae al suelo y espero a que se ponga de pie para poder volver a pegarle.
-Bien hecho, Eleanor. Aprovechar las distracciones externas a la hora del combate es importante, al igual que lo es no distraerse, Peny. ¡Ponte de pie!
Peny lo obedece tambaleante y se lanza contra mí sin pensarlo. Me golpea en el hombro mientras sus ojos se llenan de furia. Me tambaleo un poco, sorprendida ante su fugaz ataque, y ella aprovecha esto para encadenar varios golpes seguidos. Levanto ambos brazos para protegerme y poco a poco comienzo a seguir el patrón de sus golpes. No tardo mucho en descubrir su punto débil, la parte de su cuerpo que deja desprotegida en cuanto deja de golpearme. Me agacho y, con una agilidad que me sorprende a mí misma, levanto la pierna y le doy una patada en el pecho, en el esternón.
Cae de espaldas al suelo y aprovecho para pegarle en la cara un puñetazo que hace que me latan los nudillos. La chica gira y se queda de cara al suelo, escupiendo sangre. Me pongo de pie y espero a que se levante. Cuando lo hace, tambaleante, vuelvo a pegarle un puñetazo con todas mis fuerzas en la cara y cae al suelo de nuevo. Noto como la sangre me late con fuerza por el cuerpo y los pulmones me piden oxígeno a gritos.
La chica intenta levantarse, pero las piernas le fallan y cae al suelo de nuevo. La lucha ha acabado. Levanta la mano para indicar que se rinde y su cabeza golpea el suelo con un golpe sordo.
-Bien hecho, Eleanor - Pec se acerca a la pizarra y escribe mi nombre en el cuadro en el que se cruzan mi nombre y el de la chica inconsciente.
Un par de hombres aparecen en la sala de entrenamientos y recogen a Peny. Salgo del círculo y dejo que mi hermana y otros iniciados me golpeen el hombro de forma amistosa.
Los combates van sucediéndose poco a poco. Primero, Morgan le da tal golpe a Thais en la cabeza que esta acaba gritando histérica una rendición. Y después todos disfrutamos de una entretenida lucha entre Royce, que decide no acabar la pelea en un primer golpe, y Julian, que se esfuerza por no dejarse vencer. Sin embargo, al final, el vencedor es Royce. Julian, ante su negativa de rendirse, acaba semiinconsciente. Es el propio adversario el que lo ayuda a salir del círculo y lo sienta en el suelo para que se recupere.
-Chloe y Bruce.
Mi sonrisa de entusiasmo ante el entretenimiento que acabamos de presenciar, desaparece. Observo aterrada cómo mi hermana avanza tambaleante hacia el centro del círculo. Bruce la imita y se coloca frente a él con una enorme sonrisa de superioridad en la cara.
Todo sucede demasiado rápido. Pec apenas termina de dar la señal cuando Bruce ya ha llegado hasta mi hermana. A ésta a penas le da tiempo a lanzarme una mirada desesperada, pues Pec le asesta un fuerte puñetazo en mitad de la cara. Mi hermana cae al suelo y mis piernas comienzan a moverse por sí solas. Hay un momento en el que mi cuerpo deja de avanzar, pero sigo estando demasiado lejos.
Bruce le asienta una patada, una detrás de otra. Observo aterrada el cuerpo inmóvil de mi hermana en el suelo. Intento desesperadamente aproximarme hasta ella, pero una fuerza que soy incapaz de localizar me bloquea.
Me veo de nuevo frente a Bruce, en los dormitorios, golpeando su cara una y otra vez. Ahora veo su sonrisa de satisfacción mientras se aleja de Chloe, que permanece inmóvil. Pec corre a recoger a mi hermana del suelo, la levanta en sus brazos y lo veo desaparecer por la puerta de la sala de entrenamientos. Yo sigo bloqueada, aunque ya no me molesto en intentar luchar. Por un momento, mis ojos y los de Bruce se cruzan. Sonríe con suficiencia y de nuevo me veo golpeándole, y siento como la sangre corre por mis venas con fuerza. Se acaba de vengar de mí.
Es en ese momento en el que regreso a la realidad. Su repugnante sonrisa me ha devuelto a la consciencia.
-¡Cabrón! - grito, y la fuerza que me oprimía vuelve a hacerse patente. Lo reconozco sin mirarlo. Es Royce. ¿Por qué sigue sujetándome? - ¡Suéltame! - no le doy tiempo a hacerlo. Levanto el brazo y le golpeo con toda la fuerza que tengo en el centro de la cara, lo que le hace soltarme al instante.
Me concentro en Bruce mientras camino hacia él. “Quiero matarlo”, pienso con fuerza, y me sorprendo al descubrir que es cierto. Lo que quería hacerme a mí se lo ha hecho a la inocente de mi hermana. Ella siempre decía que había que controlar nuestras emociones. ¿Para qué? ¿De qué le ha servido eso? “Lo mataré. Dos metros y su vida habrá llegado al final”.
-¡Detente ahora mismo, Eleanor! - tengo el puño entorno al cuello de la camisa negra de Bruce. Ropa negra de osado, de valiente, aunque lo que ha hecho hace unos segundos es de todo menos valiente. Es cobardía, contra lo que luchamos los que realmente pertenecemos a Osadía – No se te ocurra golpearle, Eleanor - ¿Cómo es posible que una voz me detenga? Es una voz poderosa, llena de poder. Es una voz osada, así que debe entender que lo que hago es justificable. Intento concentrarme en el recuerdo de mi hermana, inconsciente y sangrando sobre el frío suelo. Aun así, no soy capaz de golpearle.
-¡Estaba fuera de combate en el primer golpe y este cabrón ha seguido golpeándole! ¡Voy a matarlo!
-Si ese puño lo roza, Eleanor, estarás fuera de osadía - ¡Mierda! Aparto la vista del rostro nervioso de Bruce para fijarla en Pec, quien está al borde del círculo junto al resto de iniciados, todos ellos observándome aterrados. - No permitiré una segunda infracción por tu parte.
Cierro ojos y puños con fuerza. Siento la sangre arder en el interior de mis venas y los gritos de Chloe no dejan de repetirse en mi cabeza. Aun así, la amenaza de Pec sigue estando ahí.
Y la venganza es un plato que se sirve frío.
Empujo a Bruce con el brazo con el que sujetaba el cuello de su camiseta y cae patéticamente al suelo. No espero a que nadie, ni siquiera Pec, me diga algo. Me doy la vuelta y me marcho de la sala de entrenamientos.

Estoy perdida, aunque en realidad no me importa. Me he sumergido en el laberinto de túneles, dispuesta a alejarme de todo. Y lo he conseguido. Me siento sobre el duro y frío suelo de piedra sintiéndome la hermana más horrible del mundo. De verdad, no ha peor sensación. Ahora, aquí, sola y sin poder hacer nada, llena de impotencia, revivo el combate. Mi hermana gritaba desesperada una rendición mientras el capullo de Bruce seguía pateándola, incluso cuando se hallaba inconsciente.
El dolor me palpita en la sien. Si Pec no me hubiera interrumpido, podría haber matado a Bruce sin que nadie se interpusieras, ni siquiera el penoso de Royce. ¿Qué pensaría Bruce mientras le daba a mi hermana semejante paliza? ¿Satisfacción? ¿Orgullo? ¿Se imaginaría que era yo? Seguro que sí. Aprieto ambos puños. Fue él quien empezó provocándome, lo que yo repetí. Y después me atacó, a lo que yo respondí rompiéndole la nariz. Ahora ha vuelto a causarme dolor, por lo que me toca devolverle el golpe.
El muy imbécil ha iniciado una guerra con la persona equivocada. Me aseguraré de que sea un golpe definitivo.

No sé cómo, pero mi cuerpo fantasmal consigue llegar al dormitorio. Ignoro la litera vacía que hay bajo mi cama y cierro los ojos con fuerza, intentando desesperadamente alejarme de la realidad. Necesito descansar, tranquilizarme y planear una venganza.
-Hola.
Abro los ojos al no reconocer la voz, y me llevo una sorpresa al ver a Royce y Julian, el primero de ellos con una escayola en la nariz, y el segundo con la cara morada.
-¿Cómo estás? - pregunta Julian con voz ronca.
Los miro a uno y otro, sorprendida. ¿De verdad han decidido despertarme para preguntarme cómo estoy? Me muerdo la lengua antes de soltar algún improperio y vuelvo a cerrar los ojos.
-Ya podías preguntarnos a nosotros que tal nos va, estúpida – la extraña voz suena enfadada, pero no consigue causarme el más mínimo respeto, sino todo lo contrario – Me has roto la nariz.
Me ha llamado estúpida. Después de lo que ha visto, hay que tener valor.
-No me hubiera retenido – respondo con firmeza. No me arrepiento de haberle golpeado.
-Tranquila, no volveré a preocuparme por ti – no necesito abrir los ojos para notar su ausencia. No me importa lo más mínimo.
-No deberías ser así – al parecer aún tengo que librarme de la presencia de Julian, una tarea difícil.
-Me ha insultado. Debería aplastarle la cabeza contra la pared.
-Venimos del hospital, de escayolarle la nariz – responde como si no lo hubiera interrumpido. ¡Como si a mí me importase lo que han estado haciendo esta tarde! ¿Cómo puedo librarme de este pesado? - Allí está tu hermana – vale, no solo era por contarme su vida. Sigo con los ojos cerrados, aunque centro más atención en su voz – No nos han dejado verla. Pec también estaba allí, buscándote.
-No pienso hablar con él – respondo tajante.
-Creo que sólo quiere informarte sobre el estado de tu hermana – o tal vez quiera expulsarme de Osadía.
-¡Me da igual! - estallo – Quiero que me deje en paz. ¡Él, tú y todo el mundo!
Julian abre mucho los ojos y me mira como un animalillo indefenso. Su mirada me recuerda tanto a la de Chloe que, por un momento, tengo que reprimir las ganas de lanzarme hacia él y abrazarlo. Sin embargo, justo cuando voy a derrumbarme, Julian se de la vuelta, dispuesto a marcharse. Me fijo en su espalda y me doy cuenta de cuánto a cambiado en tan poco tiempo. Ha pasado de ser un chico escuálido y temeroso a ser un musculoso iniciado osado, lleno de vida. Sin embargo, en su rostro, sus ojos siguen cargados de inocencia e inseguridad.
-Tus amigos se cansarán de que los trates así. - lo escucho susurrar, y tengo que esforzarme en no gritarle que él no es mi amigo, que ninguno de los que hay aquí los es, que no necesito amigos. La amistad no existe.
Me dejo caer de nuevo en la cama y cierro los ojos.

