viernes, 26 de diciembre de 2014

CAPÍTULO NUEVE

-¿Dónde vamos? - pregunto pasados unos minutos en los que he caminado detrás de Pec en silencio por los oscuros túneles del complejo de Osadía.
En realidad, es una pregunta retórica. Sé que me conduce a alguna puerta por la gritarme y expulsarme de aquí. Al principio, la idea me aterrorizaba, como en mi pasaje del miedo. Sin embargo, ahora lo acepto y de lo único de lo que me arrepiento es de no haber estampado mi puño contra la cara de Bruce.
Finalmente, llegamos a una puerta blanca que contrasta fuertemente con la oscura piedra de las paredes, y que se abre al detectar que nos acercamos.
Entrecierro un poco los ojos ante tanta luz, pero me sorprendo al descubrir que no es la luz del sol la que me ciega, sino la potente luz de lámparas de neón.
-Cama ocho. Está inconsciente por los medicamento, pero aseguran que despertará conforme las dosis vayan disminuyendo.
Y dicho esto se da la vuelta y desparece por el oscuro pasillo. ¿Cómo? ¿No me ha echado de Osadía? ¿Permanezco aquí? ¿Hasta cuándo?
La euforia que siento por saber que aún me queda una larga temporada que pasar atrapada entre estas rocas se esfuma en cuanto entro en la estancia iluminada y el primer enfermo con el que me encuentro se inclina sobre la cama para vomitar una gran cantidad de sangre.
Me veo tentada de salir de aquí corriendo, pero me contengo al recordar el estado en el que Pec se llevó a mi hermana tras la pelea. ¿Acaso no ha servido para nada el pasar todo el día mortificándome por ser una hermana espantosa? Trago con fuerza e ignoro las hileras de camas que hay en la estancia hasta que llego a la cama ocho, que está casi al final. Tumbada, demasiado pálida en contraste con su ropa y con aspecto de cadáver, yace mi hermana enchufada a una máquina de oxígeno y a un goteo que le suministra los medicamentos. Se me cae el alma a los pies al verla sin su vitalidad.
Echo un rápido vistazo al informe. Al parecer, Bruce le ha dañado algún conducto respiratorio, por eso le suministran oxígeno directamente, y, aparte de todos los moratones del cuerpo, le ha roto un par de costillas. Hay un apartado en el informe en el que habla de una ligera posibilidad de daño cerebral. Me sobrecojo al leerlo. ¿Se significa eso? Podría quedarse inconsciente o paralítica. O, ¿acaso es posible que determinen su divergencia a través de las pruebas? Suspiro con fuerza y me dejo caer sobre la cama. Verla en este estado me hace actuar de forma paranoica. Tal vez debería impedir que mi personalidad osada devorara con tanta velocidad mi capacidad para pensar con claridad y calma, eso que he aprendido a interiorizar a base de convivir durante dieciséis años con una familia de eruditos.
Busco la mano de mi hermana y me aferro a ella con fuerza. Prometí protegerla hace años, a ella, a la única persona que me importa en este mundo, a la única persona a la que no odio. Y ahora, si está aquí, seguramente sea por mi culpa. ¿Seguramente? No cabe duda de ello.
-¿Qué te he hecho? - susurro con voz rota.
Ni siquiera me he preocupado por venir a visitarla en cuanto salí de la sala de entrenamientos. En lugar de eso, decidí esconderme, aislarme y quedarme totalmente sola, acompañada únicamente de la oscuridad y de mis pensamientos de culpa, a los cuales ni siquiera he concedido la menor importancia. Si de verdad se la hubiera concedido, habría venido en seguida en vez de esperar a que Pec fuese a buscarme. Ahora que lo pienso, podría haberme echado sin siquiera permitirme despedirme de ella. ¿Y quién la hubiera protegido? Tal vez me esté esperando en cuanto salga de aquí para anunciarme que, a partir de entonces, seré una abandonada. Ahora mismo, no estoy aquí por mí. Tengo que seguir con la misión que juré hace tantos años. Tengo que garantizar la supervivencia de Chloe y la posibilidad de que pueda llevar una vida normal dentro de lo que cabe.
Aún así, soy la peor hermana del mundo.
¿Cómo es que fui incapaz de imaginar que elegiría Osadía por mi? ¿Cómo pude ser tan tonta? ¿Por qué no pude analizar las cosas tal y como lo habría hecho ella? ¿Ahora su divergencia a alcanzado tal nivel que me es imposible llegar a comprenderla?