-Mis padres dicen que tu hermana es rara.
-No digas eso de ella. Eleanor es mi hermana.
-Sí, lo sé, pero no es como tú. Tú eres buena y simpática. Mis padres dicen que tu hermana es muy salvaje.
-¡Mi hermana no es salvaje! También es tu amiga.
-No quiero tener una amiga rara. Pero tú puedes seguir siendo mi amiga.
-¿Y quién ha dicho que quiera ser amiga tuya?
-¿No quieres serlo?
-Acabas de llamar rara a mi hermana. ¡Quiero que te vayas!
-Pues me iré.
Se escucha un sollozo justo después del portazo que hace temblar las paredes.
-Eleanor, ¿estás bien? No sabía que estabas ahí.
Una cabecita aparece por el borde del colchón, pero vuelve a desaparecer rápidamente.
-Eleanor, no le hagas caso. Es tonta.
Otro sollozo.
-Eleanor, por favor. Di algo.
-No vuelvas a dar la cara por mí.
-¿Por qué no, Eleanor? Eres mi hermana. Debemos cuidar la una de la otra. Eleanor. Eleanor. Eleanor.

-¡Eleanor!
Abro los ojos sobresaltada y ahogo un grito. Las luces del dormitorio están encendidas, y todo el mundo está despierto, observándome. Miro a uno y otro lado, preguntándome si habré hablado en sueños, Pero, si lo he hecho, no es por eso por lo que me miran.
No sé cuantos segundos tardo en encontrarme con los ojos del hombre que ha gritado mi nombre.
-Eleanor Stone. Ven conmigo.

Genial, pienso mientras bajo de la litera. Pec va a echarme de Osadía.

lunes, 1 de septiembre de 2014

CAPÍTULO SIETE

-No te tengo miedo. A ti no – niego con la cabeza y por primera vez me siento realmente indefensa frente a mi madre.
Estamos en una simulación, estoy segura de ello. Y en ella ha aparecido mi madre, la única persona capaz de intimidarme. ¿Es miedo lo que siento hacia ella? Me niego a creerlo. No. No es miedo. Estoy segura. Si fuera así, no habría desafiado sus normas y su esquema de familia erudita. Si le tuviera miedo, no me hubiera escapado todas las noches desde que tengo doce años.
-Has matado a tu hermana – su voz me hiela la piel. Es fría, toda ella.
-No. No la he matado.
-Morirá por tu culpa. Esos hombres la matarán por tu culpa. – la rabia llena sus ojos.
Pienso en los hombres que la torturaban y cómo hace pocos segundos destrocé el espejo, la única ventana que me permitía ver su rostro. Pero, ¿y si no se refiriera solo a ellos? He leído documentos en la sede de Erudición que hablaban sobre las numerosas muertes en Osadía durante la iniciación. Al parecer, han incrementado la dificultad de las pruebas y los iniciados han comenzado a matarse entre ellos. ¿Se referirá a eso mi madre? Si matan a Chloe durante la iniciación… será culpa mía. Yo la he conducido a este lugar.
-Si no hubieras actuado siempre de hermana protectora podría vivir por sí misma.
Me dejo caer de rodillas contra el frío suelo. Ni siquiera sé dónde estoy. Cierro los ojos y me tapo los oídos con ambas manos, intentando dejar de escuchar a la mujer que hay enfrente de mí. Sin embargo, sus palabras siguen resonando en mi cabeza.
-Ella es fuerte y poderosa, pero tú le has arrebatado su poder. La has eclipsado y le has impedido que muestre cómo es en realidad.
¿Cómo es en realidad? Quiero gritarle que se calle, pero el tormento de los pensamientos me lo impide. Y comienzo a temblar. Esto es más duro de lo que nadie imagina. Todos esos iniciados osados se han entrenado toda su vida para esto, y los iniciados trasladados al menos tienen cualidades para osadía. ¿Qué tiene Chloe? No tienen nada, absolutamente nada. Comienzo a llorar. Tal vez si, como dice mi madre, me hubiera alejado de ella, habría podido elegir libremente su camino.
¿Qué tiene Chloe? Necesito pensar con claridad y salir de esta horrible visión que me atormenta. Necesito dejar de escuchar a mi madre. Necesito dejar de oír que seré la responsable de la muerte de mi hermana. Porque sobrevivirá.
Pero, ¿y si muere?
-No morirá – respondo, aunque mi voz apenas es un murmullo.
¿Qué tiene Chloe?
-Me tiene a mí – sueno fuerte y poderosa al afirmar esto y, al abrir los ojos, descubro aliviada que mi madre no está enfrente de mí.

-Diez miedos, Eleanor. – la voz de Pec resulta cálida y familiar una vez que he superado ese infierno.
Diez miedos. He dejado de contarlos antes de llegar a la mitad de ellos.
Asiento y bajo del sillón, pero Pec tiene que cogerme para que no me caiga de bruces. Las piernas me fallan.
-Aún no – sus brazos musculosos me levantan y me vuelve a colocar sobre el sillón. Noto los latidos de mi corazón en los oídos. – No está mal. Ha sido una media de diez minutos por miedo, lo que hace un total de una hora y cuarenta minutos.
¿Tanto? Noto una ligera presión sobre el pecho. Esta parte de la iniciación es importante y no lo he hecho todo lo bien que esperaba. ¿Por qué Stan no me habló de enfrentarme a mis miedos? Podría haber intentado descubrir la manera de enfrentarme a ellos. ¿O no? Hace dos horas jamás habría pensado que tendría miedo a la sangre o a… a mis momentos íntimos con Stan.
-Ahora bajarás por esa escalera de emergencia junto con Claire. – Pec señala a una estrecha puerta que hay en la pared. Me tiende la mano y la sujeto con fuerza. Esta vez, las piernas no me fallan.
Asiento y me dirijo a la puerta con la otra monitora. Descendemos por unas escaleras a oscuras hasta llegar a un extraño pasillo de paredes grises que me traen el recuerdo de la facción de Abnegación a la cabeza. Claire me conduce por el pasillo hasta llegar a unas gruesas puertas de hierro negro. Me balanceo sobre la punta de los pies, mientras ella las empuja con fuerza para abrirlas. Nos llevan al vestíbulo de suelo acristalado. Bajamos por la trampilla y las escaleras de hierro hasta sumergirnos de nuevo en la extraña oscuridad de la cueva. Mientras camino por los bordes de piedra, noto como la adrenalina corre por mis venas y el corazón me late con fuerza mientras miro hacia el fondo de El Foso. La sensación es increíble. Claire se adentra en uno de los oscuros túneles que hay en la roca y yo la sigo. Sólo hay unas cuantas luces cada cinco metros, que no son suficientes para iluminar el pasillo por completo, y lo que hace que el entorno sea mucho más excitante.
-Te dejo aquí - me susurra Claire. Hemos caminado en silencio, pero no era un silencio incómodo. Apenas he sido consciente de su presencia con tanto por ver y descubrir en este nuevo lugar al que dentro de poco podré llamar hogar - Al final del pasillo hay una habitación: la habitación de los iniciados trasladados. Encontrarás ropa y todo lo que necesites. La cena se servirá en dos horas, en el comedor. Pec o yo vendremos a buscaros. - Y dicho esto, se da la vuelta y deja que la oscuridad la envuelva.
La habitación es enorme, y cuenta con cinco literas. Apenas he terminado de entrar cuando un grito ensordecedor llena la habitación, y un fuerte golpe me hace caer al suelo.
-No pareces tan gallita ahora, ¿verdad?
Noto el sabor a sangre en mi boca. Parpadeo con fuerza para aclarar mi visión, que se ha vuelto borrosa. Estoy tumbada sobre el frío suelo y desde aquí puedo ver a mi hermana, retenida por el chico de Cordialidad, que me mira con una cara llena de preocupación. El siguiente golpe me deja sin respiración. Ha sido justo en el pecho. Es la rabia la que me conduce, la que me permite ponerme en pie. Escupo con fuerza a la cara del chico veraz contra el que me enfrenté en el pasillo, justo antes de entrar en nuestros pasajes del miedo. La cara del chico está algo desfigurada. Ahora que me fijo, casi todos los de la sala parecen estar ausentes. Incluido Royce, que está sentado en una cama, con la cabeza entre las manos. Parece que nadie nos esté mirando a mí o al chico, y doy con la razón inmediatamente: el pasaje del miedo los ha dejado a todos exhaustos y oprimidos. Y puede que esa sea la razón por la que el chico que hay frente a mí, mirándome con una cara llena de odio, haya decidido vaciar sus emociones conmigo. Va a golpearme hasta desahogarse, y pretende que yo lo permita.
Se limpia la sangre de mi labio partido de la cara y su mirada se endurece. Pero no le doy tiempo a que me ataque. Mi puño cerrado acierta en su cara y el chico se tambalea hacia atrás. Repito la acción varias veces, hasta que ya no puede retroceder más y se choca contra la pared. Le cae sangre de la nariz y la boca y comprendo por qué me ha atacado. Yo ahora me siento mucho mejor. He dejado mis miedos atrás. Me dispongo a pegarle de nuevo, pero unos brazos me sujetan y me alejan del chico. Es entonces cuando comienzo a gritar y a patalear en el aire, perdiendo el control.
Quiero pegarle.
Necesito pegarle.
-¡Vas a matarlo!
-¡Suéltame, Royce! - exclamo cuando reconozco la voz del otro chico de mi facción.
En brazos, y conmigo aun forcejeando, me conduce a una habitación paralela y cuando aún no me ha soltado en el suelo, un chorro de agua fría cae sobre mí, empapándonos a ambos. Cierro los ojos, sin dejar de forcejear, para que no me entre agua en los ojos. Unos minutos después me rindo, y Royce me deja en el suelo con delicadeza. El agua helada sigue cayendo sobre mí. Me despeja y me relaja. Abro los ojos un poco, lo suficiente para ver que Royce me tiene atrapada entre sus brazos, apoyados en la pared que tengo justo detrás. Está cerca, demasiado cerca, y me pongo en tensión en cuanto sus ojos se clavan en los míos.
-Aléjate de mí – consigo decir en un susurro, y al fin, todas las emociones del día me golpean, agotándome.
-Necesito saber cómo estás. Te ha dado una fuerte patada en el pecho – el susurro de Royce se convierte en un jadeo cuando ambos notamos que el agua se vuelve más fría. Bajo la mirada hacia mi escotada camiseta de tirantes. Mañana será mejor que me ponga algo que me cubra más, porque seguro que tendré una marca morada.
-Estoy bien – susurro – O al menos ahora que la adrenalina sigue corriendo por mis venas.
Una fugaz sonrisa ilumina su rostro, y sus ojos se entornan. Antes de que su estado de excitación vaya en aumento, me doy la vuelta y cierro el grifo de la ducha. La pared está llena de tuberías y duchas visibles. Le doy un pequeño empujón, suficientemente fuerte como para que se aparte, y salgo de nuevo al dormitorio principal. Busco al chico veraz con la mirada, pero no lo encuentro, así que me dirijo hacia mi hermana, que sigue sentada junto al chico cordial.
-¡Eleanor! - exclama cuando me ve, y avanza hacia mí decidida a abrazarme, aunque se detiene cuando ve que estoy empapada – Hay algo de ropa negra sobre tu cama. Te he cogido la litera de arriba.
Le sonrío complacida y me acerco hacia la litera que me ha dicho. Me cambio de ropa allí, delante del resto de iniciados, sin importarme. Royce sale unos minutos más tarde de la sala de duchas, cuando estoy terminando de vestirme, y me escruta con curiosidad. Yo le fulmino con la mirada y me subo a la litera (la cual no tiene escaleras) para tumbarme sobre la dura almohada.
-¿Qué tal ha ido? - la voz de mi hermana interrumpe mi momento de paz, y yo me giro para ver como apoya la barbilla sobre el incómodo colchón.
-No ha estado mal – me apoyo sobre el codo, decidida a no contarle detalles sobre mi evolución en la iniciación - ¿Y tú?
-Se han sorprendido – dice, encogiéndose de hombros.
Esto me asusta. ¿Sorprendidos? Eso significa que mi hermana ha hecho algo diferente, extraño. Me golpeo con fuerza la frente con la mano.
-Tardaste muy poco – susurro.
-Eso es lo que les sorprendió – mira a un lado y a otro para después añadir, aún más bajo – Mi número de miedos es inferior al normal.
Esto me hace enfadar. Yo tengo diez miedos, algo normal, y mi hermana tiene un número inferior. Genial. Mi hermana superará las expectativas a la hora de la simulación mientras que yo tendré que aguantarme con una nota alta en combate, solamente. Frunzo el ceño y me tumbo boca arriba, decidida a no hablarle hasta que se me pase el enfado. ¿Por qué ha tenido que elegir Osadía.

-¡Eh, despierta! - me sobresalto cuando Chloe me zarandea en el colchón y, al abrir los ojos, descubro que Pec está en la puerta. Me giro para quedarme con las piernas colgando en el aire.
-Bienvenidos al complejo de Osadía, trasladados. Como ya os dije antes, me llamo Pec y seré vuestro monitor. Haréis lo que yo os diga y cuando yo os diga, ¿entendido? - no nos deja tiempo para responder – Ya habéis pasado por vuestro pasaje del miedo y, lo que toca ahora, es prepararos para mejorar. Os levantaréis todas las mañanas a las seis y el que se quede durmiendo que sepa que tendrá un pasito más hacia el sector abandonado. No permitiré que los iniciados a mi cargo peleen fuera de la sala de entrenamientos – al decir esto, le lanza una fugaz mirada al chico veraz, que tiene el labio morado y la nariz cubierta de una extraña sustancia blanca. – Os recomiendo que asistáis a todas las sesiones de entrenamiento – por su noto de voz, no parece una mera recomendación – y tendréis que aprovechar vuestros momentos de descanso. Esto será duro. Por lo demás, creo que lo he dicho todo. Y, ahora, ha llegado la hora de ir a comer.
Esto me alegra. Estoy hambrienta.
Todos lo seguimos, recorriendo el oscuro pasillo que nos ha conducido previamente hasta nuestra habitación. Ahora, todos vestimos de negro, y nos confundimos entre los osados cuando llegamos al Foso. El comedor es una sala enorme, llena de mesas y de osados gritando y haciendo ruido. Todos se van sentando en las mesas, la mayoría de ellos según su antigua facción. Yo sigo a mi hermana y, poco después, se nos unen el cordial y la abnegada.
-Gracias por sujetar antes a mi hermana – le susurro al cordial, Julián, que me dedica una amplia sonrisa de cordial.
Mi hermana no deja de hablar con los dos chicos. Descubro que ha establecido una buena amistad con Julian quien, al igual que ella, no deja de hablar, como todos los cordiales. La chica, Thais, es mucho más reservada, o estirada, según se vea. Yo me mantengo al margen de la conversación y comienzo a darle vueltas a mis miedos. Ahora que pienso en ellos no siento miedo, sino admiración. Recuerdo a mi madre, reprochándome la muerte de Chloe, y tengo que reprimir una carcajada. A menudo me pregunto cómo es posible que alguien sea capaz de herir a mi hermana, la persona más simpática y cariñosa de toda la ciudad.
-¡Eh, erudita! - una fuerte palmada en la espalda me hace ponerme de pie de un salto, dejando de lado mi hamburguesa. Pero no es nadie peligroso, sino Willa y su amiga del tren, Sheyla. - Me han dicho que le has pegado una paliza a Bruce.
Busco por el comedor al chico veraz y cuál es mi sorpresa al descubrir que me mira fijamente. Sonrío con malicia y le saludo con la mano. Con que Bruce...
-Eres dura de pelar – Sheyla, una impresionante rubia de ojos verdes apoya su hombro sobre el mío – Pero ten cuidado ahora. Bruce tiene amistades en Osadía. ¿Ves a Estella, la que hay sentada a su lado? - distingo a la chica osada que entró primero en la sala del pasaje del miedo, la que intentó pegarme junto a Bruce en el pasillo – Es su prima. Y Brand, el moreno de pelo largo que hay sentado junto a ella – ahí está el segundo osado del pasillo – es la inseparable mano derecha de ésta. Bruce es un imbécil, pero Estella es peligrosa. No la subestimes.
-¿Por qué me contáis esto? - pregunto sin apartar la vista de Estella, la chica del pelo tintado – Se supone que somos contrincantes en esta iniciación.
-Bueno, sí... - Willa me sonríe de forma cómplice – Pero a partir de la segunda mitad de la primera fase. Y contigo podemos hacer una excepción. No soportamos a Estella. Oye, ¿quieres sentarte con nosotros? - señala hacia una mesa en la que hay dos osados sentados, el segundo saltador y Conor, el chico del tren.
Ahora es el momento de elegir entre mi propia iniciación, con la que he soñado siempre, y disfrutar de ella; o pensar en la chica que hay sentada a mi lado y me observa embobada.
-Lo siento, me sentaré con mi hermana. Tal vez otro día. - Willa pone cara de frustración y Sheyla se encoge de hombros.
-Entonces, ya nos veremos. - asiento y me despido de ellas antes de volver a sentarme y maldecir mi suerte.

Por la noche, descubro que la cama de Bruce está enfrente de nuestra litera. No me da miedo, pero tampoco me hace gracia que un chico que no dudaría en matarme esté tan cerca de mí mientras duermo. Así que busco a Royce con la mirada, cuya cama está más cerca de lo que me gustaría,
-¡Eh, Royce!- lo llamo, y todos guardan silencio para escucharme - ¿También me detendrás si esta noche le pego una paliza a otro iniciado? - pone los ojos en blanco y se tumba dándome la espalda, así que puedo sonreír divertida – Ten cuidado – me giro para clavar los ojos en Bruce, que me mira atónito – o pasarás el resto de las noches despierto.
Ignora mi amenaza, o al menos finge hacerlo.
-Deja de jugar con fuego, Eleanor – la cabeza de mi hermana vuelve a aparecer por el borde del colchón.
-Tú tampoco deberías haber jugado con fuego esta mañana – le susurro, y me tumbo boca abajo para ignorarla, porque sigo cabreada con ella, y más ahora que he recordado el momento en el que dejó que su sangre cayera sobre las brasas.
Ojalá no hubiera escogido Osadía.
Tal y como me temía, a pesar de mi agotamiento, no duermo. No dejo de dar vueltas en la cama y lanzar miradas furtivas a la litera que hay frente a la mía, donde Bruce duerme perfectamente, como puedo comprobar gracias a sus ronquidos. También oigo como uno de los iniciados que hay al fondo de la sala no deja de moverse y susurrar cosas incoherentes, producto de una pesadilla. ¿Estará soñando con aquello que lo ha atormentado en su pasaje del miedo? No sería de extrañar.