Pero, ¿es eso lo que verdaderamente quería? ¿Alejarla de mí? Sí, por supuesto. Eso es lo único que puedo asegurar, porque lejos de mí, a pesar del dolor y la falta que habría supuesto, ella habría estado a salvo. Aquí no solo se juega el ser una abandonada, sino también su propia vida. Si no hubiera estado toda mi vida diciéndole qué hacer, habría sido capaz de tomar su propio camino sin miedo a las consecuencias, sin miedo a perderme, sin el peligro de no saber qué hacer. Siempre seré culpable de todo lo que le ocurra.

No voy a cenar, sino que sido cogida de la mano de mi hermana hasta que una enfermera me pide que me vaya. A pesar de mis protestas, las puertas del hospital se cierran ante mi rostro y no puedo hacer nada. O tal vez, no soy lo suficientemente decidida como para hacer algo.
Camino inconscientemente de vuelta al dormitorio de los iniciados. Todos me miran fijamente cuando entro, pero los ignoro a todos. Por mi cara de derrotada, todos deben pensar que vengo a recoger mis cosas o, al menos, que Pec me ha dado una charla que no olvidaré en mucho tiempo. Ilusos. Como si no hubiese cosas más importantes. Parece mentira que hayan tenido que darle tal paliza a Chloe para ser consciente de que esto, la iniciación, no es lo más importante.
A la mañana siguiente soy la primera en entrar en la ducha, de tal forma que al salir, la mayoría siguen durmiendo. Me pongo unos ajustados pantalones elásticos que encontré el otro día y una camiseta negra bastante ancha que me deja moverme con libertad.
Tampoco voy a desayunar, sino que me marcho a la sala de entrenamiento directamente y comienzo a calentar hasta que los dedos me arden y los nudillos me sangran de tanto golpear el saco. Mis minutos en soledad me parecen demasiado cortos. Siempre me lo han parecido y siempre me lo parecerán.
Esta vez, peleo con Thais, a la que dejo inconsciente al primer golpe.
Julian, por su parte, protagoniza una de las peleas más espectaculares que jamás se ha vivido en Osadía contra Morgan. El veraz, que es bastante grande y fuerte, se especializa en su capacidad de adelantarse a todos los movimientos de los adversarios contra los que ha tenido que luchar. Hasta este día.
Julian es diferente, bien por su inteligencia sobrecogedora, su personalidad en parte cordial o su agilidad, mantiene a la perfección el ritmo de la lucha. El clímax llega cuando Morgan comete un ligero error que lo hace trastabillar y Julian le da una firme patada bajo la mandíbula. Ahora que me fijo mejor, el chico es un claro ejemplo de osado capaz de pensar por sí mismo. Dentro de unas semanas, cuando haya olvidado por completo de dónde procede, será uno de los mejores iniciados. No puedo evitar sentirme feliz por él, aunque eso lo convierta en mi enemigo. En cierto modo, esto me proporciona esperanzas. Tal vez mi hermana pueda llegar a evolucionar, como lo ha hecho él.
Descubro a Royce observándome sonreír por el rabillo del ojo, lo que extingue mi entusiasmo. Aun recuerdo todo lo que le dije ayer, y sus sentimientos hacia mí no deben de ser muy positivos.
Desearía pasar todo el día en el hospital con mi hermana, pero dentro de mi cabeza ha surgido un recuerdo que me obliga a hacer una locura. Ha pasado una semana desde que llegué.
-Hola. - me siento junto a Willa, la iniciada osada junto a la que me senté el Día de la Elección, a la hora de comer. Tengo que reprimir mis ganas de sentarme sola.
-¡Eleanor! ¿Qué tal? ¿Cómo va la iniciación? - la chica está eufórica como siempre, a pesar de una sinuosa cicatriz bajo su ojo derecho.
-Bien. - respondo con sequedad.
-A una de mis compañeras no se le ocurrió otra cosa que pegarme con un anillo afilado – comenta como si nada al descubrir que observo su nueva marca. - Es un recuerdo de la batalla.
Durante la comida, Willa y su amiga Sheyla no dejan de charlar animadamente sobre la iniciación y hacerme preguntas a las que respondo con monosílabos Cuando me preguntan por mi antigua facción, les lanzo a ambas una mirada amenazadora que las deja algo petrificadas. Pero recuperan su capacidad de parlotear enseguida. Al parecer, esta noche, todos los iniciados osados pasarán por el puesto de tatuajes para recordar esta etapa de sus vidas. Tatuarme la piel siempre ha sido algo que me ha fascinado, aunque desde que llegué aquí no he tenido tiempo para hacer tal cosa.