Horas más tarde, las luces de la sala se encienden. Cierro los ojos para no deslumbrarme al mismo tiempo que la sala se llena de maldiciones del resto de iniciados. Cojo ropa limpia del cajón metálico que hay a los pies de la litera y entro en las duchas, donde disfruto del agua fría. Cuando salgo, he sido la primera en terminar, por lo que me visto con calma y me marcho al comedor, donde unos minutos más tarde entra mi hermana con su nueva pareja de amigos. Me enfurece verla con el cordial y la abnegada, lo que solo hace que llame aún más la atención. Cuando terminamos de desayunar, Pec nos llama y nos reunimos en la entrada del comedor, en el Foso. Nos conduce por el borde hasta que llegamos a un túnel con una gran apertura en la roca que da lugar a una habitación inmensa. En la pared que hay frente a nosotros hay numerosas dianas y varias mesas con cuchillos y pistolas. A la derecha hay sacos para golpear. También hay un círculo en el centro de la sala, pintado sobre el suelo. Al verlo se me eriza la piel: ahí me sentiré poderosa.
-Hoy empezaremos con la lucha cuerpo a cuerpo – anuncia Pec cuando hemos entrado todos en el gran espacio – y mañana pasaremos a puntería. Así que, elegid cada uno un saco al que golpearle.
-¿Sólo eso? – susurra mi hermana a mi lado, a quien no le he dirigido la palabra en toda la mañana.
Sonrío con malicia y comienzo a caminar hacia los sacos.
-Esto es tan solo el entrenamiento, Chloe.

Y en cuanto lo digo aparece una enorme duda en mi cabeza: ¿cómo voy a conseguir que mi hermana venza en una lucha cuerpo a cuerpo? Peor aún. ¿Cómo voy a conseguir que mi hermana luche siquiera?

lunes, 18 de agosto de 2014

CAPÍTULO SEIS

Bueno, aún no me he presentado ni me he dirigido a los lectores de este blog, que son más bien pocos pero, la verdad, no me importa, pues esta es una de mis historias que más me gusta escribir. Mi nombre "artístico" (por llamarlo de alguna manera) es Steve Rae (o SR para abreviar), aunque la gente que conoce mi nombre me llama por él y no me importa en absoluto.
Esta historia es un fanfic de Divergente, como ya sabréis, en el que se podría decir que las protagonistas son casi reales. Yo me considero una copia exacta a Eleanor y Chloe es la persona a la que más adoro en este mundo.
Al empezar a escribir este blog siempre lo hacía con The Veronicas resonando en mis oídos, algo bastante guay cuando se trata de dos gemelas, por eso la música del blog son sus canciones más famosas.
También escribo para anunciaros que todos, o casi todos, los iniciados, tanto osados como trasladados, tienen importancia; y por eso hay un apartado en el blog llamado Personajes en el cual los identifico con algún famoso.
En fin, espero que los pocos lectores que leéis esta historia la adoréis tanto como yo. Un gran saludo :)


-Seguidme.
Los iniciados nacidos en osadía son los primeros en reaccionar y seguir a Pec a través de un estrecho saliente. Cojo a mi hermana de la mano, que comienza a sudarle por el temor.
-Ni se te ocurra mirar hacia abajo - susurro, pero no he terminado de decirlo cuando sus ojos se ven atraídos por el fondo del foso, donde las aguas se arremolinan salvajemente.
-No puedo - susurra, y prácticamente se abraza contra la pared.
Genial.
-Avanza ahora mismo o te dejo aquí - aprieto con fuerza los dientes mientras la rabia me sube por el cuello, pero al final mis amenazas parecen hacer efecto en ella, y me sigue lentamente por el saliente.
No tardamos en llegar a unas escaleras de metal que conducen al techo del foso, en el que un suelo de cristal da paso al que supongo que es el auténtico edificio de la Sede de Osadía. Por una trampilla llegamos a un pequeño recibidor, o eso es lo que supongo, porque no hay nada de mobiliario, a excepción de unos guardias de osadía que parecen estatuas. Seguimos a la fila de osados por una puerta trasera y los veo subir escalones. El túnel ascendente se oscurece por completo mientras los músculos de mis piernas se hinchan en busca de oxígeno. Se escucha a alguien tropezar, pero por suerte no ha sido delante de mí, donde me habría visto inmersa en el accidente.
La luz llega rápidamente y cierro los ojos, deslumbrada por la claridad. Hemos aparecido en un pasillo de paredes blancas, o al menos debieron ser blancas en algún momento, porque ahora están llenas de pinturas de los osados.
-Vaya - susurro asombrada, mientras me acerco a la larga pared, en la que aparecen los símbolos del resto de facciones, tachadas con una enorme cruz roja. Paso la mano sobre el ojo de Erudición. La pared es granulada y me raspa la palma de la mano.
-¿Qué pasa, erudita? ¿Echas de menos tu facción?
Me giro para observar a tres iniciados cruzados de brazos, que me miran con una sonrisa burlona. Dos de ellos, una chica y un chico, visten de negro; mientras que el otro lleva puestos unos pantalones negros y una camisa de lino blanca.
-¿Y tú, veraz? - pregunto, escupiendo las palabras. - Seguro que echas de menos que todos los de tu alrededor digan lo que piensan. Te ayudaré, si quieres. Eres un imbécil, y con ese pelo parece que te haya chupado una vaca de Cordialidad.
Lo miro expectante, previniendo su reacción. Y no me equivoco. Los dos iniciados osados que hay a su lado lo sujetan con fuerza mientras el chico forcejea deseoso de golpearme.
-Típico de un veraz el no saber controlar sus emociones – Royce, el erudito, se acerca a mí y se apoya en la pared con los brazos cruzados - Tal vez deberías volver a tu antigua facción si no sabes controlarte, chico.
Le lanzo una furtiva mirada porque nunca me ha gustado hacer algo junto a otra persona. Si quiero enfrentarme a un niñato veraz, quiero hacerlo sola. La chica osada también parece perder los nervios, aunque la discusión no viene con ella. Sin embargo, no me da tiempo a ver cómo el chico osado tiene que sostener a sus dos amigos, pues los gritos de Pec precisan nuestra atención.
-¡Ya era hora! ¿Se puede saber qué hacíais en la oscuridad del túnel?
-Nos hemos tropezado y hemos caído - susurra una tímida voz entre la multitud que se agolpa en la entrada de las escaleras por las que acabamos de subir.
Maldigo al reconocer la voz y empiezo a empujar a la gente para hacerme paso entre ellos. Cuando llego, me encuentro a mi hermana con un chico delgado y pecoso vestido con una camiseta naranja y unos pantalones rojos oscuros. Genial, mi hermana y el cordial.
-¿Y tanto tardáis en volver a subir? ¡Tenemos prisa! - la cara de Pec enrojece por momentos, así que decido intervenir antes de que lo pague con mi hermana... o de que ésta se ponga a llorar.
-Déjala, Pec - me abro de brazos frente a mi hermana y el cordial y miro desafiante a los ojos del que a partir de ahora será nuestro monitor.
Parece desinflarse con mi revelación.
-Vaya, primera saltadora. - nos mira a mi hermana y a mí alternativamente - Interesante.
-Mi nombre es Eleanor. Ella es Chloe - hago un gesto con la cabeza hacia mi hermana.
Pec se acerca y me coge por el tirante de mi camiseta negra. Su mandíbula se tensa y me mira fijamente a los ojos. Noto como mis pies se elevan un par de centímetros del suelo y maldigo no ser más alta.
-Será mejor que la controles. No perderé el tiempo con ningún iniciado despreocupado. - asiento y me suelta con violencia, haciendo que me tambalee. Royce se sitúa a mi lado para agarrarme por el brazo, pero yo me suelto con violencia en cuento su mano entra en contacto conmigo.
Pec avanza hacia unas puertas transparentes que hay delante, en el pasillo. Y la marea de osados comienza a desaparecer detrás de él. Me doy la vuelta para enfrentarme a mi hermana, pero la sorpresa que me llevo al verla sonriente me desarma.
-Eleanor, este es Julian. Es de cordialidad. – comienza a hablar rápido, lo que sólo hace cuando está realmente emocionada y lo que resulta desesperante, porque es inteligible - Nos hemos tropezado en las escaleras y hemos tirado a un montón de iniciados. Ha sido divertido, ¿eh? - mira al chico, que le sonríe tímidamente. Siento lástima por él un momento, pero la dejo atrás inmediatamente.
-¿Eres imbécil? - exclamo, recuperando la compostura, y mi hermana y el chico cordial se sobresaltan. - Deja de hacer el tonto, Chloe. Ya me han dado un aviso, así que no me cabrees.
-No deberías tratarla así.
-¡Cállate! - le grito a Royce antes de darme la vuelta y seguir al resto de los iniciados al interior de la sala.
La estancia en la que aparecemos es similar al pasillo del que acabamos de salir. Las paredes son blancas y llenas de grafitis. Sobre todo destaca la gran llama de osadía roja, junto a la que se puede leer el lema de Osadía. Hay varias pantallas de ordenador en una pared y Pec se encuentra junto a dos osados adultos, junto a una pequeña mesa en la que hay un maletín negro.
-Callaos - Pec apenas tiene que alzar la voz para que el grupo se calle. - Os presento a Claire, se encargará de los nacidos en osadía durante una semana, antes de que os juntemos. - Claire alza la cabeza a modo de saludo y vuelve a concentrarse en su charla con el otro hombre, que no deja de conectar cables a un ordenador que saca del maletín - Estamos en la sala en la que descubriréis cuáles son vuestros mayores temores. No estáis listos, y por eso os queremos ver reaccionar.
-Lo siento - susurra alguien en mi oído. Me doy la vuelta y me encuentro con los oscuros ojos de mi hermana. La cojo de la mano y me giro para atender a lo que dice Pec.
-Os inyectaremos el suero del miedo y veremos qué es lo que más os aterra en el mundo. Pero no os preocupéis - sonríe con malicia y posa una mirada en todos y cada uno de nosotros - A diferencia de la prueba de aptitud, aquí seréis conscientes de dónde estáis en todo momento. Vuestra misión es superar vuestro miedo, enfrentándoos a él o consiguiendo controlar vuestras emociones. - guarda unos segundos de silencio antes de gritar el primer nombre - ¡Estella!
La chica con la que me he enfrentado en el pasillo, con el pelo pintado de color bronce y tez oscura, se acerca a Pec con la cabeza en alto, y se sienta en el sillón que hay junto a él. El tercer hombre, el del maletín, le tiende una aguja con el suero del miedo.
En ese momento, Claire, la otra monitora, nos echa a todos al pasillo. La obedecemos y me siento en el suelo con la espalda apoyada justo en la pared que hay frente a la puerta. Chloe se sienta a mi lado.
-Es un simulación - susurra jadeante. Su piel ha descendido varios tonos.
-No te preocupes - susurro, intentando tranquilizarla, aunque ni siquiera yo estoy muy segura de mis palabras - Ya lo has oído, somos conscientes. No tienes por qué destacar. Pero intenta no hacer nada extraño.
Tras lo que parece una eternidad, Claire se asoma a la puerta y llama a Willa, la chica junto a la que me senté en la Ceremonia de Elección, quien avanza con precaución hacia la monitora. Poco a poco, el pasillo se va quedando vacío. Sólo quedamos mi hermana y yo, una chica abnegada, una veraz y un par de osados que charlan animadamente, uno de los cuales es el chico rubio que saltó el tercero para entrar en el complejo de Osadía. Claire asoma la cabeza y llama a mi hermana.
-Suerte - digo, apretando su mano, y ella intenta sonreír para tranquilizarme justo antes de entrar en la sala del paisaje del miedo.
Apoyo la cabeza contra la pared y me concentro en regular mi respiración. Oigo las conversaciones que suceden a mi alrededor, pero no participo en ninguna. Mi cabeza está demasiado ocupada en concentrarse sobre qué puede estar pasando al otro lado de esa puerta.
-Eleanor.
Abro los ojos sorprendida. La cabeza de Claire asoma por la puerta y me mira con intensidad. Me pongo de pie, sorprendentemente segura, y avanzo hacia ella. O me he quedado durmiendo, o mi hermana ha tardado poco en pasar por su pasaje del miedo. O tal vez haya pasado algo y me necesite. Trago saliva, aterrorizada, pero en el interior de la sala no hay ningún otro iniciado, salvo yo.
-Siéntate - me ordena Pec con un tono sorprendentemente duro, y lo obedezco, segura de que sigue mosqueado por lo ocurrido en el pasillo.
Antes de que me dé cuenta, siento el pinchazo en el cuello y la habitación comienza a darme vueltas.
Todo es oscuro a mi alrededor, pero puedo asegurar que tengo los ojos abiertos. Intento moverme, pero no puedo. Estoy paralizada y ciega. ¿Qué es esto? No es real, desde luego. Hay una extraña sensación que intenta abrirse paso por mi cabeza. ¿Dónde estoy? Y mi mente, asombrosamente, consigue responder a esa pregunta: es una simulación, y esto debería darte miedo. Pero no siento nada. Es como si me hubieran privado de todas mis sensaciones y emociones. No veo. No oigo. No puedo moverme... Ni siquiera siento frío o calor. La respiración comienza a acelerarse e intento gritar, pero de mi boca no emerge ningún sonido.
-Qué fácil es controlarte ahora... - susurra una voz a la que reconozco de inmediato: la voz de mi madre.
Quiero gritarle que me suelte, preguntarle qué me ha hecho, pero no puedo moverme. Oh, por favor, que pare ya.
-Quieres que te deje, ¿verdad?
No hace falta que me dejes. Llevo años plantándole cara, y puedo seguir haciéndolo. Ahora más que nunca. No le suplicaré, aguantaré lo que tenga que aguantar. Seré fuerte. Me calmaré. Tengo que calmarme si quiero que me deje.
Y, poco a poco, vuelvo a respirar con calma y mis pulsaciones se ralentizan. Y puedo moverme.
Alargo los brazos, porque sigo estando a oscuras, aunque ya no es una oscuridad tan absoluta como antes. Noto las paredes a ambos lados de mí. Son pegajosas y algo sedoso se enrosca en mis muñecas y se extiende por mis manos. Siento un cosquilleo por mi piel, subiendo por mis piernas, bajando por la cabeza. No puedo controlar el pánico, y grito con fuerza mientras me araño los brazos y la cara, desesperada por quitarme el picor. Sin embargo, en lugar de desaparecer, se concentra con una intensidad mayor alrededor de mi cuello. Me quema. Me arde. Siento que la garganta se me derrite. Está bien, si no puedo luchar contra el hormigueo, me dejaré llevar por él, con placer. Imagino a Stan, sentado junto a mí, desnudo, acariciándome la espalda con sus largos y hábiles dedos, trazando círculos, ascendiendo hasta mi garganta, haciéndome cosquillas. Es una sensación fabulosa, placentera, que me hace sonreír y relajarme.