Cuando termino de comer, apoyo ambos brazos en la mesa y, disimuladamente, dejo que el cuchillo con el que he cortado la hamburguesa se cuele por la manga de mi negra chaqueta de cuero.
-Willa, necesito tu ayuda - susurro sin mirarla. - ¿Podrías acompañarme?
La chica se disculpa ante Sheyla y el resto de los compañeros osados que se han ido incorporando al grupo para acompañarme al exterior del comedor, al Foso, donde el ruido de la agua impide que nos oigan.
-Necesito encontrar una salida. Una puerta o algo para salir a las calles. ¿Podrías ayudarme?
-Eso está prohibido - no lo dice con miedo, sino con una chispa de emoción. Es extraño poder ver cómo alguien tiene las mismas reacciones que yo tenía en Erudición, cuando decidía escaparme por las noches. Siento una punzada de celos tan solo de pesar que ella lo ha podido hacer libremente toda su vida. Si hubiera nacido aquí, las cosas serían tan diferentes. En el fondo, poco a poco, comienzo a enamorarme de esta facción, aunque los entrenamientos no me permitan disfrutar de los detalles más osados, como un simple tatuaje o una charla animada entre colegas. Mi lado solitario y el osado han iniciado una lucha interna que parece no tener fin.
Willa me conduce por los oscuros y sinuosos pasillos de osadías hasta una puerta oculta en las sombras.
-Detrás de esta puerta hay unos escalones que te llevan al exterior. - al tirar con fuerza para abrir la puerta, ésta produce un sonido chirriante y el sonido se propaga por los túneles, que ahora están en un silencio demasiado absoluto. ¿Cuánto hace que alguien no pasa por aquí? - Buena suerte con lo que sea que vayas a hacer. Intentaré cubrirte.
Casi podría decir que me guiña el ojo, aunque no puedo verlo a causa de la oscuridad total. Antes de iniciar mi ascenso por la escalera de metal, me giro para observar el túnel, demasiado oscuro y silencioso para encontrarse en el complejo de Osadía. El vello de la nuca se me eriza y reprimo el impulso de echar a correr.
Los escalones son resbaladizos y tras la eterna subida me topo con otra puerta igual de ruidosa. A diferencia de lo que esperaba, no me inunda la luz solar, sino que aparezco en una extraña habitación destrozada y polvorienta. Estoy en una de las casas destruidas que hay en la zona del pantano, en la sección Osada. No tardo en dar con la salida, aunque cuando lo logro, soy incapaz de salir al exterior. Me quedo completamente paralizada en mitad de una estancia amplia y polvorienta. Justo en la puerta de la casa está mi maleta, la maleta que le di a Stan hace una semana exactamente.
Debería cogerla, para eso he salido. Ya hace una semana que llegué al complejo de Osadía y él la ha traído, tal y como le pedí. Pero, es extraño, ¿dónde está? ¿Por qué no está aquí? Ni me planteo el que se haya marchado sin hablar conmigo. No. Debe estar en alguna parte, cabreado. Muy cabreado.
Apenas afirmo este pensamiento, siento un golpe en la espalda que me desarma. Ahogo un grito y apoyo ambas manos en el sucio suelo para no caer. Entonces, un pesado pie me golpea en el estómago, dejándome sin aire y haciéndome caer. Intento ponerme en pie, pero una helada mano me coge por el cuello y me levanta sin esfuerzo como si mi cuerpo no pesara más que el aire.
Mi espalda se estrella una y otra vez contra la pared de ladrillo y no puedo respirar. Me quedo sin aire y mi visión se llena de oscuros puntos negros que me impiden ver nada. El dolor es atroz y la cabeza no deja de darme vueltas. Estoy muriendo. Poco a poco. Muy poco a poco.
Entonces todo cesa. Mis pies vuelven a tocar el suelo y la presión en el cuello desaparece, siendo sustituida por un brazo que me presiona sobre el pecho, impidiéndome el movimiento. Intento sujetar el cuchillo de la manga, pero estoy tan débil que acaba resbalando entre los dedos.
-Cuánto te queda por aprender, cielo.
Escucho un golpe metálico y supongo que ha lanzado el cubierto lejos de mi alcance. Me conoce demasiado bien. ¿Cómo he podido ser tan tonta? En teoría, yo debería de conocerlo tan bien como él a mí.
-Dime algo, cariño. - su voz provoca escalofríos por todo mi cuerpo.
-Voy a...
Pero no ne deja terminar. Presiona su cuerpo contra el mío de forma asfixiante y me besa de forma brusca. Mi cuerpo se debate entre el dolor y el placer, llegando hasta mi mente, que es incapaz de mantener una idea clara. La explosión de sensaciones me impide mantenerme consciente, y vuelvo a sentir que todo a mi alrededor comienza a girar velozmente.
-¿De verdad quieres matarme? - pregunta separándose unos milímetros, aunque vuelve a fundirse enseguida - No sabes las ganas que tenía de volver a oírte amenazarme. La diferencia entre ésta y la última vez es que no vas armada, no podrás apuñalarme.
-Lo lamentarás - respondo sin aliento, luchando contra la fuerza que me arrastra hacia la inconsciencia.
-¿Qué vas a hacer? - ahora suena enfadado, lo que pocas veces le ocurre. Vuelve a cogerme por el cuello y golpea mi cuerpo contra la pared - Tú y yo teníamos un trato. - Abro los ojos lo suficiente para encontrarme con su mano sujetando una fotografía. Todo es borroso, pero puedo distinguirnos a Chloe y a mí con nueve años, vestidas de azul y jugando en nuestro dormitorio. Es la única foto que he guardado en mi cuaderno de dibujo - Chloe Stone. ¿No era así? - escuchar el nombre de mi hermana en su boca me provoca nauseas - Alguna vez me mencionaste que tu hermana era demasiado erudita, aunque me prometiste encontrarla en Abnegación. - empiezo a temblar, incapaz de tranquilizarme. No puede ser... - Después de comprobar que no está en ninguna de esas dos facciones he deducido que tu hermanita tiene un pequeño secreto - se acerca a mí aún más, aunque no rompe el contacto visual - Divergencia.
No puedo evitar abrir los ojos presa del miedo.
-¿Así que ya sabías que es eso? Los altos cargos de erudición también lo saben, y están muy interesados en ello. ¿Qué ocurriría si encontrase a tu hermanita y les hablara de ella? - esta vez si rompe el contacto y se aproxima hasta que sus labios rozan el lóbulo de mi oreja - Sabes que la encontraré.
-Cabrón. - intento resistirme como puedo, pero mis intentos resultan patéticos y lo único que consigo es debilitarme más aún y que Stan me zarandee al reír a carcajadas. ¿Qué me hará ahora? No me cabe duda de que intentará abusar de mí. Nada puede detenerle. Ni siquiera yo. He sido una estúpida por confiar en él y pensar que me libraría para siempre de su presencia cuando llegara a Osadía. Tratar con los abandonados no es ningún juego de niños.
Aunque algo está claro: no pienso suplicarle.
Vuelve a presionar su cuerpo contra el mío y su boca me muerde por toda la clavícula, ascendiendo por el cuello e ignorando mi resistencia. Cierro los ojos ante la desesperación.
Entonces, el peso de mi cuerpo desaparece y caigo al suelo con un golpe seco, clavándome todas las rocas en las mano y los brazos desnudos. Permanezco inmóvil, derrotada, esperando alguna patada en el costado o la presencia de su cuerpo sobre el mío. Pero los minutos pasan y no hay nada, tan solo un agudo pitido en mis oídos. No abro los ojos, sino que me rindo por completo a la oscuridad.
Escucho golpes a mi alrededor y un grito de dolor que me recorre la espalda. Estoy completamente inmovilizada, sin fuerzas para levantarme siquiera.
El silencio regresa y tan solo abro los ojos cuando escucho una voz cálida susurrar mi nombre, una voz que no pertenece a mi atacante. Una mano fría y húmeda me acaricia con suavidad el brazo y un dolor atroz me recorre, aunque estoy demasiado débil incluso para gritar. Toso con fuerza, provocando que una nube de polvo entre en mi nariz, y siento que las fosas nasales me arden.

-Eleanor...
Parpadeo para acostumbrarme a la luz hasta que, finalmente, consigo distinguir al chico que hay frente a mí.
-¿Royce? - pregunto en un susurro ronco.
Se inclina sobre mí y pasa una mano por debajo de mis piernas, levantándome como si no pesara nada.
-Menos mal. Pensaba que había llegado demasiado tarde. - me aprieta contra su pecho, lo que no consigo soportar.
-Bájame - susurro en seguida.