-Estoy contigo.
Abro los ojos poco a poco y me encuentro con los ojos oscuros que comparto con mi hermana.
-Chloe - susurro, percatándome de que estoy tirada en el suelo, formando un ovillo. De repente, mi hermana comienza a llorar.
-Lo saben, Eleanor. Lo han descubierto. ¡Tienes que salvarme! - el pánico de sus ojos es palpable, se extiende por su cuerpo. Entierra ambas manos en su pelo y comienza a gritar sola. - ¡Lo saben, Eleanor! ¡No he sido lista! ¡No he sido lista!
-¡Cállate! - grito, más alto que ella. La han descubierto. No hace falta que me diga nada más. Saben que es divergente.
-¡Me matarán! ¡Sálvame!
-No. No te matarán - respondo, cogiéndola de la mano, temblando de pies a cabeza como ella e intentando convencerme de mis palabras - No te matarán porque te he encubierto siempre. Te protejo, Chloe. Siempre lo he hecho y siempre lo seguiré haciendo.
Además, soy infalible. Es imposible que la hayan descubierto. Y con éste último pensamiento, mi hermana se evapora y se convierte en una nube que asciende por el oscuro cielo de la noche. Una noche estrellada.
Siento cómo un dedo recorre mi espalda y me giro alertada. Junto a mí está Stan. La luna lanza destellos plateados sobre su hermoso cuerpo desnudo. Me sonríe ampliamente y su mirada desprende cariño. Lo miro extrañada antes de incorporarme y sentarme en el frío suelo. Me encuentro en una nave abandonada del sector abnegado con el techo de cristal. Stan no deja de mirarme fijamente a los ojos, sonriente.
-Deja de mirarme así - contesto y, aunque intento sonar molesta, una extraña risa sale de mí.
-No te vayas, por favor - su voz no parece su voz.
-Tengo que irme. He de ir a Osadía. - me pongo en pie y recojo mi ropa negra del suelo. Stan se levanta mientras yo me visto y me coge de la barbilla, obligándome a levantar la cabeza.
-Quédate. Sé que quieres quedarte.
Se inclina y me besa. Sin embargo, no es uno de esos besos desesperados, sino dulce y apaciguador. La respiración se me acelera y me aparto de él con violencia.
-¡No hagas eso! - grito, y la voz se me rompe.
Contemplo la escena como alguien ajeno a ella. No dejo de decir cosas que no pienso y siento una extraña sensación en el pecho, sobre el corazón. ¿Qué es esto? Me siento como una persona encerrada en un cuerpo que no puede manejar. "Aléjate de él", me grito a mí misma, pero mi cuerpo se ve atraído por una extraña fuerza hacia el chico que hay frente a mí, de pie.
-Quédate conmigo.
No. No. "Tienes que volver y cumplir tu sueño". Soy el subconsciente de mi cuerpo, al cual no deja de ignorar. Pero yo tengo el control. Yo sé quién soy. Yo manejo mi cuerpo.
Cojo el largo cuchillo que hay dentro de una de las botas negras y lo interpongo entre Stan y yo. El chico mira fijamente el cuchillo y levanta la cabeza poco a poco hasta encontrarse con mis ojos.
-¿Por qué haces esto? - pregunta temeroso y con la voz llena de dolor.
Trago saliva, intentando eliminar el nudo en la garganta, un nudo que no es mío; e intentando que la presión sobre el pecho y en el vientre desaparezca.
-Para sobrevivir.
Sus ojos se oscurecen y me mira con dureza. Pero no me importa. Stan desaparece ante mí mientras hago un rápido recuento. Cinco, acabo de superar mi quinto miedo.
Todo se oscurece a mi alrededor, pero el brillo de la luna vuelve a iluminarme. Camino por un destartalado puente de hierro rojizo, oxidado. A unos diez metros de mí hay un extraño bulto en el suelo que no deja de moverse. A su alrededor el sueño brilla desprendiendo extraños destellos. Sangre. Justo cuando paso al lado del bulto, éste se gira, dejándome ver a una chica pelirroja vestida con ropa gris, una abnegada cuyos ojos parecen salirse de las órbitas. Su ropa está llena de sangre. Lo más terrorífico es su cara, completamente destrozada.
-Ayúdame - susurra la chica.
La ignoro. No puedo apartar los ojos de su cara, en la que cuatro profundos arañazos le han destrozado lo que en algún momento pudo ser un hermoso rostro. El ojo derecho, o lo ha perdido o está completamente destrozado. El labio se le ha alargado por ambas mejillas y no deja de escupir sangre por la boca. Sangre roja que comienza a apestar y a atraer a las moscas. Me dejo caer en el suelo, mareada y con náuseas. Me pongo de rodillas con las manos apoyadas en el asfalto y me obligo a apartar la mirada de su cara. Inspiro y espiro, ignorando el olor de podredumbre. Inspiro y espiro, intentando controlar los latidos de mi corazón, concentrándome en la gravilla del asfalto. No sé cuánto tiempo trascurre, pero al final, olvido por completo a la chica cuando sus lamentos hacen rato que han dejado de resonar en mis oídos. Y me dejo caer en el suelo, agotada, cuando siento que mi cuerpo vuelve a comportarse de forma normal.
Me incorporo y descubro que sigo en el puente, pero la chica ha desaparecido. Un impulso me indica que debo terminar de cruzarlo, y es lo que hago. Por debajo de éste aún se puede distinguir el antiguo cauce de lo que fue una vez el río de la ciudad. Ahora está completamente seco, al igual que el pantano. Cuando llego al final del puente giro sobre mis talones para escrutar a mi alrededor. No sé qué busco, qué debo encontrar o hacia dónde debo dirigirme. Levanto la manga de mi sudadera para secarme el sudor de la cara y doy un respingo al encontrarme con el color gris. El color gris de los abnegados, solo que este está sucio y estropeado. No es ropa de abnegados. Es ropa de abandonados. Soy una abandonada.
Escucho al tren aproximarse por las vías. No, no puedo haber fracasado en la iniciación. Estaba preparada. Stan me preparó, él me lo dijo. Siempre he pertenecido a Osadía. Osadía es mía, y yo soy suya.
Me saco la sudadera, que me está enorme, por la cabeza, al mismo tiempo que corro hacia las vías. Debajo llevo puesta una camiseta de tirantes negra que me llena el cuerpo de adrenalina y me confirma que soy osada.
-¡Soy osada! – exclamo en el momento en el que salto al interior de uno de los vagones abiertos.
No llego a caer al duro suelo de metal. Siento que mi cuerpo se eleva, ligero, y cierro los ojos mientras me dejo llevar. Huele a ceniza y a destrucción. Abro los ojos para encontrarme tumbada en un suelo gris y pedregoso. A mi alrededor todos los edificios arden, y hay una enorme nube negra sobre la ciudad. No me da mucho tiempo a preguntarme dónde estoy, porque algo llama mi atención. A mi lado está mi hermana, tumbada en el suelo, con los ojos abiertos sin ver, sin vida.
-¡Chloe! – el grito abrasa mi garganta. Me lanzo hacia el cuerpo de mi hermana mientras algo similar a una explosión se escucha cerca de nosotras. La ignoro. Concentro mis fuerzas en sacudir su cuerpo, su cabeza se mueve de un lado a otro, inerte. – Por favor, Chloe. No me dejes.
Las lágrimas acuden a mis ojos y no puedo respirar. Los temblores me sacuden el cuerpo mientras esa pequeña información intenta colarse en mi cerebro, que de repente parece saturado. Intento concentrarme en el rostro de mi hermana, del que ha desaparecido cualquier muestra de color. No puedo soportar el momento en el que la realidad me golpea con fuerza. Mi hermana está muerta. Me dejo caer sobre ella, con la cabeza apoyada en su pecho, del que no surge ningún sonido. No sé cuánto tiempo paso tumbada sobre ella, inmóvil e intentando controlar los temblores. Tengo que salir de aquí, esa es la única idea de mi cabeza. Y, finalmente, consigo que mi respiración se normalice, alejando mi mente de ese lugar de destrucción.
Sigo con la cabeza apoyada en una superficie blanda, cómoda y conocida. Abro los ojos poco a poco para encontrarme en una habitación de paredes azules. Me levanto de la cama y me paso ambas manos por mi pelo. Todo ha sido una pesadilla. Salto de la cama y flexiono mi espalda, que parece estar gravemente magullada.
-Vamos, Chloe. Hay que ir a la escuela. – me doy la vuelta para atacar a mi hermana con cosquillas y conseguir que despierte. Pero me encuentro la cama vacía, con sus sábanas azules impolutas.
Salgo de la habitación para disponerme a buscarla por la cocina. Sin embargo, mi padre me interrumpe por las escaleras.
-Eleanor, cielo. ¿Dónde vas? Tienes que arreglarte. – me coge del brazo y me lleva casi a rastras por el camino que acabo de hacer - Tu madre dejó el vestido azul en el armario.
-¿De qué hablas? – pregunto extrañada.
-¿De qué va a ser? – su sonrisa me llena el pecho de amor – De la ceremonia. Los eruditos no llegan tarde, y menos cuando se trata de este gran paso. Vas a ser oficialmente erudita, ojalá tu hermana no hubiera elegido Osadía.
-¡¿Qué?! – abro mucho los ojos ante la sorpresa.
-Sé que tu madre no quiere hablar mucho de ella, pero hemos oído que ha sido la primera de su calificación. Y tú has sido la alumna más inteligente de Jeanine. Tienes que estar orgullosa. – dicho esto me empuja y me mete en nuestro espacioso cuarto de baño, lleno de azulejos azules oscuros.
Me doy la vuelta, dándole la espalda a la puerta, y me miro en el espejo. Las pequeñas diferencias con Chloe no están: mis brazos no son musculosos y mi cara no expresa desconfianza.
-¿Quién eres? – susurro al reflejo del espejo y, ante mi sorpresa, éste se inclina y se apoya en el lavabo.
-Bonita vida. Ahora tendrás que hacer todo lo que te diga tu madre, o Jeanine.
Me acerco al espejo y descubro el brillo en los ojos de mi reflejo.
-Tú eres yo – susurro.
-No. Yo soy libre y tú no. – el reflejo se encoje de hombros.
Vuelvo a darle la vuelta y me quito el pijama azul que llevo puesto, quedándome sólo con la ropa interior. Ahí están las diferencias: mis abdominales son fuertes y mis gemelos gruesos. Me giro para enfrentarme al espejo, pero todo ha cambiado de nuevo. Ya no hay azulejos, no ha paredes. Todo es una oscuridad infinita, salvo el espejo y mi reflejo, que se mantienen frente a mí. Sin embargo, ya no soy yo la que hay encerrada en el espejo: es Chloe, la reconozco por su cara de terror. Detrás de ella aparecen personas con la cara oculta e instintivamente me giro para comprobar si es por culpa del reflejo, pero no es así. Detrás de mí no hay nadie.
Me acerco y coloco ambas manos contra el espejo mientras los hombres, que han llegado a la altura de mi hermana, sacan enormes cuchillos de su espalda y comienzan deslizarlos por su delicada piel, dejando gruesos cortes de los que emana sangre en abundancia.
-¡Chloe! – intento llamarla, pero ella no me escucha, solo me mira con terror, inmóvil, llorando, mientras siguen cortando su piel, sus dedos, su oreja. Grito con fuerza y me cubro la cara con ambas manos. ¡Que pare! ¡Que dejen de torturar a mi hermana! ¿Por qué no puedo hacer nada? Sé lo que tengo que hacer, pero no es un acto de valentía, sino todo lo contrario. Alejarme del problema, ocultarlo e ignorarlo no es ser valiente. Pero no puedo soportar seguir viendo sufrir a mi hermana.
Me levanto y, con el puño cerrado, golpeo con toda la fuerza que tengo contra el cristal, que se hace mil pedazos y desaparece junto a la horrible escena que he presenciado. Me tapo la cara con ambas manos y comienzo a llorar mientras me dejo caer de rodillas.
-¿Qué he hecho? – sollozo. Ahora no podré salvarla, no podré luchar contra esos horribles hombres que la torturaban. He destruido la única puerta que me permitía llegar hasta su salvación.
-Todo ha sido culpa tuya.
-Lo sé – respondo a la fría voz que llega a mis oídos. – No he cuidado de ella como prometí que haría siempre.
-Si la hubieras dejado en paz, yo la habría protegido.