El chico no se resiste y me ayuda a estabilizarme sobre el suelo. ¿Cómo me ha encontrado? Ahora no es el momento de preguntárselo.
Miro a un lado y a otro. Royce ha conseguido dejar inconsciente a Stan, cuya cara está llena de sangre. ¿Cómo ha podido vencerle? Siento una punzada de celos. Yo debería haber sido quien le diera tal paliza.
A continuación, todo ocurre demasiado rápido. Veo el afilado cuchillo en la mano de Stan y no lo dudo ni un segundo. Aparto a Royce a un lado y me giro para enfrentarme a él en el momento en que se levanta.
Noto el afilado objeto recorrer mi brazo derecho, aunque consigo derribar a Stan cargando en mi hombro toda la fuerza que me queda, la cual parece ser suficiente. El joven, ya de por sí debilitado, choca con la pared medio derruida que hay justo a su espalda y cae al suelo, dejando que el cuchillo haga un ruido metálico al caer.
Ni siquiera me molesto en recapacitar. No me importa la sangre que recorre mi brazo, solo puedo pensar en golpearle una y otra vez, aunque mis golpes no son todo lo fuertes que a mí me gustaría.
Este cabrón ha amenazado a mi hermana.
Quiere entregarla a los eruditos.
Tengo que matarlo antes de que eso ocurra.
Royce me había quitado la oportunidad de vengarme.
Ahora puedo hacerlo.
-¡Déjalo ya! - los brazos del osado me levantan de nuevo, como si nada. Aun así, sigo golpeando al aire, intentando zafarme de él.
-¡Tengo que matarlo! ¡TENGO QUE MATARLO!
-Estás herida, estúpida - nada más soltarme siento una fuerte bofetada en la mejilla que me hace caer hacia atrás – E histérica. Y él está inconsciente. Tenemos que irnos antes de que vuelva en sí. No se atreverá a seguirnos.
¿Por qué no me deja matarlo? No sería la primera vez. Puedo hacerlo sin problemas. Pero está claro que Royce no está dispuesto a permitirme cruzar ese límite.
-Aun no - susurro sin aliento, arrastrándome con dificultad hasta el cuerpo inconsciente de Stan.
Escucho a Royce resoplar y caminar detrás de mí, dispuesto a llevarme a rastras. Sin embargo, se detiene sorprendido cuando comienzo a rebuscar en los bolsillos de Stan.
-¿Qué buscas? - no respondo, sino que me dejo dominar por la histeria con cada bolsillo nuevo que descubro en su ropa, amarilla cordial y gris abnegada. - Eleanor, ¿qué estás buscando?
Sus manos sujetan las mías un par de segundos, lo que me altera aún más. No hay tiempo.
-¡Una foto! Estoy buscando una fotografía. Me la ha enseñado. Tiene que tenerla en algún lado.
Royce no duda ni un segundo en echarme una mano, y ambos rebuscamos por los bolsillo de los pantalones, la camisa y la chaqueta.
-¡La tengo! - apenas dejo que Royce la mire. Se la quito y la aprieto contra mi pecho protegiéndola - Ahora sí que nos vamos, Eleanor.
Royce me conduce hasta la puerta casi sin darme cuenta. Justo antes de cruzarla caigo en la cuenta.
-¡La maleta!
El chico estaba preparado para sujetarme por si acaso. Se inclina un poco y clava sus ojos oscuros en los míos.
-Iré yo.
-Ten cuidado - susurro cuando ya se ha marchado y sé que no puede oírme.
¿A qué ha venido ese momento de debilidad? Bajo los escalones resbaladizos con cuidado. Royce me ha salvado, y yo lo único que he hecho por él ha sido tratarlo fatal. Desde que íbamos al colegio juntos, el chico ha intentado acercarse a mí. ¿Vería dentro de mí a una osada como lo era él? ¿O tal vez había otro motivo? O puede que tan solo intente ayudarme para quitarse a una enemiga en la iniciación.
-¡Eleanor!
-¡Estoy aquí abajo! - exclamo cuando se asoma a lo alto de la escalera. He llegado al final casi sin darme cuenta, de nuevo. Sigo demasiado aturdida por los acontecimientos.
-Vale. Pensé que te habías escaqueado de nuevo.
Su frase es seguida por un chirrido y una oscuridad total. Pocos segundos después, siento que una mano fuerte me coge de la mano y tira de mí, guiándome por la oscuridad de los túneles. Pero no avanzo durante mucho tiempo, sino que sus brazos vuelven a cogerme en seguida y pierdo la noción de todo lo que me rodea.

Cuando recupero la consciencia, me encuentro sentada en un duro e incómodo colchón, rodeada de claras luces blancas y con una enfermera a mi lado sujetando una afilada aguja.
Grito ante la sorpresa y tiro del brazo, lo que me produce un dolor horrible y los puntos negros reaparecen en mi campo de visión.
-Tranquilízate – los fuertes brazos de Royce me sujetan a la cama mientras la enfermera trata de terminar de coserme la larga y profunda herida que Stan me ha echo en el brazo. - Esto te pasa por correr por las escaleras húmedas.
-No conozco a muchos osados que se mareen con la sangre – susurra la enfermera, cuyo rostro está lleno de piercings y no transmite mucha confianza.
-¡¿Qué?!
-Eso me ha dicho tu compañero.
Miro a Royce con la boca abierta. ¿Cómo lo ha sabido? Y entonces sus ojos me miran maliciosamente y sonríe divertido. Genial, se lo acabo de confirmar.
-No me he mareado con la sangre – susurro, más para mi que para ninguno de ellos – Ha debido ser el golpe.
La enfermera pasa un eterno tiempo cosiendo mi herida y untándome una pomada cordial que hace que se me duerma el brazo. Durante todo ese tiempo, Royce permanece a mi lado, bien sujetándome el brazo, momento incluso en los que estoy tranquila, o bien charlando conmigo, aunque yo no participe muy activamente en la conversación. Sin embargo, cuando llega el momento de que la enfermera cure a Royce, quien no ha salido tan ileso como parecía de la pelea con Stan, no puedo soportar ver la herida emanar de sus heridas y, sin apenas mirarlo, me marcho en busca de la cama ocho.
Me sorprendo al encontrarla con sus enormes ojos oscuros divagando por la estancia.
-¡Eleanor! - exclama con voz ronca.
Me quedo boquiabierta. ¿Cómo es posible? Ayer parecía un vegetal, conectada a cientos de tubos; y ahora vuelve a tener ese brillo de vitalidad en los ojos.
-Te mataría – me acerco a ella y la abrazo, incapaz de contener la emoción. Incluso así, metida en una cama de hospital, sigue siendo igual de... ¿qué? ¿Ilusa? ¿Adorable? ¿Ambos al mismo tiempo? Pero eso no es lo que importa ahora. Lo único que importa es que está viva y feliz, y que no me ha abandonado. - Siento no haber estado hoy contigo, he tenido que hacer una cosa.
-No te preocupes. Apenas hace un par de horas que desperté y Dareon me ha estado haciendo compañía – abre mucho los ojos cuando me separo de ella y sus ojos se centran en mi brazo. - Pero, ¿qué te ha pasado?
-Esto... Bajaba corriendo por una escalera húmeda y ya sabes, las escaleras de piedra están algo afiladas – es la misma escusa que al parecer Royce ha intentado colarle a la enfermera, aunque con poco éxito, al igual que yo a mi hermana.
-¿Y esos moratones en el cuello?
-Una pelea – eso no es falso en absoluto.
-Pensaba que no estaba permitido ahogar a los iniciados. ¿Contra quién peleabas? - ¿Cómo puede ser tan lista?
-¡Chloe deja de interrogarme! - intento reír despreocupada, fracasando por completo, por lo que intento cambiar de tema cuanto antes – Por cierto, ¿quién es Dareon?
-Un chico. - responde dejándose caer en la cama y cerrando los ojos, lo que hace siempre que no quiere que descubra lo que realmente piensa.
-No me digas – el sarcasmo de mi voz la hace sonreír, lo que me desarma por completo.
-Es un iniciado osado. Su hermano está justo ahí al lado. - señala el biombo que separa su cama de la de al lado. - Cayó por las escaleras, de verdad, y se rompió el fémur.
-Deja de insinuar que miento – digo como si nada, alejándome un poco para asomarme a la cama de al lado, donde un chico de pelo rubio duerme tranquilamente con la pierna escayolada.
-En el fondo, el hecho de que intentes colarme tus trolas tiene algo bueno, ¿sabes? Odiaría tener una hermana veraz.
-¿Colarte mis trolas? ¿Desde cuándo hablas así? - pregunto incapaz de no sonreír.
-Así es como hablan los chicos de aquí. ¿No decías que tenía que acostumbrarme a ellos?