Me aparto ambas manos de mis ojos y me seco como puedo la cara para descubrir quién es la persona de la fría voz. No tardo en reconocer la oscura silueta: es mi madre.

lunes, 28 de julio de 2014

CAPÍTULO CINCO

Veo cómo tiembla mientras sube las escaleras. Se sienta en la silla que hay justo a mi lado e intenta cogerme de la mano, pero yo la aparto con brusquedad.
-Eleanor, escúchame, por favor - susurra mi hermana - No podía elegir abnegación. He sido egoísta. Me he dado cuenta de que lo que me importa ante todo es mi felicidad. Llegué a la conclusión de que me daba igual la facción, lo que me importaba era estar contigo. Eleanor, eres la única persona que me comprende, no podía separarme de ti.
Su explicación hace que me den ganas de pegarle, por impotencia. No por ella, sino por mí, por no haberme planteado la dificultad que tendría mi hermana al intentar separarse de mí. Debería haber previsto esto, y lo he pasado por alto.
Ignoro las súplicas de mi hermana e intento concentrarme en lo que queda de ceremonia. Los osados vuelven a gritar cuando un chico de Cordialidad deja caer su sangre sobre las brasas. Es algo nunca visto.
Dirijo la vista hacia mis padres y descubro que ninguno de ellos mira hacia donde nos encontramos mi hermana y yo. Mi madre no levanta la vista del suelo, lo que me provoca cierto rencor. Debería mirarnos y afrontar la realidad: que sus dos hijas han decidido separarse de ella, aunque sólo le importara que Chloe se quedara. Verla así de débil es lo que más odio de ella.
Sigo ignorando a mi hermana cuando la ceremonia finaliza y los osados se ponen en pie. Camino junto a ellos y no miro atrás para ver por última vez a mis padres. Sin embargo, sí lo hace mi hermana. Esto me mosquea, así que le cojo la mano y tiro de ella.
-Compórtate como una de ellos - digo empujándola, justo cuando los osados empiezan a correr.
Pasan de largo los ascensores entre bromas y empujones y se acercan a la puerta que da a las escaleras. La marea negra comienza a descender velozmente y yo me uno a ellos, saltando las escaleras de tres en tres. En todos los años en los que he tenido que vivir en Erudición me han enseñado que correr está mal, y aun así, era algo que siempre deseaba hacer. Por eso aprovecho este momento. Sin embargo, no puedo correr tanto como a mí me gustaría, pues mi hermana se queda de las últimas del grupo. Con un último sprint, alcanzamos a los iniciados cuando llegamos al vestíbulo, y salimos del Centro.
El sol está en lo alto del cielo y nos deslumbra al salir. Los colores de las facciones se mezclan en la entrada del edificio. Cojo a mi hermana de la mano y la obligo a correr más rápido, siguiendo a los jóvenes de negro, que se dirigen hacia las vías del tren. Noto como mi hermana tira de mi brazo hacia atrás, pero la empujo y la obligo a seguir corriendo.
-No te preocupes - tengo que gritar entre el ruido de los osados para que mi hermana me escuche - No es tan difícil.
-¡Es una locura! - exclama.
Me agarro a la escalera de mano y comienzo a escalar hacia las vías justo detrás del resto de osados. Cuando llego arriba, los músculos de mis brazos se han endurecido. Miro hacia abajo y observo a mi hermana a mitad de la escalera, agarrada a los asideros como si le fuera la vida en ello.
-¡Chloe! - exclamo mirando hacia abajo - La idea es subir.
Observo sus manos, que se han vuelto blancas debido a la fuerza con la que se agarra a los asideros. Entonces lo entiendo todo: a mi hermana le aterran las alturas.
-Chloe, escucha. No mires abajo.
Levanta la cabeza, permitiéndome descubrir el terror que refleja.
-No puedo. - entonces suena el tren y las vías comienzan a temblar por su proximidad - Vete, Eleanor.
Pero niego con la cabeza y comienzo a descender rápidamente por la escalera hasta que mi pie derecho se sitúa en el asidero en el que mi hermana está apoyada.
-Chloe sube conmigo. Lo haremos juntas.
Miro hacia abajo para verla asentir y ambas avanzamos lentamente hacia arriba, mientras que el temblor de los raíles se hace más fuerte. Cuando consigo llegar de nuevo a la plataforma me agacho para ayudar a mi hermana a subir. El tren ya ha llegado, y los osados comienzan a subir a los vagones con las puertas abiertas.
De nuevo, agarro a mi hermana y empezamos a correr. Por desgracia, Chloe no es capaz de correr lo mismo que yo. Sé que la estoy forzando demasiado, pero el tren comienza a acelerar.
-¡Tienes que saltar!
-¡No puedo! - grita entrecortadamente por el esfuerzo - Ve tú, Eleanor. Salta.
-¡No pienso dejarte! - el grito me raspa la garganta, y el dolor lo uso como ayuda para tirar más de mi hermana y empujarla hacia uno de los vagones, en los que uno de los osados nos tiende la mano.
Mi hermana grita de terror, pero coge la mano del desconocido, quien tira de ella. Desaparece en el interior del vagón mientras que yo sigo corriendo para coger carrerilla. Veo el final de la plataforma, que alcanzaré en pocos segundos. El esfuerzo por lanzar a mi hermana al vagón me ha hecho perder demasiada velocidad y me ha dejado exhausta. Varias manos osadas salen por el borde del vagón, pero no llego a cogerlas. La plataforma se acaba y noto el nudo en el estómago. Si dejo de correr, perderé aquello que he estado deseando toda mi vida. Si no dejo de correr, caeré desde una altura que me matará.
Decido seguir corriendo y utilizo el borde de la plataforma para saltar
El aire me sacude con fuerza el pelo y todos los músculos de mi cuerpo se ponen en tensión. La superficie más cercana está a unos quince metros de distancia por debajo de mí. Pero he cogido suficiente impulso como para poder agarrarme a los asideros del tren. La velocidad de éste y la fuerte corriente de aire me impulsa hacia atrás y los dedos de las manos se me resbalan un poco, pero me agarro con fuerza, clavando mis uñas en las palmas de mis manos. La mano de un chico vestido de negro se coloca sobre la mía, contra el asidero. No intento soltarme para agarrar su mano, porque sé que caeré al vacío, y él parece entenderlo a su vez porque lo único que hace es apretar mi mano contra el asidero, para que no resbale. Intento mirar hacia delante, hacia la vía, y sonrío al descubrir que hay una curva a izquierdas, una curva que aprovecharé para entrar en el vagón del tren.
La velocidad del tren disminuye lo suficiente para girar con seguridad. El cambio de dirección me impulsa hacia delante, y enseguida noto varios pares de brazos que me agarran por la cintura y tiran de mí hacia el interior. Caigo hacia atrás riendo, con lágrimas en los ojos por culpa del viento que me ha golpeado en la cara. Aún de rodillas en el suelo, me asomo al borde del tren. El final de la plataforma no está muy lejos, pero el recorrido me ha parecido eterno y aterrador, sin embargo, ahora río, feliz de haber logrado superar mis límites y sorprendida por la fraternidad que han mostrado los osados al ayudarme.
-Lo que hay que ver. Por lo que se ve, no eres erudita, ¿eh? - pregunta alguien con ironía - Soy Conor.
Acepto la mano que el chico me tiende y me pongo de pie. Va vestido completamente de negro con una chaqueta abierta del mismo color y la mitad de su cara está decorada por un intrincado tatuaje de tinta azul celeste, del mismo color que sus ojos.
-Eleanor - digo sonriente.
-¿No has pasado miedo? - pregunta una chica rubia que lleva puesto un corto top que solo oculta su pecho.
-Pruébalo tú, Sheyla, a ver qué te parece - reconozco la voz de Willa que me da un golpe en la espalda - Me alegro de verte, Eleanor.
Descubro sorprendida que todos los que me rodean son nacidos en Osadía. Giro sobre mí misma y encuentro a los iniciados trasladados sentados en la parte de atrás del vagón. Muchos están pálidos y otros me miran con rencor. Mi hermana aparece entre los iniciados y me abraza, enroscando sus brazos alrededor de mi cuello. Tiene la cara mojada y los ojos enrojecidos.
-No vuelvas a hacerme eso - dice con voz ronca mientras me empuja hasta la pared, donde nos quedamos apoyadas, fundidas en un abrazo.
-Tranquila. Estoy bien. - susurro, acariciándole el largo y oscuro pelo.
La adrenalina desaparece de mi sangre antes de lo que me hubiera gustado y enseguida comienzo a enfriarme. Evito tiritar y me separo de mi hermana para asomarme al tren. Me agarro a los asideros para no caer, aunque ahora el tren circula a ras del suelo. Pasamos por los destruidos edificios que hay junto al pantano, donde siempre he sospechado que se encontraba la sede de Osadía. Al parecer, mis suposiciones eran ciertas, porque en cuestión de segundos uno de los osados exclama:
-Ahí está.
El tren asciende por una pendiente y aparecemos en lo alto de un edifico. No tiene tejado, sino una terraza pedregada. Me asomo un poco más y descubro que los osados de los primeros vagones han empezado a saltar.
-¡Chloe! - me giro para buscar a mi hermana con la mirada entre el jaleo que comienza a formarse en el vagón.
Vuelvo a observar al edificio. Hay que saltar dos metros para llegar hasta él o acabas en la calle que trascurre a unos veinte metros bajo nosotros. Mi hermana llega junto a mí y me da la mano.
-No hay tiempo que perder.
Cuando estoy a punto de lanzarme hacia el edificio, me agarra con fuerza por el brazo. Los osados comienzan a saltar en nuestro vagón.
-¡Es una locura! - exclama.
El tren, que ha disminuido la velocidad, no tardará en volver a acelerar.
-¿Confías en mí?
Veo el pánico en sus ojos. Sin embargo, asiente. No me da la mano, sino que retrocede hasta la pared opuesta del vagón y corre hacia la puerta. Mi hermana salta para después caer y rodar por el suelo del tejado pero, al menos, lo ha conseguido.
Yo camino dos pasos para poder saltar con impulso. Caigo dando una voltereta, pero caigo de rodillas y me pongo en pie sin problemas. Camino hacia donde está mi hermana, que se ha puesto de pie para sacudir la tierra de sus pantalones azules. Comienzo a sudar por el esfuerzo y bajo la cremallera de mi sudadera azul, dejando al descubierto una camiseta de tirantes negra. Mi hermana me observa con el ceño fruncido.