-¿De verdad? ¿Así es como hablan los chicos de aquí según tú, que llevas dos días aquí encerrada? ¿O así es como habla ese tal Dareon?
-Tal vez lo sabrías si no pasaras tanto tiempo sola, Eleanor – Chloe me fulmina con la mirada, lo que empieza a confirmar mis sospechas.
-Por cierto, ¿cuántos años tiene el chico?
-Nueve. ¿A que es adorable? - sus ojos vuelven a abrirse de forma exagerada y sonríe de oreja a oreja.
-Odio a los niños – sentencio.
-Eres odiosa.
-Lo sé. Tú te llevaste toda la carisma.
-Eleanor Stone mostrando algo de sentido de humor. Esto sí que es nuevo.
-¡Hola Royce!
Me doy la vuelta y fulmino con la mirada al chico alto y de pelo despeinado que acaba de asomarse por el biombo. Tiene la camiseta negra rasgada, lo que me permite verle un pulcro vendaje blanco bajo ésta.
-Hola, Chloe. Me alegra ver que estás bien.
-Bueno. Aún me queda pasar aquí un par de días. ¿Qué te ha pasado? - mi hermana me mira a mí y al vendaje alternativamente, con el ceño fruncido.
-Esto me pasa por intentar seguirle el ritmo a tu hermana.
Mierda. Eso es suficiente para que saque sus conclusiones infalibles.
-Interesante.
-¡No! - exclamo – No es interesante.
-¿Esa no es la maleta de mi hermana?
Esto mejora por momentos.
Royce se descuelga la maleta de la espalda y, tras mirarme dubitativo, acaba dándomela a mí.
-Necesitaba unas cosas – susurro, apretándola contra mi pecho.
-¿Y has ido a por ella? ¿Has visto a mamá?
-Por supuesto que no he vuelto a pisar esa facción – respondo sin disimular la arrogancia.
-¿Entonces? ¿Te la han traído? ¿A quién mandaste?
-A un chaval. Pero no era de erudición, a no ser que se hiciera pasar por abandonado. - vocalizo un “cállate” hacia Royce, intentando que Chloe no me vea. Pero ya es demasiado tarde.
-¿Un abandonado? ¡Eleanor! ¡Son peligrosos!
-No me hables como si fueras mayor que yo – pongo los ojos en blanco y me apoyo contra la pared, despreocupada. Al final ha acabado averiguándolo.
-Soy mayor que tú.
-Pues no lo pareces. El hecho de que yo naciera antes y por ello supuestamente tú seas mayor no te hace más madura, Chloe.
-Aun así, eso no me impide querer protegerte.
-Esta discusión no nos lleva a ninguna parte. - canturreo.
-El echo de que sigas tratando con abandonados tampoco te lleva a ninguna parte.
-¿Cómo? - pregunta Royce, que hasta este momento tan solo se ha dedicado a mirarnos interrogante, y ahora se centra en mí - ¿Tienes trato con abandonados?
-¡No! - respondo, intentando controlarme – Tan solo le pedí a uno de ellos que me hiciera el favor de traerme una mochila. ¡Ya está!
-No entiendes nada – susurra Royce, negando con la cabeza y con mirada penetrante. Después mira a mi hermana, quien le devuelve la mirada y niega con la cabeza, de acuerdo con él. Perfecto. Ahora los tengo a ambos aliados contra mí.
-Eleanor. Los abandonados son extremadamente recelosos. No harán nada sin pedir algo a cambio, y menos aún ayudarte a conseguir un puesto por el que ellos lucharon en algún momento.
-¿Cómo? - la sorpresa de Royce parece haber alcanzado el clímax.
-¡Crees que no me he dado cuenta de ello hoy! - susurro alterada.
Mi hermana tarda un par de segundos en recapacitar sobre a qué me refiero.
-¿Qué ha intentado hacerte? - sus tono de voz me pilla por sorpresa. Mi hermana suena enfadada. ¿Desde cuándo?
-Tranquilízate – susurro al mismo tiempo que Royce decide hacer estallar la bomba.
-¿A parte de darle una paliza? Abusar de ella.
-¡No ha abusado de mí! - intento no gritar en mitad del hospital, pero mi voz va a aumentando de tono considerablemente.
-Porque yo he llegado a tiempo, que si no... - se apoya en el extremo de la cama y se cruza de brazos. ¿Qué espera? ¿Un gracias? ¿Después de lo que ha liado?
-Podría haber cuidado de mí misma. - intento sonar segura de mí misma, pero fracaso estrepitosamente.
-No parecía eso. - ¿A quién quiero engañar?
-No sé por qué me seguías.
-Sabía que tramabas algo cuando te vi coger el cuchillo. - Pero...
-¡Deja de vigilarme!
-¿Y si no quiero? - ¿qué tiene este tío contra mí?
-Acosador.
-Traidora. - Ahora sí que lo mato.
-¡Imbécil! - mi hermana mi coge por el brazo y, como no tiene fuerza, acaba clavándome las uñas para aferrarse a mí.
-¡Enfermera!
-Se supone que todos iniciamos el camino en esta facción siendo unos novatos, ¿sabes?
-Haber sido más listo que yo.
En ese momento llega la enfermera. Apenas soy consciente de cuándo decide soltarme mi hermana, ni de cómo consigue la mujer sacarnos a Royce y a mí y evitar al mismo tiempo que acabemos matándonos.
-¡No te importa lo que yo haya hecho antes o después de llegar aquí! - exclamo con todas mis fuerzas una vez hemos vuelto a los oscuros túneles.
-Al menos podrías agradecerme el haberte ayudado allí arriba. Quién sabe lo que te habría hecho ese...
-¡Claro! Si quieres también te agradezco el que seas un acosador.
-¡Sólo intentaba ayudarte!
-¡Yo no te he pedido ayuda!
-¡Me preocupo por ti, Eleanor!
Toda mi rabia desaparece de golpe. ¿Preocupado por mí? ¿Y esto a qué viene ahora?
-¿Por qué? - a pesar de mi esfuerzo por sonar enfadada, es imposible. Ahora es cuando todo se acumula en mi cabeza. Es como aquellos momentos en los que intento enfadarme con mi hermana. ¿Por qué me pasa esto? Nunca me he encariñado con nadie, y ahora... aquí...
-Me preocupo por ti porque eres mi amiga. O porque quiero que lo seas. Defínelo como quieras. Estoy cansado – Royce se da la vuelta y desaparece por una esquina, por la que se cuela una tenue luz que pertenece al Foso.
¿Puedo considerarlo un amigo? No. ¿No puedo? ¿O no quiero?

Unos minutos más tarde recorro el camino por el que Royce acaba de desparecer. Está claro. No quiero tener amigos. Llevo años sin confiar tanto en alguien como para llamarlo “amigo”. ¿Por qué iba a hacerlo ahora que tengo todo lo que siempre he deseado y no necesito la ayuda de nadie?
Cuando llego al solitario comedor para cenar, descubro a Royce sentado en una de las mesas más alejadas de la puerta. Aunque me siento tentada a fingir que no lo he visto, acabo acercándome con mi bandeja llena de comida.
-Parece que no vas a dejar de seguirme hoy, ¿no? - intento sonar divertida, pero Royce me dedica una mirada fría como el hielo – Está bien. Esto no se me da nada bien, ¿vale? Pero siento que te debo algo. Así que gracias por ayudarme antes con Stan.
-Stan – susurra con una voz llena de odio.
-Sin embargo, no puedo considerarte amigo mío. Llevo años sin catalogar a nadie con esa palabra.
-Tal vez haya llegado el momento de hacerlo, ¿no crees?
-Soy una loba solitaria.
-No hace falta que lo jures – la comisura de su boca se inclina en una tímida sonrisa.
-Es complicado. Y soy demasiado egoísta. No quiero tener ninguna relación con nadie a no ser que consiga algo con ello.
-Salvo con Chloe, ¿no?
-Chloe es mi hermana. - susurro jugando con el tenedor en mi mano.
-La relación entre hermanos y amigos no es tan diferente, Eleanor.
Nos mantenemos la mirada el uno al otro durante unos eternos minutos.
-Tal vez... Con el tiempo.
-Me aseguraré de que cambies de parecer. - se pone de pie con la bandeja vacía y me observa sonriente desde arriba - ¿Vienes?
-Será un placer – recojo mi bandeja, intacta, y me levanto junto a él. A decir verdad, el chico es bastante alto.
-Deberías comer. Mañana hay combate.
-Tengo el desayuno. Y prefiero desayunar fuerte. Algo me dice que mañana va a ser un día importante – sonrío satisfecha mientras salimos del comedor e iniciamos el camino hacia los dormitorios.
Y no me equivoco. Al día siguiente, tras el desayuno, ha llegado el momento de mi venganza.

En la pizarra, mi nombre aparece junto al de Bruce.

No hay comentarios:

Publicar un comentario