-Ya no formo parte de ellos - le digo cuando ambas comenzamos a caminar detrás del grupo de iniciados - y tú tampoco.
Los osados se detienen al llegar a lo que parece un patio central en el edificio, lo que ha originado un gran agujero cuadrado en la azotea. Desde donde estamos se pueden ver las ventanas que dan al interior del edificio, aunque están tan ennegrecidas que no se ve nada en el interior. ¿Será esta la sede de Osadía? Lo dudo. Es demasiado fácil llegar hasta ella.
Me detengo al encontrar frente al grupo a tres osados adultos, entre los que se encuentra Sky Meller, el líder de Osadía.
-Buenos días. He llegado algo antes que vosotros – una cálida sonrisa aparece en su rostro. Está subido al alféizar del patio lo que nos permite verlo sin problema -Habéis elegido Osadía, pero no todos llegaréis a ser osados. ¿Cuántos no han conseguido llegar hasta aquí?
-Hubo uno que se quedó atrás antes de subir al tren - dice uno de los veraces que hay situados un poco más adelante.
-No está mal. Ahora quiero que os asoméis al borde, por favor.
Todos nos aproximamos, con cierta precaución, al borde. Efectivamente, se trata de un patio interior del edificio, al fondo del cual, hay un gran agujero negro.
-Tenéis que saltar -anuncia Sky, provocando numerosos murmullos por parte de los iniciados.
-¿Qué hay al fondo? - pregunta un osado, lo que me hace pensar que ni siquiera los que han nacido en Osadía conocían ese agujero.
-Solamente aquellos que salten lo averiguarán. - responde Sky.
-¿Tú lo sabías? - me pregunta Chloe en un susurro.
-No - niego con la cabeza.
Esto no ha aparecido jamás en los ordenadores de la sede de Erudición, ni en los libros. Ni siquiera Stan me informó sobre que debía saltar al vacío para llagar a Osadía, él se limitó a prepararme, no a aportarme información.
-¿Quién va a ser el primero? - pregunta el líder.
Todos los iniciados comienzan a murmurar palabras tales como "locura" o "suicidio". Palabras que me recuerdan a mi hermana cuando hablaba de los osados hace tan solo unas horas. La miro y, en contra de lo que esperaba, no contempla el agujero horrorizada, sino que sus ojos están clavados en mí.
-Nos vemos abajo – susurra, sabiendo lo que voy a hacer a continuación.
Asiento y camino hacia atrás. Todos los iniciados siguen en el borde, mirando hacia abajo. Ya he saltado al vacío antes, y me colgué de unos asideros en el aire. Nada me impide saltar. Así que avanzo velozmente y me impulso en el borde del tejado. Los oídos se me taponan y contemplo con fascinación cómo me precipito hacia el oscuro fondo del agujero. La luz del día desaparece y me engulle la oscuridad. Pero no tengo miedo. No grito. Simplemente, me dejo llevar.
Noto un fuerte impacto contra mi espalda, pero no lo suficiente como para que mi cuerpo no soporte el golpe. No ha sido el suelo. Mi cuerpo desciende y asciende a continuación, separándose de la superficie para volver a impactar contra ella.
No. No es el suelo. Es algo elástico. Es una red. De repente, una luz aparece en mi campo visual, procedente de una linterna. A rastras y con dificultad, gateo sobre la red elástica hacia ella y unos brazos me ayudan a ponerme en pie y me sacan de la red. Me iluminan con la luz de la linterna en la cara, lo que me hace entrecerrar los ojos.
-Una eudita. La primera saltadora ha sido una erudita.
Esta afirmación me hace sonreír.
-Ya no soy erudita – le digo al hombre que sostienen la linterna, al que soy incapaz de ver, y me quito la sudadera azul.
-¿Liberada? – aparta la linterna y me permite ver con mayor claridad. El que hay frente a mí no es un hombre, sino un chico de unos veinte años, con pelo oscuro aplastado contra la cabeza – Yo soy Pec y, teniendo en cuenta que eres trasladada, seré tu monitor.
-Genial. Yo soy Eleanor.
Se escucha el impacto que produce otro cuerpo al caer sobre la red y me giro para intentar ver al segundo saltador. Pec me empuja contra la pared y me quedo allí, camuflada con la oscuridad. Miro a mi alrededor para comprobar que estoy en un túnel. Las paredes no son completamente lisas, sino que hay trozos en los que está formada por grandes piedras. En el techo del túnel hay pequeñas luces que apenas iluminan un metro de éste, y con una intensidad bastante baja. Por esto, no habría sido capaz de distinguir el rostro del iniciado que me ha seguido si no fuera por la linterna de Pec.
-Vaya, este es osado.
Efectivamente, el chico que acaba de salir de la engatusadora red elástica, viste de negro, tanto que apenas lo distingo de las paredes del túnel. El chico es de una altura normal, pero imponente. Sus brazos tienen el grosos de tres de los míos, lo que me hace cuestionarme cuántas horas habrá pasado este chico entrenando. Aun así, me veo venciéndole en una pelea. Seguro que soy más rápida que él y, aunque algo más alta, seguro que también soy más escurridiza. Además, él no puede atacar con los huesos, mientras que de codos para abajo, en mí no predomina el músculo. El chico me lanza una mirada analizadora y se apoya en la pared que hay frente a mí. Lleva el pelo marrón peinado con una cresta y una de las orejas está perforada por cientos de sitios.
No me da tiempo a fijarme mucho en él, pues se oye un grito extraño y otro chico aterriza en la red. Pec vuelve a ayudarlo a bajar y el chico da pequeños trotes hasta que la luz que hay sobre mi cabeza lo ilumina un poco. Éste también es osado, aunque a diferencia del primero, no es tan robusto. Es alto (me saca una cabeza) y rubio. Sus brazos son un poco más gruesos que los míos, pero no mucho. Tiene un piercing en el labio inferior que le daría un toque siniestro a su sonrisa si no tuviera los dientes perfectos. Parece el típico chico que no deja de sonreír jamás.
-Eso parecía una telaraña – comenta, lo que me provoca un escalofrío y me despego un poco de la pared.
-Ni siquiera la erudita ha dado los grititos de niña que has dado tú – oigo que comenta Pec en la oscuridad.
-¿Quién? ¿Está? – por primera vez, sus ojos, azules como jamás los había visto, se clavan en mí.
-Tengo nombre.
-Disculpe, no he tenido el placer de conocerlo.
Es su tono educado y a la vez lleno de ironía lo que me pone de los nervios. Frunzo el ceño y lo miro de arriba abajo.
-Ni lo tendrás – respondo con voz amarga.
-Vaya, vaya. Me parece que tenemos aquí a una chica borde.
-Sólo con los imbéciles como tú. – y doy por acabada la discusión.
En ese momento se unen a nosotros otros dos chicos, esta vez veraces. Uno es bajito y moreno, mientras que el otro es alto y castaño claro. Se sientan con la espalda pegada a la pared y comienzan a hablar entre ellos.
Poco a poco, más iniciados se unen a nosotros. Cuando al fin aparece mi hermana, con la cara blanca, se acerca a mí y se echa el pelo hacia atrás. Está aterrada, pero ahora no es momento de mostrar lo que sentimos cada una de nosotras. Yo siento alivio, pues por un momento he llegado a pensar que no saltaría. El último chico es el trasladado de cordialidad, quien grita de terror mientras cae y, una vez consigue bajar de la red, comienza a temblar.
-No hay más – se le escucha susurrar entre castañeteos.
-¿De qué hablas? – una chica veraz con el pelo corto se abre paso para llegar hasta él. – Hay uno más, un veraz.
-No piensa saltar – dice el cordial, negando con la cabeza.
-Está bien. Seguidme entonces.
Pec se abre camino entre los iniciados y deja a la chica veraz allí de pie, inmóvil. Todos seguimos al osado, a quien sólo vemos cuando las luces del techo iluminan la parte de arriba de su cabeza. Cuando se vislumbra el final del túnel, Pec se da la vuelta y se coloca en la entrada, impidiéndonos pasar.
-Está bien. Callaos un momento. Tú, el imbécil de azul. ¡Cállate!
Me doy la vuelta para ver a un erudito apoyarse en la pared con cara de enfado. Lo reconozco de haberlo visto en la sede de Erudición. Royce.
-Vais a pasar unas semanas entretenidas. Lo primero que haréis será pasar por vuestro pasaje del miedo, dentro de unos minutos – esto provoca una nueva avalancha de murmullos, especialmente entre los trasladados. En la oscuridad del túnel, mi hermana coge mi mano con fuerza – Una vez hayáis pasado, quien no haya muerto del susto, se irá con los iniciados de su grupo. Habrá dos: uno para los nacidos en Osadía, y otro para los trasladados. Aunque ya os advierto de que esta separación no será permanente. ¿Queda claro?
Se escucha un “sí” colectivo, que hace eco en el túnel que acabamos de atravesar.
-Seguiréis con vuestra iniciación, entrenando y superando pruebas. Hay dos fases, en las cuales se eliminará a un número de iniciados aún por determinar. Cuando paséis estas dos fases, volveréis a pasar por vuestro pasaje del miedo. – Pec guarda silencio un momento y nos mira a todos y cada uno de nosotros antes de volver a hablar – Solo aquellos que hayáis progresado destacadamente podréis llamaros osados. Y ahora, en marcha.
Se aparta de la entrada del túnel, permitiéndonos pasar. Cuando salimos de la oscuridad, todos lanzan exclamaciones de sorpresa. Ante nosotros se encuentra una caverna, con las paredes de piedra y numerosos niveles y estrechos pasillos. En algunos hay barandilla, mientras que en otros se prescinde de ella. Se escucha el rugido del agua circular e impactar contra las paredes de roca y al fondo se distingue un río de salvaje corriente.
Miro a un lado y a otro. Hay osados por todas partes, incluso niños que no dejan de correr por los peligroso bordes. Mi hermana cierra con fuerza los puños, de nuevo, aterrada. Suspiro con fuerza ante lo que sucederá ahora.
He pasado años entrenando para tomarme este período de mi vida con calma y destacar. Sin embargo, ahora mi misión no es esa.

Tengo que asegurar que mi hermana supere a la iniciación.